RAMIRO AGUIRRE

Nace en Arandas, Jalisco, el 22 de mayo de 1960. Escribe porque sí, desde hace veintitrés años. Formó parte de talleres de creación en Guadalajara, donde radica y acreditó la profesión de abogado, que desempeña. Robando horas al sueño logró concebir unos mil textos, que nunca rebasaron el estatus de bocetos para posibles poemas futuros. “Con el borrador se escribe”, escuchó decir a alguien. Por ello se aplicó a desescribir lo escrito, mas siempre fracasó: lograba rescatar un verso válido entre sin cuenta que valían un pepino. Al desescribir siempre pensó —inocente— que escribía, cuando no hacía otra cosa que constatar sus límites. Los pocos poemas que armó con los versos indultados de la sistemática degollina perpetrada por sí en sus textos, adolecen de falta de unidad semántica. Publicó dos libritos y unos diez poemas en revistas. Los restantes cuarenta (poemas, no libros) que considera publicables y se atrevería a suscribir, permanecen inéditos. Para explicar su magra producción piensa en Kavafis, Rulfo y Gorostiza. Lo sabe ahora: los poemas se escriben, el poeta es sólo su instrumento. Sigue escribiendo, desescribiendo y rescribiendo porque sí. Sin pose afirma ser incapaz de dejar de escribir.

Libros de poemas: Huellas en la niebla, Guadalajara, Mala Estrella Editores, 1995. Astillas de agualumbre, Guadalajara, Secretaría de Cultura de Jalisco, 1995.

 

ACUMULADA PALABRA, DEL NACIMIENTO
a la muerte
somos lo que escribimos.

Eterna realidad, milagro,
se basta para defenderse o explicarse
el poema

Nada le muestran sus visiones,
sabe apenas nada
lo que escribe el poeta:
ignora por qué lo escoge
el poema
como el árbol ignora
por qué frutan sus ramas.

¿Debe de explicar la caña el sabor de su savia?
¿Qué demiurgo desde el fondo
sin fondo de la piedra teje el brillo del diamante?

¿Qué puede explicar el poeta
al relámpago que desgaja la noche
que no esté dicho ya
en ese vertical instante?

¿Cifra un sentir o existir el poema?
¿Hay alguien ahí?

NADA TE DARÁ ESCRIBIR UN POEMA.
A ningún lugar llegarás.
No hay Ítaca. No hay camino.
Habrás de inventar el tuyo.

No alivias el aburrimiento de los días,
ni conquistas la estima de los otros,
ni el amor, ni el pan.
El mundo no cambia, y nadie defiende tus versos.

No ahuyentas el cansancio de tus hombros machacados
ni entiendes el lenguaje de las olas;
los pájaros no cantan para ti
porque hubieses escrito un poema.

No evitas tu muerte.

La poesía no hace nada por ti ni por los tuyos.
Nunca retribución obtendrás: abismos.
Te señalarán: “ese malparido escribe poemas”.

Cuando estés en medio de la noche
solo con tu alma
y sientas tu respiración al ritmo del universo
entenderás lo único que la poesía puede darte.

HABITADO POR LA INDEFINICIÓN,
la nada,
solo, pensativo y rodeado
de libros que no he leído
y forman, si acaso,
un camino a transitar antes de morir;
estoy aquí: reinicio mi vida,
continúo el poema que todos,
cada uno a su manera,
escribimos.
La vida, en ocasiones, no deja vivir;
pero siempre alguien escribe,
lo que a él toca
de ese poema
de todos.

Oficina

DE PIEDRA EL AIRE,
la soledad glacial;
todo, desierto inmenso.
El espacio está rígido;
el tiempo, suspendido.
Un gran rumor de tedio
anestesia las horas
y nos sigue
por dentro.

MARGARITA HERNÁNDEZ

G
uadalajara, 19 de agosto de 1960.
Bendición o maldición, soy fruto de dos culturas y dos países. Mis padres me trajeron a Estados Unidos cumplidos los siete. Desde entonces y hasta la muerte de mi padre a mis veinte, las vacaciones de verano las pasé trabajando con mi familia en el campo y en las “pizcas” del norte de California (y el estado fronterizo de Washington). Mi vida tiene algunas constantes: el ir y venir de uno a otro país; la vivencia del abandono y la soledad, y el desencuentro y el reencuentro con todo aquello y todos aquellos que me definen.
Hija de campesinos michoacanos, soy guadalajareña. Para orgullo de mi padre, hasta donde sé soy la primera de incontables generaciones anónimas en ir a la universidad. Estudié en la Facultad de Psicología de la Universidad de Guadalajara, para terminar no ejerciendo el psicoanálisis, que fue lo que me llevó allí en primer lugar. En ese tiempo, para mantenerme, trabajé el turno nocturno como correctora de El Occidental.
Con todo esto, sigo sintiéndome guadalajareña en el exilio. A México y a Estados Unidos los vivo con intensa ambivalencia. Por eso decía que maldición o bendición, soy fruto de ambos países. Bendición porque hablan de mí Carly Simon y Astrid Hadad, Lucha Reyes y Billie Holiday, Pedro Infante y Louis Armstrong. Mis himnos personales son una canción de Paul Simon (“I am a Rock”) y otra de José Alfredo (“Alma de acero”). El mariachi, el bueno, como el tequila, se me anida hondo en el alma pero el blues se me anida en el mismo sitio y en la misma medida (será por eso que a mí me aparece afortunado el experimento de Betsy Pecanins). Maldición porque en ninguno de los dos estoy totalmente a mis anchas; me he “agringado” demasiado para México y soy demasiado mexicana para Estados Unidos.
Vive aún mi madre; tengo una hermana casada y con tres hijos, y tengo una hija. La milagrosa presencia de mi hija en mi vida me hace humilde y digo (yo la ex atea) que ella es prueba de que Dios seguro me ama.
Para escribir (y pintar), hurgo en el tiempo para hacer tiempo. Así han surgido los siguientes versos de mi libro inédito Mujer rota y continente.

 

Infusión de flores amarillas

HUELE A INFUSIÓN DE FLORES AMARILLAS DE LOCURA AÑIL
de frutos acres madurados en dos ciclos y en dos lenguas

bébela, mujer en ruinas, bébela y vomita:
arañas dromedarios libros huesos nidos de pájaros músicas
escaleras pesticidas frutas recién cogidas del árbol cucarachas
leche hervida puercos muertos piedras vueltas molcajetes
arroyos secos con mierda nixtamal moscas
mosquitos sanguinarios amaneceres hostiles meados de borrachos
voces estridentes árboles quemados por el sol rebozos deshilachados
hostias sin bendecir enaguas enlodadas alacranes colorados zapatos
manteca matrices y ovarios penes y testículos escleróticas amarillentas
flores marchitas cántaros sin agua conchas y cuernos

bébela, mujer recinto, bébela y vomita:
niñas vejadas en lo oscurito niñas pendejas
niñas inútiles niñas obedientes niñas sin cerebro
niñas sin lengua niñas de ojos desmesurados
niñas aterradas de tus pesadillas
niñas ultrajadas mientras a ti te ponen una pistola en la sien
niñas con la entrepierna cubierta de semen y los ojos vacíos
niñas temerosas del diablo niñas a las que les chingaron la madre
niñas con el alma muerta muertas de miedo
niñas comevergas niñas petrificadas
niñas con el culo adolorido
niñas agazapadas en viejas gordas y cuarentonas
niñas pegajosas niñas estorbo
niñas asombradas ante el espejo niñas esperpento
niñas abandonadas

bébela, mujer desollada, bébela y vomita
vacíate, huella de mujer, y ábrete de piernas
embrócate
tu locura busca su lugar

El amor se tiende y agoniza
[miércoles 19 de septiembre de 2001, dallas]

i
MANDE YA AVISAR, MUJER. ES URGENTE.
No olvide a ninguno: Sabines, Jorge, Violeta,
Víctor, John; Pablo que llegue con Paz.

Conviene que tampoco falten Pedro, Julio y Amparo;
es infaltable José Alfredo con tequila y guitarra,
mándele decir que de una vez se traiga a Cuco y Javier.

¿Podrán venir Alfonsina y Virginia?
Ay, por Dios, que no falten Agustín y Rulfo,
pídales que traigan los cigarros.

