Nandino Elias Lugar y Fecha de Nacimiento(Defunción):Elias Nandino Cocula Jalisco, 19de abril de 1903 - Guadalajara Jalisco, 3 de octubre de 1993 Poeta mexicano en cuya obra constantemente se reflejan los temas del tiempo, el amor y la muerte. Trabajó para el gobierno ejerciendo su profesión de médico cirujano. Sus principales obras son: Espiral (1928), Color de Ausencia (1932), Eco (1934), Río de sombra (1935), Sonetos (1937), Poemas árboles (1938), Nuevos sonetos (1939), Espejo de mi muerte (1945), Nudo de sombras (1947), Poesía I (1947), Poesía II (1949), Naufragio de la duda (1950), Triángulo de silencios (1953), Nocturna suma (1955), Nocturno amor (1958), Nocturno día (1959), Nocturna palabra (1960), Eternidad del polvo (1970), Cerca de lo lejos (1979), Conversación con el mar (1982), Costumbre de morir a diario (1982), Erotismo al rojo blanco (1983), Todos mis nocturnos (1988) y Ciclos terrenales (1989). Conoció al grupo de los Contemporáneos con quienes convivió, principalmente con Xavier Villaurrutia. Colaboró en la revista Estaciones, en las colecciones de cuadernos México Nuevo, en los de Bellas Artes y en otras publicaciones. En 1979 recibe el Premio Nacional de Poesía. Fuente: Espero tus comentarios y sugerencias a: citaspoesia@hotmail.com ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- --------------------------------------------------------------------- ¡Nada es tan mío como lo es el mar cuando lo miro! Elias Nandino ---------------------------------------------------------------------- Perfección fugaz (para el poeta Carlos Pellicer ) Pinté el tallo, luego el cáliz, después la corola pétalo por pétalo, y, al terminar mi rosa, la induje a soñar su aroma. ¡Hice la rosa perfecta! Tan perfecta, que al día siguiente cuando fui a mirarla, ya estaba muerta. ------------------------------------------------------------------------ Si hubieras sido tú (a Xavier Villaurrutia) Si hubieras sido tú, lo que en las sombras, anoche, bajó por la escalera del silencio y se posó a mi lado, para crear el cauce de acentos en vacío que, me imagino, será el lenguaje de los muertos. Si hubieras sido tú, de verdad, la nube sola que detuvo su viaje debajo de mis sábanas y se amoldó a mi piel de una manera leve, brisa, aroma, casi contacto angelical soñado... Si hubieras sido tú, lo que apartando la quietud oscura se apareció, tal como si fuera tu dibujo espiritual que quiso convencerme de que sigues, sin cuerpo, viviendo en la otra vida. Si hubieras sido tú la voz callada que se infiltró en la voz de mi conciencia, buscando incorporarte en la palabra surgida de tu muerte, por mis labios. Si hubieras sido tú lo que en mi sueño descendió como bruma, poco a poco, y me fue encarcelando en una vaga túnica de vuelo fallecido… Si hubieras sido tú la llama que inquemante pasó por mi desvelo sin conmover el lago del azoro, igual que en el espejo se sumerge la imagen, sin herirle el límpido frescor de su epidermis. Si hubieras sido tú... Pero nuestros sentidos no pueden identificar las ánimas. Los muertos, si es que vuelven, han perdido todo lo que pudiera darnos el goce de reconocerlos. ¿Quién más pudo venir a visitarme? Recuerdo que, contigo solamente, muchas veces hablé de la zozobra en que el constante asedio de la muerte nos tiene sepultados, y hablábamos los dos adivinando, haciendo conjeturas, ajustando preguntas, inventando respuestas, para quedar sumidos en derrota, muriendo en vida por pensar en muerte. Ahora tú ya sabes descifrar el misterio porque estás en su seno, pero yo no sé nada... En esta incertidumbre secretamente pienso que si no fuiste tú lo que en las sombras, anoche, bajó por la escalera del silencio y se posó a mi lado, entonces quizá fue una visita de mi propia muerte. ------------------------------------------------------------------------ Nocturno Cada mañana, al despertar, resucitamos; porque al dormir morimos unas horas en que, libres del cuerpo, recobramos la vida espiritual que antes tuvimos cuando aún no habitábamos la carne que ahora nos define y nos limita, y éramos, sin ser, misterio puro en el ritmo total del Universo. Porque al dormir morimos sin saberlo; nos vamos al espacio en ágil vuelo sin perder la unidad que nos integra, y somos como somos: idénticos, sin cambio, extensos y desnudos como el azul en el temblor del aire. No extrañamos el cuerpo; no sufrimos la ausencia de la piel que nos cobija; somos como antes de nacer: etéreos, vivos en plenitud de firmamento y penetrantes como luz en sombras. Y nadie, cuando duerme, acaso piense que yace en los dominios de la muerte: porque el cansancio, apenas agonía, nos borra la razón, desciende con ternura nuestros párpados, apaga nuestros ojos, anestesia la carne y nos separa de ella para dejarnos vivos en el sueño. Y esta costumbre de morir a diario, sin dolor, sin sorpresa, natural como el agua que se deja atraer por el declive, no nos deja pensar que es una muerte cada vez que dormimos, y que, de cada muerte transitoria, aprende nuestro ser la verdad de morir su muerte eterna. Cucula, México(1903-1993) |