Pintores Mexicanos

Cabrera Rosario

Fecha de Nacimiento(Defunción):México DF (1901-?)

ROSARIO CABRERA
1901 Nace el 5 de junio en la colonia Guerrero de la ciudad de México, fue la hija menor de José Cabrera y Concepción López. Su padre al parecer nacido en Granada, España era pintor aficionado, decorador de prestigio y realizaba también talla en madera; de igual forma tocaba la guitarra flamenca y cantaba el cante flamenco. Rosario tuvo cinco hermanos: Salvador Esperanza, Concepción, Sara, y Consuelo; esta última fue en su juventud una excelente cantante de ópera.
1907 Estudia en la Escuela Primaria Superior Justo Sierra para niñas
1910 Muere su padre
1913 Muere su madre. Una tía de Rosario les ayuda en gran medida y con ella vivieron muchos años en la colonia Guerrero, cerca de la estación de Ferrocarriles en Buenavista, en la calle de Aldama No. 167
1916 Ingresa a la Escuela Nacional de Bellas Artes, (Academia de San Carlos), donde tiene como maestros a Saturnino Herrán, Francisco de la Torre, Leandro Izaguirre, Germán Gedovius, Eduardo Solares, Mateo Herrera, Emiliano Valadez y Arnulfo Domínguez Bello, entre otros.
1918 A partir del 1 de junio, y hasta el mes de diciembre, el presidente de la República Alvaro Obregón, le concedee una pensión de $30.00 mensuales para el fomento de sus estudios. Los alumnos Francisco Díaz de León, Gabriel Fernández Ledesma y Enrique A. Ugarte son suspendidos durante ocho días "por faltas cometidas a la alumna Rosario Cabrera", según oficio enviado del 22 de octubre por el director de la ENBA, escultor Arnulfo Domínguez Bello, al rector de la Universidad, quien acepta de conformidad la decisión.
1919 En oficio del 19 de febrero, el presidente de la República concede a la alumna Rosario Cabrera, durante todo el año, una ayuda de $30.00 mensuales. El 19 de diciembre Rosario Cabrera se dirige al rector de la Universidad, licenciado José N, Macías, para solicitar la prórroga de su ayuda pecuniaria para el año 192020´s 30´s 40´s 50´s 60´s 70´s 80´s
 
Con mi eterna gratirud para José Casillas y Teresa Gasca.
 
La historia del arte mexicano del siglo XX está escribiendose. La proximidad del fin del ciclo temporal nos estimula a reflexionar y recontar los hechos estéticos que se han sucedido en nuestra nación en este periodo, con la finalidad de comprender nuestro pasado inmediato y proyectar, sólida y coherentemente, nuestro futuro cultural, nuestra voz e imagen en el mundo del mañana, con la conciencia de que somos tradición y modernidad, conservación y cambio, ruptura y continuidad. Luces y sombras en la tridimensionalidad humana.

El estudio y la difusión permanentes de las imágenes historicas y los productos artísticos de Diego Rivera y Frida Kahlo nos han permitido conocer y revalorar a otros artistas de esa época, quienes también aportaron su ser y su quehacer a ese gran todo que hoy conocemos como nuestra cultura nacional. La lámpara guía de Diego María Rivera Barrientos nos ha llevado a descubrir a artistas mexicanos casi olvidados, entre ellos Rosario Cabrera. Rastreando las huellas del pintor guanajuatense, nos acercamos a la compleja realidad social, cultural y económica en la cual el muralista desarrolló su arte. Y al conocer ese entorno, hemos podido comprender con objetividad el genio indudable del maestro, pero también ha sido posible penetrar en el conocimiento de hombres y mujeres, quienes, sin poseer las cualidades sobresalientes de nuestro personaje orientador, aportaron su trabajo y sus capacidades a esa construcción colectiva que es la cultura de un pueblo.
Cuando se inició el proyecto Rosario Cabrera: la creación entre la impaciencia y el olvido, la pintora era, para todos los participantes, un enigma.