No olvide los cirios y las flores:
sólo alcatraces y cempasúchiles.
Pida también azúcar, canela y café.

Alrededor del lecho de sábanas blancas
ponga sillas y mesas para los dolientes.
Hasta aquí su papel de anfitriona.

Aunque no rece, mujer, busque un rosario,
búsquelo de cuentas negras engarzadas en metal oscuro;
le servirá contar sus cuentas de doce en doce.

ii
EL AMOR SE TIENDE Y AGONIZA.
Mujer, cúbrase la cabeza con mantilla negra.
Lleve con cuidado esa rosa roja en sus manos.

No cierre los ojos ni se ocupe de cosa otra,
prepare la vieja vasija de barro;
dentro de poco verá la rosa en corazón desmenuzado.

El amor yace moribundo, ¡ay!
¿Qué pueden decir ahora, poetas y cantores?
Hablen, alcen la voz, aspiren el humo, eleven las copas.

Hablen de este dolor diseminado
por todos los campos yermos del alma viuda.

Canten pesarosos de esta aflicción que corona
con moños negros los dinteles de puertas y ventanas.

Hagan un recuento de cuando sano y diáfano
el amor se vertía en las risas y en las manos.

Digan las veces que sobraban las palabras (sus palabras, poetas todos)
porque el amor mudo todo definía.

Cuenten las noches de ternuras y calideces plenas,
los soles conquistados con los brazos enlazados.

Expliquen la llegada del hartazago y del hastío,
cómo se fueron acomodando en telarañas y resquicios.

iii
SILENCIO, FANTASMAS, SE PREGONA YA LA INMINENTE AUSENCIA.
Se carga el aire de inviernos y soledades en el destierro.

Ella sola maja el corazón que lleva en las manos.
Su sufrimiento le cincela ese rostro que hoy estrena de vieja nueva.

Mujer, acércate, el amor te tiene sus últimas palabras:
“La amplitud de tu dolor es la amplitud de la riqueza que te di”.

MARÍA LUISA CASTILLO MAGAÑA

G
uadalajara, 22 de agosto de 1960. Las imágenes llegan a mi mente en desorden al escribir lo más importante de mi vida: los primeros recuerdos son sensaciones, sonidos, imágenes elementales del pueblo de mi abuela. El venir de una familia numerosa (diez hermanos) y tradicional, definitivamente influyó en la persona que ahora soy. Los recuerdos de la escuela que me gustaba mucho. El espejo enorme que me devolvía siempre la imagen con sus cambios.
Ramón, mi padre, que viajaba mucho y mi madre que se quedaba en casa cuidándonos; un padre complaciente y dador y una mamá como una presencia cierta. Angélica como su nombre. La influencia de mis hermanos mayores que escuchaban el rock de los sesenta (año 60: nací un 22 de agosto, en la ciudad de Guadalajara) con Los Beatles siempre presentes, la información del socialismo en la prepa (en la Escuela Vocacional), mi encuentro con la ciencia-ficción en la adolescencia, que me fascinaba, mis primeras experiencias en la prepa, el grupo donde cantaba canciones de protesta y los viajes a Cuba. Salir de mi casa en mi primer departamento a los 23 años, mi búsqueda personal en la meditación.
Mi gusto por el canto, gracias a mi mamá, cantarina de siempre (las canciones de Serrat), y cuando la poesía me encontró fue tratando de escribir artículos serios de psicología, carrera que estudié en la Universidad de Guadalajara Mi afán de conciliar la poesía y la psicología (que, creo, van hacia la búsqueda del ser) convergen el entrar al antitaller de Raúl Bañuelos en 1992. Esa constante continuó mi búsqueda después en los talleres de Carmen Villoro, Patricia Medina y Francisco Cervantes, y actualmente sigo trabajando en éstos mis dos amores: escribiendo, leyendo, estudiando, y en la maestría en Terapia Gestal.

Libros de poemas: Todo pasa en Gaia, Guadalajara, Sextante, 2001.

 

Sombra

LA QUE ESCRIBE NO ES MI SOMBRA ENTERA
sino una gota de la sombra de todos
hecha tinta
esta sombra que se alarga ante lo triste
se acomoda en los rellanos de las puertas
se viste de borracho
que arrogante habla de Bukowsky
aparece en la crueldad del niño,
en las mentiras de las madres
en el pecho de los muertos
por la guerra
se encoge entre los que huyen
habita en los ojos de las mujeres golpeadas
se funde en la noche
en la sordidez de la zona
cuando los templos se han cerrado
se viste de calma blanca en las pastillas
de los suicidas

EN LA INDIA UN HOMBRE ESCRIBE
un poema sobre las imágenes
en las perlas
que se contienen
unas en otras;
el fantasma de Freud
danza sobre Argentina
mientras el clima acaba con una nación;
una paloma
picotea la cabeza del Papa
y Dios con sus hilos dorados
juega a ser Dios.

AHORA, HOMBRES Y MUJERES ESCRIBEN,
reciclan nombres
ahora, mi madre dormita en la terraza
y un pájaro se baña en la fuente
y el viento despeina la melena del árbol
cruza un avión y salgo de mí;
y el mundo está inmerso en el caos de mi casa;
proceso más que palabra
un soldado toca el piano en Rusia; en medio de la batalla
la gente busca refugio
de los temblores;
las buganvilias cuelgan en este jardín
veo a los niños
que extienden sus manos
como arbustos que buscan el cielo
los ancianos siguen sentados en parques,
indiferentes o ensimismados,
y las palomas aletean ciudades;
veo ahoras, ahoras,
ahoras.
Como semillas.

I

EL TIEMPO SE DESLIZA SOBRE EL AGUA;
la ballena abre sus fauces
junto a los arrecifes
que se mueven al nivel del mar.
soy Jonás dentro de ti
tanta oscuridad me asusta
enciendo un fósforo
que apaga la humedad de tu vientre;
afuera, el universo,
montañas de agua,
se diluye el pequeño rayo
que perfora el azul profundo.
aquí, todo es vacío
útero,
vientre pardo.

CELIA DEL PALACIO MONTIEL

N
ací en México, DF, el 28 de octubre de 1960. Siempre supe que tenía que escribir. Desde niña escribí cuentos sobre princesas mayas, además de poemas sobre los viajes por las extensas planicies del centro de México. Luego, en la adolescencia, ya en Guadalajara, escribí historias de amor. Historias eróticas que me ganaron lectoras atentas en las clases de la secundaria y la desconfianza de sus padres. Al salir de la prepa, había escrito una novela de cinco tomos (como quinientas páginas) y un centenar de novelas cortas.
Entré a la Facultad de Letras y ahí escribí mi primera novela “en serio”, que afortunadamente no se publicó. Siguieron las investigaciones sobre historia de la literatura en Jalisco, las malas y buenas compañías, el regreso a la poesía. Gané un premio escolar. Desde entonces intento escribir una novela histórica. Para ello me dieron la beca Jóvenes Creadores del Fonca, en 1990. El personaje principal de esa historia me persigue desde la Guadalajara del siglo XIX aún hoy. He escrito más de mil páginas de esa novela que no logro concluir. Entretanto, he escrito cinco libros de historia de la prensa en México, he publicado poemas en revistas mexicanas y extranjeras y algunos cuentos en revistas virtuales y he ganado otro premio de poesía. Entretanto, conseguí un doctorado en Historia y me desempeño como investigadora en la Universidad de Guadalajara.

Libros de poemas: Espirales, Culiacán, El Mimeógrafo del Fauno, 1989. Otra bugambilia en la ventana, México, DF, Fonca-Universidad de Sinaloa, 1995. Espirales del deseo, Xalapa, Nosotros, 1999. Manantial de arena, Guadalajara, El Ángel del Deseo, 2000.

 

Las Momias

NOS DESPOJARON DE LA DIGNIDAD DE NUESTRA MUERTE
Nos exhiben en cueros
Las vergüenzas de fuera
Piel y dientes
Lengua y uñas
Flácidas barrigas, ajados senos
Miembros colgantes
Y pelos.
Muestran el grito eterno
En que se nos convirtió la cara
Exhiben sin pudor nuestros tumores,
Nuestras grietas,
Nuestros hoyos:
—cuencas vacías,
balazos añejos, dientes perdidos—
nuestras miserias.
Rastros de sangre
Una media.

