Escritores universales

Saramago José

Lugar y Fecha de Nacimiento(Defunción):José Saramago

Escritor portugués
Nació el 16 de noviembre de 1922 en una aldea de Ribetejo, en el seno de una familia de labradores y artesanos. Su carrera literaria se inicia en 1947. Trabajaba entonces como administrativo en una Caja de Pensiones. Había terminado en 1939 sus estudios medios y, por dificultades económicas, no pudo proseguir los universitarios. Posteriormente trabajó como traductor, asesor editorial, corrector y periodista. Publica algunos libros que anticipan lo que va a ser su obra fundamental a partir de 1975. Periodista y miembro del Partido Comunista Portugués sufrió censura y persecución durante los años de la dictadura de Salazar. Se sumó a la Revolución de los Claveles que llevó la democracia a Portugal, en el año 1974. Escéptico e intelectual mantuvo y mantiene una postura ética y estética por encima de partidismos políticos, y comprometido con el género humano. En la actualidad, consagrado como escritor universal, divide su residencia entre Lisboa y la isla española de Lanzarote (Canarias). Alzado del suelo (1980) fue la novela que le reveló como el gran novelista maduro y renovador portugués. Se trata de una novela histórica, situada en el la Alentejo entre 1910 y 1979, con un lenguajecampesino, una estructura sólida y documentada y un estilo humorístico y sarcástico que llamó enormemente la atención en su momento. Siguieron obras de gran interés como Memorial del convento (1982), El año de la muerte de Ricardo Reis (1984), La balsa de piedra (1986), Historia del cerco de Lisboa (1989), El evangelio según Jesucristo (1991). Su última obra Ensayo sobre la ceguera (1995) es una novela en la que el autor desde planteamientos éticos advierte sobre "la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron". Saramago, escéptico pero solidario, reflexiona en esta novela sobre si cabrá la esperanza tras este nuevo milenarismo que la humanidad está viviendo. En 1997, ha publicado Cuadernos de Lanzarote (1993-1997), un libro curioso en el que, a manera de diario, cuenta la vida cotidiana pero reflexionando sobre el ser humano, el espacio y el tiempo, como no cabía esperar menos de este escritor.
José Saramago recibió el Premio Nobel de Literatura en 1998, es el primer portugués que lo recibe. El 7 de Noviembre de 2002 presenta su novela: “O homen duplicado”