Después de una detallada investigación documental y de campo, dirigida con acierto por Tomás Zurian, curador invitado, la creadora continúa siendo un misterio por revelar en su totalidad. Aclaro que no pretendo decir que la investigación histórica haya sido deficiente o fallida. Por el contrario, pienso que hemos hallado un personaje fundacional de la pintura mexicana de este siglo: una mujer compleja, contradictoria, intensa y difícil de comprender, porque poseyendo capacidades indudables para la expresión de sus sensaciones, pensamientos y emociones a través de la pintura, circunscribióo su impaciente actividad creadora a unos pocos años. Cuando Rosario Cabrera decide abandonar la pintura, se entrega monacalmente a la vida familiar y a la anónima actividad de hormiga constructora que es la enseñanza artística dirigida a jóvenes y niños.
Fue una joven artista exitosa, una alumna distinguida de la Academia de San Carlos, un talento protegido por sus profesores. La primera pintora mexicana del siglo que expuso su obra plástica en el París mitico de los artistas modernos. La única mujer que tuvo sucesivamente a su cargo la dirección de dos de las históricas y polémicas Escuelas de Pintura al Aire Libre: Los Reyes, en Coyoacán, y Cholula, en Puebla, donde se descubrió como una extraordinaria promotora de sus alumnos y una apasionada instructora de arte.

Contrariamente a Frida Kahlo y María Izquierdo, Rosario Cabrera se instruye rigurosamente en los espacios tradicionales de la Academia; pero, como a ellas, su paradigmática sensibilidad la sumerge en el inagotable mar de rostros, tradiciones y temas populares. Rosario fue hechizada por la belleza y la laboriosidad indígena, por el silencio y la melancolía de estos seres que le descubrieron la antigüedad del rostro de lo mexicano.
Rosario Cabrera, la impaciente, la amante de la libertad y la aventura, es una joven multifacética, rica en contrastes y texturas. Misteriosa y seductora, impredecible, crea una obra abundante y significativa en quince anos de trabajo apasionado. Produce óleos, dibujos y grabados. Imágenes del México que descubre asombrada con esos ojos azules de jovencita que arde en la hoguera de las contradicciones religiosas y morales. La obra plástica de esta mujer de la modernidad está marcada por los vientos de la libertad y la búsqueda del ser, por la reflexión catartica que explota en líneas y colores educados, en imágenes de asombro y pasión.
La muestra Rosario Cabrera: la creación entre la impaciencia y el olvido ofrece los resultados creativos de esos pocos años de entrega total al ejercicio voluntarioso de la sublimación de la realidad y a la manifestación de las ideas y pensamientos que pueblan el yo que se expande a través del arte.


La exposición es compendio y relato de la existencia de una mujer que fue explosión creativa y silenciosa labor pedagógica. Inestabilidad, cambio y, posteriormente, quietud, comodidad y ocultamiento. Porque en el pequeño y fragil cuerpo de Rosario convivieron dos mundos contrarios que se comple mentaron dialécticamente: el ser y el no ser, el yo y el no yo, el ying y el yang, que en su lucha permanente e infinita generan los cambios del universo y del ser humano.
En dos espacios habita temporalmente el espíritu rebelde de Rosario Cabrera: el Museo Mural Diego Rivera y el Museo Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo. En ellos están las luces y las oscuridades de esta mujer de vanguardia. Los montajes museográficos se complementan y dialogan. Son el resultado del esfuerzo conjunto de dos organismos culturales del Instituto Nacional de Bellas Artes dedicados a la preservación, el estudio y la difusión de la creatividad del sapiente sapo-rana y sus contemporáneos, como es el caso de la pintora de los enigmas y las contradicciones, de la creadora que se entregó a plasmar el mundo al aire libre y, posteriormente, se enclaustró en la monocromía de la vida cotidiana.
Rosario Cabrera no es un personaje agotado en la primera incursión, sino una veta abierta a la destreza de nuevos investigadores y especialistas del arte. No se ha dado más que el primer paso en un camino rico en sorpresas y tesoros enterrados bajo el polvo del olvido. La pintora enigmática espera impaciente ser conocida y recordada, interrogada y oída, vista hasta la desnudez de esa alma suya que cimentó las bases para las artistas mexicanas del próximo siglo.

BLANCA GARDUÑO PULIDO
Directora del Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo
Enero de 1998

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