Vienen a vernos
las momias vivas se horrorizan
de su futuro.
Regresan a su mundo tratando de olvidarnos
Negando la certeza de la muerte.

Parto de iguanas

¿Y SI SE ME OCURRIERA
Comenzar a parir iguanas
Como a la mujer en el cuadro de Toledo?
Miles y miles de iguanas
Con piel de terciopelo
Engendradas
De tu olor y sabor del trópico
Engendradas
De tanto silencio
Escondido
Detrás de las palabras.
Iguanas dulces
Como aves de la selva
Y sirenas aladas
Y estrellas de diamantina
En una noche de diciembre
Nomás por sorprenderte
Por borrarte la sonrisa
Tambalearte
Y tambalearme
Las certezas
Nomás por hacer de nosotros
Otros
Polen y diamantina
Convertidos en susurro
Y piel de bronce.

Obituario

LA SOLEDAD HA MUERTO.
Sólo queda su fantasma en el espejo.
Como a Mambrú la llevan a enterrar,
en la cripta de un castillo
donde doscientas vírgenes
cantan a coro los salmos olvidados
de los frailes heréticos
quemados en la hoguera.

La soledad ha muerto.
Los bufones saltan los aros de fuego
y escancian el vino,
la peste se instala extramuros.

La soledad se murió una tarde de verano
profiriendo juramentos
contra la inmunidad del papa
y la virginidad de la virgen madre.

La soledad murió gritando
que es todo menos pura,
murió diciendo que no se acuerda.
Murió pidiendo que volviera la infancia,
los juguetes amados, las ventanas.
La soledad murió sonriendo en sueños.
Abrazada por fin del ángel del pecado
Abrasada por fin del último deseo.

Postales de Recife

I
CUANDO REGRESE A MI CASA, RECORDARÉ QUE EN EL
aeropuerto Guararapes de Recife en Pernambuco una mujer
obesa reparte información turística y se aburre.
Recordaré que en Praia Piedade un taxista oye alabanzas
y toma lecciones de inglés en sus ratos libres. Tiene información
precisa de los edificios coloniales.
Recordaré que en Santiago de Chile, un hombre con ojos
de jade se hace las mismas preguntas que me hago yo a diario.
Recordaré que en Lima, Perú a un señor que sabe de vinos
le gustan los gatos y hasta conoce a Monsiváis.
No sé muy bien cómo me transformará recordar estas
cosas cuando vuelva a mi casa: tal vez me haga bien, tal vez
me haga otra persona, tal vez me sirva de consuelo el día en
que tu cara sea sólo otro recuerdo.

II
Un gato maúlla amarillo en la sombra puesta a secar de un
templo colonial.
La cerveza del mar a media tarde se vierte en los tarros
recalentados de las calles.
Los peces congelados en batik tiemblan en
tendederos ondulantes.
Las fachadas de madera se regalan en las tiendas.
Una flor de oro susurra el ritual del Candomblé en Olinda.

III
Observar
ir posando la mirada en las fieras interiores
hacerlas tropezar.
Observar,
hacer polvo de estrellas de las piedras de la luna
hasta poder tragarlas.
Analizar
para perderle el miedo
a la boa disecada en la memoria.
Domar al tigre ciego
que choca contra la jaula de las costillas.
Después de la tortura
la incomprensible fiera
de sus cenizas renace.
Le aúlla a la luna de tu cuerpo
temblorosa de deseo.

CUAUHTÉMOC ÍÑIGUEZ PARADA

N
ací a las tres de la tarde, hora algo incómoda, del 15 de noviembre de 1960, en la ciudad que siempre está a flote: La Barca, Jalisco. Cuando nací, el río Lerma aún llevaba agua y era normal que inundara mi ciudad, ahora ya ni siquiera la baña.
A temprana edad, es decir a los ocho años, me dio por las artes, comencé por la típica declamación de festival escolar y luego caí al teatro de escuelita.
Por ahí de los diez años fui a parar a las pastorelas y obritas de parroquia, lo que terminó de lanzarme al mundillo del arte. Luego nada más fue cuestión de irme enrolando en diversos grupos por los que transité de pelo largo y protestas al hombro. Así fui a caer al Centro de Educación Artística del INBA de donde salí en el año de 1981. Los municipios de Jalisco y algunas ciudades de los estados de la república me vieron pasar lo mismo bailando con la compañía Integración de Danza Contemporánea de la Universidad de Guadalajara, con la compañía de teatro La Sagrada Familia, con la compañía de mima y pantomima del Departamento de Bellas Artes, con la compañía de teatro El Nigromante del INBA y con mi propio grupo: Arte%.
En la literatura caí por ahí en el año 1979. Empecé publicando en la revista Adrede y luego pasé por panfletos y trípticos, hojas literarias, y recitales en El Ágora, hasta que en el año 1995 obtuve el premio de publicación de obra convocado por la Universidad de Guadalajara, con el libro Sobre la hierba y otros cuentos.


Canción de amor

HOY VENGO A HABLARTE CON LA VOZ DE NIÑO,
Con la misma que acompañaba los juegos compartidos contigo,
Con esa voz antigua que gritaba “declaro la guerra” y salía huyendo despavorido hacia ninguna parte,
Con ésta que ha de coronar tus cantos nomás por casarse a tus palabras.
Te dejo la voz al pie de tu cama para que te cobijes si sientes frío en el verano,
Para el invierno ya tienes mi cuerpo y mis manos llenas de recuerdos,
Te la dejo a la sombra de aquel pino en el que contabas antes de buscarnos,
Ahí donde volvíamos a hacer sonar tres golpes que milagrosos nos salvaban.

Vengo a dejarte mis sueños vírgenes, aquellos que aún no vienen a mis ojos,
No para que te ayuden a soñar, eso lo haces perfecto,
Sino para que los acompañes y yo pueda sentirme acompañado,
Para que les enseñes cómo se nace a la realidad y cómo se vive.

Hoy vengo a dejarte todo lo que espero ser en el futuro,
El pasado mío, ya lo tienes anclado a tu pasado,
Lleno de bares y de bailes en lo oscuro,
Lleno de besos furtivos mientras no mira tu madre,
Lleno de poemas mal escritos pero ciertos,
Lleno de soledad, por cierto, ¿dónde la tiraste?

Hoy vengo a invitarte a irnos al lugar donde somos otros,
Al sitio mismo donde nacen las nubes y los soles que desgastamos diario,
Deja todo como está, no importa el orden o el desorden,
No importa si te ven los vecinos o si el alcalde desea más impuestos,
Toma tu niña, la que ayer fuiste y extiéndeme la mano,
Volemos a la de tres al infinito.

Tengo amigos

TENGO AMIGOS QUE SE AFERRAN AL VASO DE TEQUILA
Mientras cantan gangosos a la musa perdida,
No son tristes sus ojos ni las notas son suyas,
Cantan por divertirse como quien juega a los dados,
A veces se les pasa la mano y se emborrachan,
Ahí es cuando se vuelven dioses corridos del paraíso
Y se meten en la noche a buscarse una pena propia,
Ahí es cuando se saben inmortales y dueños del amor prohibido.

Tengo amigos que sueñan con los ojos despiertos,
Capturan mariposas con sus voces y las derraman sobre la primer mujer que se encuentran,
Sea vieja o joven, eso no importa.

Tengo amigos que son almas parejas,
Son espejo gemelo de mi alma perdida.

LUIS ARMENTA MALPICA

M
éxico, DF, 1961. Radico en Guadalajara, Jalisco, desde 1975.
Soy escritor.
Tengo la carne dura. Los dientes afilados y oportunos.
El hambre es mi estrategia del recuerdo.
No saqué de la casa de mis padres cuchillos ni juguetes. Dejé su mesa
intacta.
Mi máscara, en el clóset, como otra ingeniería.
“Mi corazón es la ciudad más grande que conozco”.
Radiqué en sus orillas largos años.
Anduve varias cuadras de regreso antes del timbre.
Madre no se asomaba. Me escondía.
Padre tuvo un infarto.
Cuando salió la luna, comencé la carrera.
A los casi treinta años, de lo oscuro de mí, traje a la luz mis íntimas
conjuras.
Este verso es la costra que me dejó el asombro.
Revancha lo que pienso con lo que hice; con padre y madre que amo.
Estos versos, una estrofa —quizás—, reconcilian la sangre con la llaga
y con el brazo, el cuerpo, la humanidad y el mundo.
También saben de Dios. Y Dios lo sabe.
Dios es un mosco grande que me zumba.
Y esta casa es el charco que lo anida.
Este Dios (casi un verso, al decirlo) me tiene de tal manera atado
que me ha dejado libres los poemas.