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Bibliografía original

Os poemas possíveis (poemas)
Provavelmente alegría (poemas)
Deste mundo e do outro (crónicas)
A bagagem do viajante (crónicas)
As opinioes que o DL teve (artículos)
O ano 1993 (fabulación alegórica)
Os apontamentos (crónicas)
Manual de pintura e caligrafía (novela)
Objecto Quase (relatos)
A Noite (teatro)
Levantado do chao ( novela)
Viajem a Portugal (viajes)
Memorial do convento (novela)
O ano da morte de Ricardo Reis (novela)
A Jangada de pedra (novela)
Historia do cerco de Lisboa (novela)
E Evangelho segundo Jesus Cristo (novela)
In nomine Dei (teatro)
Ensaio sobre a cegueira (novela)
Cuadernos de Lanzarote I, II y III (diario)
*buscabiografias.com
Ensayo sobre la ceguera (fragmento)
" De la puerta del ala derecha empezaron a llegar voces anunciando que ya no quedaba sitio, que todas las salas estaban llenas, hubo incluso ciegos que fueron empujados de nuevo hacia el zaguán, exactamente en el momento en que, deshecho el tapón humano que hasta entonces atrancaba la entrada principal, los ciegos que todavía estaban fuera, que eran muchos, empezaban a avanzar acogiéndose al techo bajo el cual, a salvo de las amenazas de los soldados, irían a vivir. El resultado de estos dos desplazamientos, prácticamente simultáneos, fue que se trabó de nuevo la pelea a la entrada del ala izquierda, otra vez golpes, de nuevo gritos, y, como si esto fuese poco, unos cuantos ciegos despistados, que habían encontrado y forzado la puerta del zaguán que daba acceso directo al cercado interior, empezaron a gritar que allí había muertos. Imagínese el pavor. Retrocedieron éstos como pudieron, Ahí hay muertos, hay muertos, repetían, como si los llamados a morir de inmediato fuesen ellos, en un segundo el zaguán volvió a ser un remolino furioso como en los peores momentos, después la masa humana se fue desviando en un impulso súbito y desesperado hacia el ala izquierda, llevándose todo por delante, rota ya la línea de defensa de los contagiados, muchos que ya habían dejado de serlo, otros que, corriendo como locos, intentaban escapar de la negra fatalidad. Corrían en vano. Uno tras otro se fueron todos quedando ciegos, con los ojos de repente ahogados en la hedionda marea blanca que inundaba los corredores, las salas, el espacio entero. Fuera, en el zaguán, en el cercado, se arrastraban los ciegos desamparados, doloridos por los golpes unos, pisoteados otros, eran sobre todo los ancianos, las mujeres y los niños de siempre, seres en general aún o ya con pocas defensas, milagro que no resultaran de este trance muchos más muertos por enterrar. En el suelo, dispersos, aparte de algunos zapatos que habían perdido el pie, había bolsos, maletas, cestos, la última riqueza de cada uno, ahora para siempre perdida, quien venga a la rebusca dirá que lo que se lleva es suyo. Un viejo con una venda negra en un ojo vino del cercado. O es que ha perdido también su equipaje, o no lo trajo. Fue el primero en tropezar con los muertos, pero no gritó. Se quedó con ellos, junto a ellos, aguardando que volvieran la paz y el silencio. Durante una hora esperó. Ahora anda en busca de abrigo. Despacio, con los brazos extendidos, busca el camino. Encontró la puerta de la primera sala del ala derecha, oyó voces que venían de dentro, entonces preguntó, Hay aquí una cama para mí. "
 La isla desconocida (fragmento)
" El hombre del timón contempló la desbandada en silencio, no hizo nada para retener a quienes lo abandonaban, al menos le habían dejado los árboles, los trigos y las flores, con las trepadoras que se enrollaban a los mástiles y pendían de la amurada como festones. Debido al atropello de la salida se habían roto y derramado los sacos de tierra, de modo que la cubierta era como un campo labrado y  sembrado, sólo falta que venga un poco más de lluvia para que sea un buen año agrícola. Desde que el viaje a la isla desconocida comenzó, no se ve al hombre del timón comer, debe ser porque está soñando, apenas soñando, y si en el sueño le apeteciese un trozo de pan o una manzana, sería un puro invento, nada más. Las raíces de los árboles están penetrando en el armazón del barco, no tardará mucho en que estas velas hinchadas dejen de ser necesarias, bastará que el viento sople en las copas y vaya encaminando la carabela a su destino. Es un bosque que navega y se balancea sobre las olas, un bosque en donde, sin saberse cómo, comenzaron a cantar pájaros, debían de estar escondidos por ahí y de repente decidieron salir a la luz, tal vez porque la cosecha ya esté madura y es la hora de la siega. Entonces el hombre fijó la rueda del timón y bajó al campo con la hoz en la mano, y, cuando había segado las primeras espigas, vio una sombra al lado de su sombra. Se despertó abrazado a la mujer de la limpieza, y ella a él, confundidos los cuerpos, confundidas las literas, que no se sabe si ésta es la de babor o la de estribor. Después, apenas el sol acabó de nacer, el hombre y la mujer fueron a  pintar en la proa del barco, de un lado y de otro, en blancas letras, el nombre que todavía le faltaba a la carabela. Hacia la hora del mediodía, con la marea, La Isla Desconocida se hizo por fin a la mar, a la búsqueda de sí misma. "
Viaje en Portugal (fragmento)
" No es verdad. El viaje no termina jamás. Solo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración...El objetivo de un viaje es solo el inicio de otro viaje. "
El año de la muerte de Ricardo Reis (fragmento)
" Ricardo Reis abrió el libro, vio unas señales incomprensibles, unas rayas negras, una página sucia. Ya me cuesta leer, dijo, pero incluso así voy a llevármelo. Para qué, para dejar al mundo aliviado de un enigma. Salieron de casa, Fernando Pessoa observó aún, no lleva usted sombrero, Sabe mejor que yo que allá no se lleva. Entonces vamos, dijo Fernando Pessoa. Vamos, dijo Ricardo Reis. Adamastor no se volvió para mirarlos, le parecía que esta vez sería capaz de dar un gran grito. Aquí, es donde el mar se acabó y la tierra espera. "




Portugal (1922)


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