Quezada Abel Fecha de Nacimiento(Defunción):Monterrey NL (1920.1990?) Abel Quezada nació el 13 de diciembre de 1920 en Monterrey, Nuevo León. Debutó como caricaturista en Paquín en 1936 y ese mismo año trabajó también en las revistas Ídolo Rojo y Máximo Tops. Comenzó su carrera como caricaturista editorial en el periódico Ovaciones aunque alcanzó la cumbre en Excélsior cuando Julio Scherer era el director. También publicó en Novedades. Pintor, ilustrador y humorista excepcional, don Abel publicó siete libros: Cartones (1958); El mejor de los mundos imposibles (México, Mortiz, 1958); El Mexicano y otros problemas, Imágenes de Japón (México, Mortiz, 1972); 48,000 kilómetros a línea (México, Mortiz, 1973); Los tiempos perdidos (1979); Nosotros, los hombres verdes (México, FCE, 1985) y El Cazador de Musas (1985). En 1946, el joven Abel se fue a Nueva York donde ganó un concurso mundial de cartel para anunciar un dentífrico. En el 47 empezó a trabajar para un empresa promotora de espectáculos que le asignó una oficina en el área de camerinos de un teatro en Broadway, gracias a lo cual se aficionó a la ópera y al saxofón. Entró a Excélsior en 1956, periódico en que vivió su época de oro como caricaturista. En ese diario se popularizó El Charro Matías -que había nacido en historietas que publicaba desde antes- y nacieron personajes como El Tapado y Don Gastón Billetes. Tras el golpe de Luis Echeverría a Excélsior, Abel Quezada salió del diario junto con Julio Scherer. En diciembre de 1976, fue nombrado director del entonces Canal 13, cargo en el que duró menos de un día, puesto que fue destituido después de su discurso de toma de posesión. En 1977 fue contratado por Novedades, diario en el que sentía que nadie lo leía. Por ello, don Abel pintó en uno de sus cuadros, en el costado de un tren y como si fuera publicidad, la leyenda: "Por favor, lea Novedades". Pasaban los años y Abel Quezada seguía ganándose su lugar en la historia. Así, en 1984 rompió el récord de entradas del Museo Rufino Tamayo, donde presentó una exposición de sus trabajos periodísticos y algunas de sus pinturas. Después, en el 85 organizó otra muestra con todas su pinturas en el Museo de Arte Moderno. El ya para entonces legendario caricaturista se retiró de la actividad periodística en abril de 1989 con una serie de seis cartones que publicó el mismo día en todos los diarios de la república mexicana. Es mismo año, la revista Artes de México dedicó su edición de invierto a la obra del caricaturista regiomontano. Como él mismo lo reconoció alguna vez, Abel Quezada no era un caricaturista propiamente dicho porque no le gustaba hacer retratos caricaturizados, era más bien un "novelista en el país de los cartones" como lo llamó Carlos Monsiváis. Alberto Ruy Sánchez resume en unas cuantas palabras la trayectoria profesional de don Abel Quezada: "Su carrera como dibujante periodístico ha sido sin duda una de las más brillantes en nuestro país, si no es que la más destacada. Sin dejar de ser un periodista o comentarista corrosivo, se convirtió en una personalidad del medio artístico e intelectual de México, un hombre lleno de leyendas e historias. (...) Reconocido ampliamente por su obra, Quezada está más allá de los vaivenes burocráticos que él mismo caricaturiza con sus cartones". Es precisamente en sus caricaturas donde destaca el sueño que tenía para su país: una nación en la que la justicia fuera respetada, donde los políticos no se dedicaran a robar y donde los pobres se esforzaran por salir del hoy basado en esfuerzo y preparación. Como pintor, don Abel desarrolló un estilo de línea sencilla, sin complicaciones ni rebuscamientos: disfrutaba del color y no le tenía miedo, lo que le permitió plasmar en sus cuadros la misma alegría y luz con la que veía y trataba a la vida; sus pinturas vibran y transmiten energía. Apenas el año pasado, en el mismo recinto donde triunfó como expositor por primera vez -el Museo Rufino Tamayo- su viuda presentó una exposición con sus mejores trabajos periodísticos y pinturas, llamada Nosotros los hombres verdes. Este mes se cumplen diez años desde que nos dejó víctima del cáncer. Para quienes lo conocieron y trataron parece como si fuera ayer, pero para quienes no lo tratamos y lo conocemos por su obra y sus amigos, pareciera toda el tiempo, toda la vida, la misma ingrata que se lo llevó cuando todavía tenía muchas risas por pintar. |