Libros de poemas: Voluntad de la luz, Guadalajara, Mantis Editores, 1996. Des(as)cendencia / Des(as)cendance, Québec, Mantis Editores-Écrits des Forges, 1999. Vino de mujer, Guanajuato, Ediciones de La Rana, 2000. Ebriedad de Dios, Tabasco, Monte Carmelo, 2000. Luz de los otros, Ciudad del Carmen, Ayuntamiento de Ciudad del Carmen, 2001. Ciertos milagros laicos, Guadalajara, Mantis, 2002. Mundo Nuevo, mar siguiente, Monterrey, Espejo de papel, 2003.

 

Ciudad de mar interno
a mis padres y hermanos

YO FUNDÉ ESTA CIUDAD A LOS QUINCE AÑOS:
qué lentos, tibios ojos conquistaron la piedra
levantaron un muro, fundieron la argamasa
con el pecho caliente de quien llegaba
a ciegas, tropezando su cuerpo
con la vida.

Concebí esta ciudad contra mi vientre, como una madre
indómita y soltera.
Nodriza de estas calles
quién pudiera decir que no son mías
si han secado mi pecho con la sed portentosa
de los recién nacidos
si por sentirme madre recuperé mi nombre
las estrellas robadas al insomnio
de cuando rompía el mar en mis cabellos.

Llegué apenas un niño
pero reconociendo el mineral en piedra que cuajaba:
adamita, geoda, piel de víbora y ónix
mercurio y flor del diablo.
Nada salía de mí
sino el polvo antiquísimo que todo lo destruye.
El silencio: aquel ruido interior que tanto duele
hizo en mi paladar su madriguera.
Pero el mar pernoctaba solamente porque se oía en las gárgolas.
Animal de baldío, descendía de mis cejas a los labios.

En la abierta aridez del horizonte
la piedra que encontré era una flor volcánica.
Contra las telarañas del hastío su fulgor parecía
arrebatar los ojos a mi cara.
Entonces me di cuenta que morir es quedar uno
inmóvil, mirando lo que ya no se mueve.

Bajo la lluvia ajena de esos años
¿quién abría su paraguas
quién me ofreció un sombrero?
La ciudad, sobre todo, que cerraba sus árboles
para que ni una gota mojara mis mejillas.
Pero me pongo triste
y no tengo intención de mencionar la lluvia:
son las cosas sin nombre las que dañan.

Ahora soy de cantera: soy la cantera
que cubre con sus trinos
un doble campanario.

Fundamos la ciudad dijo mi madre
sobre nuestros abuelos.
Y porque la nostalgia es un mar que regresa
de las otras ciudades sumergidas
salí a nombrar el mundo y fui nombrado
pájaro aguacero infinito
era el mar, no mi memoria.
Y nadie me esperaba: nadie más
que yo mismo.

Mi madre remarcaba
con su amor inocente
los troncos de la cerca.
¿Cuál árbol genealógico quedó de las astillas
con que ella nos miraba hacer la casa?
Todavía no sabíamos del viento, las tormentas
la tribu de jejenes que habrían de ambicionar
nuestros relictos.
Atrás venía mi padre: soportando la artesa
las hogazas; las migas
del trayecto
nuestros pasos.

El mar era el instinto de una raza
la sangre que nos latía en las sienes.
Y la que no mirábamos (la ciudad, por ejemplo)
había que pronunciarla para que fuera cierta.

En esta fortaleza no ha habido vencedor ni derrotado.
Cuando llegué, llegamos: mi sombra, mi reflejo
las tantas veladoras que traen un muerto ardiente.
Sahumábamos la noche con un coro de espuma:
el rosario inconcluso de amar
el nuevo exilio.

No vayan a decir que no me pertenece, porque entonces
los cuervos de mi vista devorarán sus ojos
y ladrarán mis galgos a tanta piedra suelta
y una mantis enorme invocará el veneno de todas las migalas
que anidan en mi boca
y entonces sólo entonces
regresaré mis pasos
al océano natal de donde
vine.

Hace un mundo de tiempo que esta ciudad es mía:
la he mirado crecer, como a los árboles
hacerse de ladrillos, de gotas que deambulan
de los rojos tejados
hasta la filigrana de algún cancel de hierro.
Mis ojos adquirieron su forma de planetas
al mirarla: girasoles
que siguieron sus pasos en el día;
y en la noche, dormidos, la aguardaban
porque habría de llegar
de una tibia maceta en mi memoria
aquella rosa
náutica.

También nací en febrero.
El amor se me vino como una enredadera
y conocí los rumbos del colibrí en verano
sus breves picotazos a un cuerpo milagroso.
Esta ciudad abierta como una rosa virgen
me dejaba contar mis aleteos, el olor a membrillo
de la noche, la luna de narciso.

Habito lo que observo sin moverme
en el quieto vaivén de los jazmines.
Por mis ojos algún escarabajo sale y vuela:
atisba por los pozos de la tarde, por si la luna asoma.
Una vez que la encuentra, retorna a mis pupilas
con esos resplandores que presagia el insomnio.
No duermo si la noche impredecible niña
derrama su rocío sobre mis manos
por si puebla de grillos y luciérnagas el patio de mi casa.

Nada es desconocido por mis labios
porque cuento la vida
con la voz asfaltada, repleta de motores.
En cambio, cuando la vida cuenta
me dice
esto es lo cierto.
Con tantas oraciones que me caían del alma
vertí amor y ciudad (piedra con piedra)
por casi cinco siglos.

Habito esta ciudad desde mis ojos.
No existe agua tan sucia que la esconda
o que no la refleje.
A veces piedra viva
y en otras rosa en llamas
dejo escapar el humo por sus hombres.

«Mi corazón es la ciudad más grande que conozco»
me oí decir un día. Pero el amor
la piedra en el camino
tuvo que ser labrada y sostenida
para que ella, otra vez, me sostuviera.
Las piedras de mi casa no sirvieron
para afilar cuchillos. Me hicieron rajaduras, moronas
talco rojo.
Qué tiempo tan lejano: la soledad
se fue como una mosca
al entreabrir la puerta. No quedó ni un zumbido
para oxidar los muebles
para habitar la piedra
de voz
pulverizada.
Las paredes eran más que la tierra: los límites del aire.
Del adobe encarnado, la piel amurallada
protegía un centinela en posición de rezo:
¿qué mantis religiosa vino a comer de mí después
de amarme tanto?
¿cuántos betas (igual que un cabo amarra el aparejo)
con sus rojas espinas fortifican mi sangre y mis tejidos?
¿cómo romper el cerco al bogavante
sin que algún cachalote se suicide en mis ojos?

Esto es, sin más, la vida: la parte del planeta
donde los peces nadan, los insectos fornican
y los grandes crustáceos forman otra ciudad
lejos del hombre.
Pero qué hay de la vida en la ciudad
del hombre
si no un montón de moscas y algunas ratoneras.

La ciudad era un gato que maullaba.
Allí quedó el zapato que había de regresarme:
azul, sin agujetas
sin un rastro de chicle que pudiera pegarle
a lo vivido.

Aprendí de los gatos a no ser fiel al hombre.
Una escolta de pájaros anidó en mis costillas.
Alguien fue en mi silencio larga cuerda.
Anclado al papalote de esta ciudad
al aire
¿qué voy a asir de mí
qué de la vida
de lo que no conozco?
Yo tuve una encomienda:
vigilar a los gatos de mi vida.
Pero los quise libres, alejados del techo y de los muros
encendiendo la noche
en sus maullidos.

El humo desde entonces también conquistó el viento:
primero en las hogueras, después en los carruajes
las fábricas
los hombres...

