Castellanos Rosario Lugar y Fecha de Nacimiento(Defunción):Rosario Castellanos México DF (1925-1974) Escritora mexicana que cultivó todos los géneros, desde la poesía hasta el periodismo. Nació en la ciudad de México y murió en Tel-Aviv. Desde 1948 hasta 1957 sólo escribió poesía, Trayectoria del polvo (1948), Lívida Luz (1960); muy significativa es su antología, Poesía no eres tú (1972). Octavio Paz dice de ella: -(Su) lenguaje es llano y sentencioso. Pasión y sentimiento-. Y Monsiváis, sobre la Lamentación de Dido (1957) subraya: -La definitiva elegía de Castellanos es el anuncio (y la consumación) de la muerte de una retórica-. Oficio de Tinieblas (1962, novela) y Ciudad real (cuentos) indagan sobre la cuestión indígena en Chiapas, replanteando su sentido. Escribió varias obras de teatro: Tablero de damas (1952) y El eterno femenino; ensayos sobre el concepto de lo femenino: Mujer que sabe latín (1973), El uso de la palabra (1974) y El mar y sus pescaditos (1975). -------------------------------------------------------------------------------------------------------- Destino Matamos lo que amamos. Lo demás no ha estado vivo nunca. Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere un olvido, una ausencia, a veces menos. Matamos lo que amamos. ¡Que cese esta asfixia de respirar con un pulmón ajeno! El aire no es bastante para los dos. Y no basta la tierra para los cuerpos juntos y la ración de la esperanza es poca y el dolor no se puede compartir. El hombre es anima de soledades, ciervo con una flecha en el ijar que huye y se desangra. Ah, pero el odio, su fijeza insomne de pupilas de vidrio; su actitud que es a la vez reposo y amenaza. El ciervo va a beber y en el agua aparece el reflejo del tigre. El ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve -antes que lo devoren- (cómplice, fascinado) igual a su enemigo. Damos la vida sólo a lo que odiamos Soneto del emigrado Cataluña hilandera y labradora, viñedo y olivar, almendra pura, Patria: rememorada arquitectura, ciudad junto a la mar historiadora. Ola de la pasión descubridora, ola de la sirena y la aventura -Mediterráneo- hirió tu singlatura la nave del destierro con su proa. Emigrado, la ceiba de los mayas te dio su sombra grande y generosa cuando buscaste arrimo ante sus playas. Y al llegar a la Mesa del Consejo nos diste el sabor noble de tu prosa de sal latina y óleo y vino añejo. Ser río sin peces Ser de río sin peces, esto he sido. Y revestida voy de espuma y hielo. Ahogado y roto llevo todo el cielo y el árbol se me entrega malherido. A dos orillas del dolor uncido va mi caudal a un mar de desconsuelo. La garza de su estero es alto vuelo y adiós y breve sol desvanecido. Para morir sin canto, ciego, avanza mordido de vacío y de añoranza. Ay, pero a veces hondo y sosegado se detiene bajo una sombra pura. Se detiene y recibe la hermosura con un leve temblor maravillado. Parábola de la inconstante Antes cuando me hablaba de mí misma, decía: Si yo soy lo que soy Y dejo que en mi cuerpo, que en mis años Suceda ese proceso Que la semilla le permite al árbol Y la piedra a la estatua, seré la plenitud. Y acaso era verdad. Una verdad. Pero, ay, amanecía dócil como la hiedra A asirme a una pared como el enamorado Se ase del otro con sus juramentos. Y luego yo esparcía a mi alrededor, erguida En solidez de roble, La rumorosa soledad, la sombra Hospitalaria y daba al caminante - a su cuchillo agudo de memoria - el testimonio fiel de mi corteza. Mi actitud era a veces el reposo Y otras el arrebato, La gracia o el furor, siempre los dos contrarios Prontos a aniquilarse Y a emerger de las ruinas del vencido. Cada hora suplantaba a alguno; cada hora Me iba de algún mesón desmantelado En el que no encontré ni una mala bujía Y en el que no me fue posible dejar nada. Usurpaba los nombres, me coronaba de ellos Para arrojar después, lejos de mi, el despojo. Heme aquí, ya al final, y todavía No sé qué cara le daré a la muerte. México DF (1925-1974) |