Escritores universales

Gutiérrez Nájera Manuel

Lugar y Fecha de Nacimiento(Defunción):Manuel Gutiérez Nájera
Escritor desde temprana edad, Gutiérrez Nájera cultivó diversos géneros literarios en prosa y en verso. Entre los primeros destaca su multifacética labor periodística en varias publicaciones dedicada, casi toda, a información y comentarios sobre sucesos, costumbres y personajes de la Ciudad de México.

Su poesía de intención cercana a la crónica destaca por su amable y elegante frivolidad, De todos es sabido que Gutiérrez Nájera se sirvió de varios seudónimos, pero de ellos el más popular fue el de “Duque Job”. La Duquesa Job (1884) es, consecuentemente, el nombre que el poeta le dio a una joven mujer de la que estaba enamorado, cuya vida se desenvolvía a lo largo de Plateros y San Francisco, circunstancia que aprovecha para salpicar al poema con los sitios y personas locales en su quehacer cotidiano.

Desde las puertas de "La Sorpresa”
hasta la esquina del Jockey Club
no hay española, yanqui o francesa
Ni más bonita ni más traviesa
que la duquesa del Duque Job.

“Así demarcó el ilustre Duque Job una zona de la geografía metropolitana donde, a la manera de los mapamundis antiguos podría inscribirse como título genérico Hic est vanitas (“aquí se halla la vanidad”

De esta manera se expresaba en sus Memorias José Juan Tablada, otro grande y polifacético escritor, refiriéndose al Duque Job y a las calles de Plateros y de San Francisco en los tiempos del refinado poeta modernista, hacia 1890, cuando el veinteañero Tablada acababa de conocerlo. LUIS EVERAERT DUBERNARD

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Manuel Gutiérrez Nájera

Non omnis moriar
¡No moriré del todo, amiga mía!
de mi ondulante espíritu disperso,
algo en la urna diáfana del verso,
piadosa guardará la poesía.

¡No moriré del todo! Cuando herido
caiga a los golpes del dolor humano,
ligera tú, del campo entenebrido
levantarás al moribundo hermano.

¡Tal vez para entonces por la boca inerme
que muda aspira la infinita calma,
oigas la voz de todo lo que duerme
con los ojos abiertos de mi alma!

Hondos recuerdos de fugaces días,
ternezas tristes que suspiran solas;
pálidas, enfermizas alegrías
sollozando al compás de las violas...

Todo lo que medroso oculta el hombre
se escapará vibrante del poeta,
en áureo ritmo de oración secreta
que invoque en cada cláusala tu nombre.

Y acaso adviertas que de modo extraño
suenan mis versos en tu oído atento,
y en el cristal, que con mi soplo empaño,
mires aparecer mi pensamiento.

Al ver entonces lo que yo soñaba,
dirás de mi errabunda poesía:
era triste, vulgar lo que cantaba...
mas, ¡qué canción tan bella la que oía!

Y porque alzo en tu recuerdo notas
del coro universal, vívido y almo;
y porque brillan lágrimas ignotas
en el amargo cáliz de mi salmo;

porque existe la Santa Poesía
y en ella irradias tú, mientras disperso
átomo de mi ser esconda el verso,
¡no moriré del todo, amiga mía!
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Para entonces
Quiero morir cuando decline el día,
en alta mar y con la cara al cielo;
donde parezca un sueño la agonía,
y el alma, un ave que remonta el vuelo.

No escuchar en los últimos instantes
ya con el cielo y con el mar a solas,
más voces ni plegarias sollozantes
que el majestuoso tumbo de las olas.

Morir cuando la luz, triste retira
sus áureas redes de la onda verde,
y ser como ese sol que lento expira:
algo muy luminoso que se pierde...

Morir, y joven: antes que destruya
el tiempo aleve la gentil corona;
cuando la vida dice aún: soy tuya,
aunque sepamos bien que nos traiciona.




México DF (


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