Yo también soy del humo un vástago viajero.
Estoy en los durmientes, porque en el sueño tuve
convalecencia y fuga: nada más animal que el humo
que el hollín, la ceniza...
rescoldos de ciudad en ciudad
inmolada.
Anduve por los bosques
de mi mano.
Mi amor era un serrucho que todo lo partía.
Cuando los ríos de savia colmaron mi antebrazo
intuí que ya era tarde
para morir a solas.
Así que levanté otra enredadera
una cerca de trigo, algunos pastizales.
Y esta ciudad que miro buey echado tuvo para beber
lo que yo tuve
de agua.

A pesar de los sapos que manejan las charcas a su antojo
esta ciudad es casi transparente.

Nada más de beberla, los hombres resucitan.
Cuando tenía quince años, el río de entre las piedras
me fue desconocido.
Hoy resuenan las lajas de la lluvia y corro
con mis manos en cáliz
contenidas
por un poco de arena.
A la ciudad envuelvo en cuatro alfaidas
mis mareas cardinales
para que, al fin, retorne
hasta mi fuente
por grietas y acueductos.
Mis manos cicatrizan los callos del inicio
de ese tocar la piedra y desgajarla
humedecer los muros de una mirada
triste.
No ha nacido la muerte
que me impida escudriñar el agua
en su entrepierna
el levísimo incienso
que viene con los pájaros.
Mi lengua, una llave ambiciosa, ¿en dónde se perdía
que no me recobrará su cuerpo de jacinto?

Amor: eso es el miedo, el desconcierto
en sílabas.
Ser pobre es estar solo
sin otra alma en el alma en donde guarecernos.
Oír caer la lluvia. No mojarnos.
Toda el agua es terrible cuando la sed es nula...
pero la tierra es tanta que en la muerte nos sobra.

La ciudad no comienza ni termina con uno.

Llegué sobre mis pies: no sé de otra manera
de caminar despacio.
Sin embargo al marcharme seré un intruso
anónimo
que se trague la tierra.
La luz en las paredes ocupará la sombra que no se echó
a morir sobre sus versos.

Esta ciudad ya no tiene memoria.
El amor se le evade
como se fuga el humo de la carne quemada.

La ciudad es de todos
los que no naufragamos.
El mar imaginario está en la piel del hombre.
El mar está en los ojos: lo que miro regresa
se va tras las gaviotas.
Las crestas de lo visto se mojan con la lluvia blanquísima
celeste
que rompe entre las nubes.

Entonces Dios existe.
Entonces alguien llora: esta vez de alegría
porque sigue creciendo
lo que mira...
porque sigue mirando lo que crece...

La ciudad es el hombre
al que uno siempre vuelve
de uno
mismo.

Laudes

CREO QUE ESTÁN TUS OJOS
en los ojos de mi padre
bienamado.
En sus ojos, mi abuela
que parece mirar el infinito.

El sol deja los árboles maternos
y al extender sus alas
ahuyenta a aquellos buitres
que me han dicho
morir.
El aire
me hace poner de pie
y abandonar la piedra de la palabra piedra
con la sed de exclamar
el nombre que he guardado
para que llegue el día.
En este sol en laúdes
No caben las palabras
que hacen sombra.
En tus ojos, Señor
miro nacer mi nombre.

DE LA PALABRA PRECISA, EL SILENCIO ES LA MÁS SABIA:

no me atrevo a decir
que la muerte se oculta entre los labios
y aguarda a que la nombre

En el canto hay silencios que no callan

la palabra precisa de la mujer
para que el hombre sea

EL MAR ES LA MUJER QUE ESTÁ CANTANDO:

dobladas sus rodillas
el hombre mira hacia cualquier crepúsculo
y sabe que el silencio no es más que la esperanza
de ponerse de pie
andar sobre la arena
despojarse de todo rastro de hombre
y humedecer sus labios con aquella canción
que lo arrulló de niño

entonces, solitario
dice el nombre de la mujer amada
y se deja poseer por el géiser altísimo
que nace en su entrepierna

El crepúsculo ahoga cualquier otro sonido

EL HOMBRE ESTÁ OBLIGADO A DECIR UNA PALABRA Y RETORNAR AL SILENCIO anterior que había en su nombre.

Ha cambiado la luz y yo he cambiado. Ya no estoy donde estaba (¿qué fue de la placenta de esa lágrima?) La mujer ya no está donde debiera (¿a quién cubre el pañuelo de su mano?). Miro un copo en la nieve y es todo lo que miro. En el hielo se ha venido ensanchando. Siempre que hablo, se extiende. Toma mi propia forma. No es la arcilla en mis manos la que ha forjado al hombre. Es lo blanco del hielo al encontrar la luz. Es una tumba de agua. Conozco su dureza. He reencontrado el reino del que vine. Esto es la luz. Hágase la palabra.

SELENE BUENO

N
ací en Guadalajara, Jalisco, el 25 de marzo de 1961. Tengo estudios de danza: jazz, ballet clásico y neoclásico y danza contemporánea; con participaciones teatrales (1985-2000). Obtuve el diplomado de escritores en la SOGEM Guadalajara en 1992. Asistí al taller literario de cuento de Carolina Aranda en 1993, el Antitaller de Poesía César Vallejo de Raúl Bañuelos de 1994 a 1998; al taller y curso de poesía portuguesa del siglo XX con el maestro Francisco Cervantes en 1997. Con la maestra Carmen Villoro asistí a un curso de poesía mexicana del siglo XX; a uno de literatura española contemporánea por parte de la Universidad de Guadalajara en el CEDUCA, en 1998, y por último al taller multidisciplinario con la maestra Patricia Medina, de 1998 a 2002. Obtuve un reconocimiento en la Semana Cultural Letras 2mil2 de La Sociedad de Alumnos y el Departamento de Letras Hispanas, de la Universidad de Guadalajara, como ganadora del concurso Cuento y Poesía, en la modalidad de poesía, el 31 de mayo de 2002, con el poema “Raíces de la ciudad”. Actualmente finalizo la licenciatura en Filosofía en la Universidad Guadalajara.

Libros de poemas: Esta casa que soy, Guadalajara, Literalia, 2002

 

Casi una casa

TU MIRADA TIENE ALGO DE CASA
de lámpara encendida en la ventana
que restaura los espacios de la noche

yo miro desde afuera tu casa
como un poema límpido
de verdor de palabra
que nace de algún río cercano

si pudiera quedarme
si tuviera el valor de pedirte posada
desataría rompería mis cadenas con esta llave
plantaría un naranjo en tu pecho
y qué pronto
los colibríes vendrían
a abrevar de nuestra agua.

Intemperie

I
LA CASA SE ACOSTÓ A BEBER SUS PALABRAS
dijo tantas casas
que de un solo trago
se empinó la noche

II
YO SOY LA CASA QUE TU BUSCAS
la casa noche
para tu intemperie

Nido verde

A CADA VUELO DE RAMA EL ÁRBOL GESTA UN NIDO VERDE una vértebra de casa que se deshoja en sombras un alimento que danza cuando el viento crece como el ojo que le invento a tu refugio un relámpago de pájaro musgo un aveluz que incendie esta página sonora yedra escrita desde el bosque de tus ojos porque eres el árbol que construye el marco de un paisaje el tallo de la puerta y ventana la mesa la silla y la cama que nos espera desde su balcón para los primeros cantos en una infancia que trepa al mirador de polvo para barrer fronteras orillas sepias que en la raíz galopan su ondulado instante y en el averío de semillas son racimos de polen y savia del árbol casa que me parpadea.

Tres

NO HACE FALTA REPETIR QUE SON TRES LAS TRISTÍSIMAS que no paran de entristecer sus casas a canilla suelta y en el trajín se quedan tronchadas de salitre en la trilogía de ojos que se hinchan uno por uno en el párpado que gotean los techos una más una en el piso inundan sus trenzadas narices y una más para la trizadura que el corazón tridente y amargo de las tres transita en sus tríos y no cesan todas de trinar burbujas que afloran sus piedras en ríos que no repiten la misma treta en la garganta pues gorgorean triángulos nuevos tragedias que escupen sus antiguos tartamudeos jugando a los tresillos con el llanto de tres tiples desafinadas en el lado húmedo de las casas y al cabo de muchas tropelías nadan sus trilces góndolas en casas que se agolondrinan porque al trisar la atarde de tres en tres las tristes nubes lagrimean su melancolía arriba de sus casas.


I

PIERNA QUE ATRAVIESA LA CALLE
uña que surca levantado polvo del pantalón
de la falda de los resumideros de la siguiente cuadra
donde los árboles brotan de las banquetas
como si les mutilaran la tierra de sus dedos por cemento
y se fueran haciendo la idea de andar así
con sus sombreros a esféricas rutas cardinales
Respiran el humo del tráfico que no cesa
de camiones que parecen pájaros carpinteros
hacen de sus nidos públicos hoteles a vapor
sus ventanas tragan hollín
tejen rutas de macetas: jacarandas inundadas de viejas casas
con rejas que se abren para improvisar sus colores chillantes
se meten en la puerta de un ojo
que se hunde en el vértigo de otro
en los cristalinos de los demás
a medias mutilados en el tacto.
¿Acaso para mirarlos se necesita un poco de magia?
Girar en el punto medio de su esfera
abrir vértices
hacia todos los ojos posibles.

SERGIO CORDERO

S
ergio Javier Cordero Camacho nació en Guadalajara, el 25 de abril de 1961. En esa ciudad, asistió al taller de literatura coordinado por el doctor Elías Nandino y patrocinado por el DBA de Jalisco.
Es licenciado en Letras Españolas por la Universidad Autónoma de Nuevo León y cuenta con un posgrado en Docencia por la Universidad de Monterrey. Fue becario de INBA-Fonapas en poesía (1982-1983); del Instituto de Cultura de Nuevo León en narrativa (1987-1988) y de El Colegio de México para el doctorado en Literatura Hispánica (generación 1990-1993).
Vive en Monterrey desde 1984. En esta ciudad y en Saltillo, ha coordinado talleres literarios de creación, crítica y traducción, para instituciones como el ISSSTE, el Instituto Coahuilense de Cultura, la Casa de la Cultura de Monterrey y el Museo de Historia Mexicana. De 1984 a 1992, colaboró con reseñas y artículos de crítica literaria, traducciones de poesía y entrevistas con escritores en el extinto suplemento cultural Aquí vamos del periódico regiomontano El Porvenir. También ha trabajado como docente en la Universidad de Monterrey y en la Universidad Autónoma de Coahuila.
“Por línea paterna, provengo de una familia de músicos y pintores. De la línea materna sé mucho menos, sólo que mi abuelo dedicó su juventud a predicar por los pueblos del norte de México.
Mi padre, colimense, y mi madre, de Saltillo, se conocieron en Guadalajara. Se casaron y tuvieron ocho hijos. Soy el segundo de tres varones.
Muy joven, mi padre abandonó el teatro por la contabilidad y decidió que el futuro de sus hijos estaría en el comercio. Como semejante destino me condenaría a ser gratuitamente el empleado vitalicio de mi hermano el mayor, opté por seguir mi propio camino. Desde los catorce años me dedico a la literatura.
Al morir mi padre dejé la casa familiar. También dejaría la ciudad en que nací, siguiendo el consejo de mi maestro del taller de literatura, el doctor Elías Nandino: ‘Guadalajara es una china poblana que no sabe caminar con tacones altos. Si quieres crecer y madurar, vete de aquí’.
Y lo hice. He pasado la segunda mitad de mi vida en Monterrey. En esta ciudad he logrado, como escritor, cosas que en Guadalajara me hubieran sido imposibles. Aquí conocí a mi actual pareja. Tenemos una hija.
Pero debo admitirlo: escribo siempre con los ojos puestos en mi patria chica, en mis hermanos, en mis padres, en todo a lo que tuve que renunciar para ser yo mismo.”

Libros de poemas: Testimonios del día, Guadalajara, Cuarto Menguante, 1983. Vivir al margen, México, DF, Fondo de Cultura Económica, 1987. Oscura lucidez, México, DF, Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Coahuila, 1996. Luz cercana, Puebla, LunArena, 1996. Sonetos familiares, Monterrey, edición del autor, 2001.

 

Currículum vitae

DILAPIDÓ EN ESTÚPIDOS PROYECTOS
e1 caudal de su ira
y después
miró ante sí una puerta,

Fatigado
tuvo que recargarse
en el dintel de sus cuarenta años
antes de abrir la puerta y contemplar
sus perspectivas.
Más allá, el futuro
el destino —el nombre es lo de menos—
le dieron a elegir
varias salidas:
el corazón que estalla,
la ventana al vacío,
el largo viaje detrás de un escritorio.

Sensatamente,
optó por lo primero.

Revisión de la infancia

1
ENTRA AL CUARTO DE SUS PADRES
y mira, en la penumbra,
el reloj descompuesto.

Luego sale de sí,
penetra en los objetos
y no vuelve.

¿Has oído
ese llanto lejano
por las tardes?

2
A mis hermanos
NO PUDIMOS HABLAR, SER OBEDIENTES
fue nuestra obligación, nuestros deseos
murieron sin mirar hacia afuera.
Tuvimos que escarbar, creamos el mundo en el patio de la casa;
en las cuatro paredes descubrimos que la cal era el único alimento
y creímos haber envejecido: nuestro pelo también estaba blanco.
Pero ahora ¿con qué nos cubriremos?
Alguien prendió la luz y no hubo vida, todo fue un engaño.
No se puede morir si no se vive.
No podremos morir.

3
FALTÉ A LA ESCUELA
y saliste a buscarme.

Le preguntaste a todos por mi nombre,
nadie sabía mi nombre.
Yo cruzaba
la noche por un puente
y miré
las luces de los autos
esperando encontrar
a la vuelta de una esquina
la casa de mosaico y piedra negra
donde vivíamos juntos.

Ahora
sé que la búsqueda no ha terminado:
oigo tus pasos, que no vuelven la espalda,
y tras ellos —muy lejos, muy atrás—
corre ml llanto;
cruzo
por el puente que dejaste tendido
cuando todo dejaste
e interrogo, como antes,
a esas luces que salen de lo oscuro.

Hace mucho que tengo siete años
y no encuentro la casa todavía.

Kagemusha

NO REPUDIO MI SIGNO: ESTUVE SOLO
pero ahora comparto
el dolor de la sombra que ha perdido su cuerpo.
Yo fui el sustituto de El Guerrero
e hice tan fielmente mi papel
que sus seres queridos me amaron
y bastó poco tiempo
para que, sorprendido, me descubriera amándolos.
Aspiré, con el polvo, los hedores triunfales
de su última batalla
y sentí que era él...
Pero no, no era él.
Descubrieron que yo era una mentira,
me llamaron ladrón
y fui expulsado
y vagué por los campos amarillos
como fantasma diurno.
Crucé por las batallas
esperando ser digno del estandarte de Mi Señor
y mi locura hizo que me hundiera en el río
con el agua quemándose en mi pecho.
Y aquí estoy,
fuera ya de la historia,
esperando para lanzar el grito
mientras arriba —en la superficie— se escuchan
los últimos acordes del himno, la derrota.

La bicicleta
A Minerva Villarreal

LA BICICLETA
lanza su sombra al pavimento
—interminable cinta—
como sólo ella sabe.
La sombra crece, se estira allá, muy lejos,
y alcanza la otra orilla;
luego viene y me cuenta
o, si no,
desaparece, se pierde en un suspiro
y otra surge despacio
para cubrir la ausencia
de la sombra que somos mi bicicleta y yo.

Continúo pedaleando,
ruedo vertiginoso,
me trago e pavimento de esta noche;
luego miro el reloj: la una y quince.
Me hundo lentamente por el paso
a desnivel, desaparezco apenas,
pero vuelvo a surgir del lado opuesto
como si así espantara a una parvada
de pájaros chillones
y el mar, atrás, me fuera persiguiendo.

Finalmente, cansado, adolorido,
me detengo a las puertas de la casa.
Dejo la bicicleta en la cochera;
reclino sus manubrios pensativos
—el niquelado brillo de su acero—
y mi propio cansancio
de cara a la pared.

Deseo de raíces
dichoso el árbol que es apenas sensitivo
Rubén Darío

ESTA MAÑANA ALGO SE DETUVO
y muy a pesar mío
espero en un sillón,
deseoso de raíces.

Quiero sentirme árbol
no para dormir
ni para morir menos
—bastaría con echar a la basura
mi endeble filosofía de la vida— ;
simplemente
me duele la cabeza.
A los árboles nunca
les duele la cabeza,
nada saben
de mis antesalas
en sillones cafés imitación cuero
mientras contemplo la miseria azul
de mis zapatos tenis.

Algún día
—sin embargo .
consumiré el pasillo.

Más vale no correr sobre su banda
sin fin. (Por un tropiezo,
el que temía bajarse de la cama
saltó del piso diecinueve.)

Dejará de dolerme la cabeza
y volveré a sentir calor o frío
pero emociones no.
Terminará esta envidia de raíces
donde el árbol espera para darse
y yo para pedir.

Provincias

1
LA LUZ, ATRAVESANDO LAS ARCADAS,
inaugura pasajes y descansa
como si se tendiera en la palma de la mano.

Vengo de una ciudad donde es ciega la carne
y las mujeres escuchan un frustrado caballo de madera
en el triste crujir de sus camastros.

Despierto: las campanas volaron y su eco
es un espíritu que avanza por encima de Dios.

2
NO CONTEMPLES A LOS PERSEGUIDORES DE UNA VOZ QUE FUE SUYA;
no debes saber nunca que miraron tu afluente y se quedaron sin reflejo
porque ese canto dibujaba un ritmo,
un contorno de ola que descubre la cima donde siempre me dejan las palomas,
me persiguen los niños y, al final de la plaza,
tú me esperas.
Amiga, escribamos la historia de ese lugar que duerme en tu niñez,
desanda el empedrado
como si recogieras en tus ojos la humedad de las sombras.
Olvida esas provincias que repudian tu huella.
No podría soportar que nuestro cuarto ya sólo fuera mío
y los ruidos huyeran murmurando por la puerta entreabierta.

3
CUANDO NOSOTROS ESTAMOS SEPARADOS,
en las calles que renovó la lluvia camina la profunda figura de un viajero.
Dormía en los asilos del monólogo —porque no hay otro nombre
para esos callejones donde el frío es una forma de callar y herirse—
y, en el umbral de una sonrisa cándida,
relata los detalles de la autobiografía
con un calor de sílabas tocadas como uvas o senos.
No pregunta jamás si ego te absolvo.
Y cuando se levanta,
cuando nace sola, ciegamente, a caminar desnudo por las calles,
va iluminando los callados sitios donde nos encontramos
con esa luz de litoral propicio a las celebraciones.
Lo sabemos: ha llegado el momento de empezar otra vez.

JESÚS DE LOZA PAIZ

N
ací en Guadalajara, el 21 de agosto de 1961. La casa de mis padres, Porfirio de Loza de la Torre y Jovita Paiz Muñoz, estuvo en Aldama 14, en el sector Reforma. Por circunstancias familiares surgidas a la muerte de mi padre, me crié en el campo, con mis abuelos maternos. Inicié mis estudios de primaria en la escuela rural de una ranchería llamada San Agustín, municipio de Tototlán, Jalisco. A los once años, en 1972, regresé a Guadalajara y terminé primaria tres años después (en 1975, en la urbana 165, colonia Morelos) y secundaria (número 7 para varones, en Lomas de Polanco). Después de terminar la secundaria, trabajé trece años en una empresa comercializadora de pisos y recubrimientos, unos años como ayudante repartidor, otros como encargado del almacén. Después de dos intentos fallidos por estudiar el bachillerato nocturno, decidí ingresar al taller de literatura Elías Nandino, del que fui miembro entre 1986 y 1987. En 1992 gané el premio de poesía Clemencia Isaura, que se convoca en Sinaloa con motivo del carnaval de Mazatlán. Ya escribía poemas desde la secundaria, muy malos y cursis, por cierto. En mayo del mismo 1992 renuncié a la empresa mencionada e ingresé a trabajar como corrector nocturno al periódico El Occidental y, en forma paralela, de día, a la Dirección de Publicaciones de la Secretaría de Cultura. Continué el oficio en Siglo 21 y Público.

Libros de poemas: Cartas halladas bajo una piedra, Guadalajara, Secretaría de Cultura de Jalisco, 1993. Confesión del fugitivo, Guadalajara, Toque de Poesía, 1993. Brindo por la luz, Guadalajara, Sextante de Poesía, 2000.

 

Ve la isla donde el tiempo nos detuvo

RAYADO EL SILENCIO POR EL CANTO DE LA SANGRE,
no pudimos derrotar las auroras,
cancelar el viaje
o mover un milímetro la orilla de la sombra.
El corazón
—zapato del alma—
se gastó la suela muy temprano.

En el último tren olvidamos las maletas
con la ropa todavía sucia de pueblos húmedos.

Arado a campo traviesa

FRENTE A TI, LA PÁGINA BLANCA,
un silencio prenatal,
una calma eucarística
que no te atreves a interrumpir
y, sin embargo,
ronda tus sentidos un deseo muy fuerte
de lanzarte al precipicio.
Parece fácil dentro de ese campo de batalla.
Una catedral erigida durante el sueño
que al despertar es un apretado laberinto de voces,
navegación a ciegas,
guerra del cerillo encendido contra el viento.
Mas todo empieza a ocurrir de pronto,
como si un pez eléctrico
atrapara la punta de la madeja
y desenredara el finísimo hilo
que ata en tu cabeza todas las embarcaciones.

Halo, sombra

BEBE UN TRAGO CONMIGO;
compartirnos es necesario.
En cada cuerpo la soledad correspondiente;
en la mirada tuya
y en la mirada mía,
lo que somos.

La noche tiende horizontes de fuego
como este vaso
que implora luz para reflejarnos.
Y tú al alcance de mi brazo,
fruto de la fe que guardo
bajo esta mesa sin mantel,
alma sola en la palma de mi mano.

Dime tu nombre verdadero
y no serás más desconocida tú que yo.

El niño Netzahualcóyotl

MADRE, CUANDO CREZCA MÁS,
como aquel tule a la orilla del lago,
cuando pueda soplarte a los ojos
y sacarte una basura
con el mismo aire triste
que sale por tu boca;
cuando pueda fabricar una canoa
con el alma errante de tus muertos
para que navegues por la salada neblina...
En fin, cuando crezca, trabaje y gane el mínimo,
podré rentarte una puerta,
una ventana
un cristo
y un poco de patio con una flor de dalia.

 

Plegaria del bracero

LLUVIA DESHILADA,
tierra mamando las tetas al cielo,
alimaña,
viento ensortijado,
vuelo de halcón a través de la tristeza;
arco iris extranjero,
tarde llagada por el canto del búho,
cruz de los que no arribaron más allá del deseo,
corazones en la punta del asta;
en el límite de su amor cristalino,
protéjanme del faro
que hace palidecer a mi sombra.

ENOÉ ERÉNDIRA ZÁRATE

T
epic, Nayarit, 4 de septiembre de 1961.

Libros de poemas: Ellos tienen nombre, Guadalajara, Alimaña Drunk, 1993. Polvo y raíz, Guadalajara, editorial Humo, 2003.

Río tejido

AHÍ HUBO LECHE Y CANCIÓN
gotas de nube y sueño
tierra en dirección al sol de los sedientos

Ahí se abrieron las bocas al amor y al hambre
al cobijo de su sangre bienamada
de bonanza y casa de los mil ensueños

Aquí en este río tejido en la carne
corre el recuerdo y miro
distraídamente aquel espejo
donde mis hijos fueron de gota a nube
un pez
un pájaro
y su vuelo

Ir hacia la luna
Y mientras yo sondeaba aquella mina
De las lunas de la mitología
Ahí estaba, a la vuelta de una esquina,
La luna celestial de cada día
Jorge Luis Borges

IR HACIA LA LUNA
Hundirse y ascender cada vez que la ventana
nos aleja del cromatoso urbano,
esta bestia criminal que nos asila
en laberinto de luz artificial.

Luna es un buen sitio para salir a divagar
por las secretas edades del círculo y sus espejos
y mirar,
y mirar el mar,
sentir el aire,
el sitio privilegiado
donde el pez y el pájaro complementan
su cosmicidad refleja.

Cualquier pájaro

CUALQUIER PÁJARO PUEDE INICIAR EL VUELO
a la edad de su muerte
a la luz desdibujada de unas hojas
o en la persiana al aire
de extremos bruñidos,

sólo sabemos a donde miran las ventanas
cuando un pájaro se estrella contra el aire
y vuelve
y ese hueco por donde mira el lente
captura
nos trae de regalo lo irrepetible.

En el fondo del cántaro
Para Raquel, mi tía Rendón y García

ALLÁ EN EL FONDO DEL CÁNTARO DONDE DUERME NUESTRA TIERRA
y el agua sabe a barro y fresco sembradío,
nace la raíz que nos enreda y nos echó a volar
de bungambilia a malecón desbordado.

En alguna grieta aún está la huella,
los sombreros y chaquetas del hombre que nos guió
por el Verano ardiente,
la mujer sin tregua en el amor,
sus hijos,
los nietos,
y luego otra vez barro,
la raíz y el ramaje de las venas,
el río piel adentro, su cuna y canto.

En ese espacio nos creció la ausencia y cosechamos
este amor de pueblo y flor en la ventana
este amor de madre e hija bienamada.

LAURA SOLÓRZANO

G
uadalajara, 20 de septiembre de 1961.
He estado escribiendo y leyendo poemas a lo largo de mi vida como una actividad independiente de otras a las que me he dedicado. Estudié psicología en la Universidad de Guadalajara. Estudié Artes Visuales en la UNAM, en México. Tengo tres hijos y trabajo haciendo artesanía. Sin embargo es en la poesía donde he sentido un proceso constante de descubrimiento, enfrentamiento conmigo misma y placer ante nuevos alcances.

Libros de poemas: Evolución, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1976. Semilla de Ficus, Tlaxcala, Rimbaud, 1999. Lobo de labio, Guadalajara, Filodecaballos, 2001.

 

(celan)

SEMBRAR A ALGUIEN PARA QUE ESTRECHE SUS TALLOS (DE CEREBRO NOCTURNO)
Sembrar a alguien en la desembocadura de la vía y separar
la construcción de los ejes, de las constantes de los imprevistos constelados.

Selva del sí, selva de la situación, la selva suda.
Se puede subir en síntesis. Alguien hace la síntesis del sol.
Alguien es sembrado en su siembra. Tu raíz de espina en silencio.
Sembrar lo que silba. El sentimiento que suelta su certeza de tajo. Surcos
adentro se empiezan a oír, en la simiente. Separar la simiente del sustantivo.

El sustantivo de alguien ha echado raíz. La rotura impera, la rueda ronda en el rastro.
Separar una acción salvaje, una acción silvestre, una acción que aguijonea en el cerebro
del tallo. Subir a alguien al tallo.

(pisada)

LA INCOMPRENSIÓN DEL PIE DENTRO DEL ZAPATO.
La caja de cuero negro alrededor de la piel.
La piel porosa del empeine plástico.
La infatigable envoltura de la pisada.
El pie que piensa en su palpitación prisionera.
El zapato en la respiración del césped.
El segundo en que el pie, pierde su pasado.
La suela de la simpleza que marcha.
La movilidad del tarso.
La movilidad del metatarso
(inconsciente laguna de calzado)
El desplazamiento de las riendas apretadas.
La planta del pie.
La planta que no se plantea.
La planta sin raíz.

(delonix regia)

EL ÁRBOL HA MUERTO
El tronco ha vivido y ha muerto
Las hojas han caído en el polvo
Las ramas sudan
Las sombras de las ramas y la luz
(La luz del árbol)
La flor de la luz sin árbol
Las emociones arbóreas
Las explosiones ávidas, las ramas
Emotivas se quiebran
Va un árbol a pie como un muerto
Con un susurro de zombi
Va un cadáver superfluo, verde
Como un cadáver vivo, sin raíz
El árbol baja del viento
La voz viene del vértigo
No hay luz como la fronda
Ni fuga como el verbo
El verbo viene del árbol.

(cielo)

SOLAMENTE YO SOY EL SOL, SOLAMENTE EN MENTE,
soy yo el solar sombrío y signo al suavizar
la cita (ser) la senda, el soplo
ensayado en si (¿soy?) sólo suelo
hacer sentido en el surco al sembrar,
siendo incendio, sola
sostengo el sabor o simplemente al Yo
y así sé la sal y su silencio sonoro y cierta mesa
(hermana en la silla de su llanto)
Un sostén sencillo. Solamente yo
lo siento en esta idea del cielo.

(ráfaga)

AHORA ME CUBRO DE PORQUÉS INSATISFECHOS, de preguntas de gancho. Todo el lirio, todo el suelo es un surco activo. Una luna clara, una calva insomne, una lupa sigilosa en la botella del doblez. La inconsecuencia que no puedes comprender, es llamarada de mayo. El sol te marca, te abre al sonreír en eses, en círculos cercanos al fin de la gravitación. Ahora te cubro y te llamo y me quejo en canicas desatadas en la mesa, me lleno de cubrir, me lleno de caber, me inundo rítmicamente como péndulo de inhalación, y deseo la duda que desea su dádiva en secreto y es un desliz improductivo sonando como curva, gritando en la campana, deshaciéndose en el ruido como una reverberación mullida en la malla, malla
mía, mente de melcocha y esta máquina.

(vena)

ESTA INTRODUCCIÓN TE PRESIENTE, ESTA INTRODUCCIÓN NO TRADUCE.
Esta trenza camina la garganta por el goce y gotea con la garza a cuestas.

No transita. Pide su grito. Pide su gancho veraz en la angostura del gris terrestre.
Yo sigo sembrada (siembra de cerebro nocturno) en tallo de visión
que presiente en boca y vierte en esto, rama verde y sol.

¿Vena? ¿subsiguiente vena? ¿de silla?
¿la silla llora de ayer? ¿presiento el verano vacío?
¿de un Yo perdiéndose?

Poema matinal:

ABRE EL CUARTO Y DAME PAN DE ESTAR en cada migaja esparcida. Dame cuerpo intenso, supremo poder de nombrar este dedo. Febril empeño y corporal intento que marcha queriendo abrir el ojo, más allá de estar quieta. Ojo limado por letras y convertido en palabra de aumento: palabra de ver todo el espejo rompiéndose, regresando el destello que abre, que se da en la boca como un pan vivo de otras muertes, vivo y gustativo hasta la plenitud de todas las vísceras.

Poema del habla:

CABALGA LA VOZ. ESCUCHO LOS ALIENTOS, la salivación. Escucho el flujo rápido de las vocales y consonantes, los remolinos sonoros de la sangre, la coagulación que suscita un estado de pausa, momentáneo arresto para experimentar la corriente de palabras rotando, destituyendo viejas oraciones, arañando el silencio para penetrar, incidir con palancas renovadas la boca ambigua y poco a poco avanzar con cada letra al acercamiento, central de los significados, casualmente dotados de ingobernable equilibrio.

Poema de los pájaros que sostenían el origen de la música (1998):

ERA UN AÑO DE MÁSCARAS, TIEMPO DE ESPADAS relampagueantes y de un ir y venir forzado y técnico. Todos hablaban sintiendo lo imposible del habla y como ángeles que lloran abrían la boca dejando salir su crispada fe. El camino era un carril pedregoso. Las aceras chorreaban la savia de cada semilla, la savia de cada sentir de hoja y de insecto. Nadie reconocía este rodar. Cada rincón tenía un precio. Cada báscula un esquema de pesos aciagos y tormentosos. La multitud gritaba en coro al desierto humeante, que era el desierto de las ruinas: la aridez sorda de lo arrancado. Los niños aglutinaban los huevecillos pálidos del amor y los gobiernos depredaban incluso las cenizas. Los héroes, transformados en músculos, arremetían una y otra vez contra el viento. Luchaban envenenados de su propia sombra. Se había opacado la luz, se habitaba, en la geografía mayúscula de la historia, el agujero de un pantano.

Nocturno:

INNUMERABLES NOCHES PASARON POR MÍ. Con tenaz ímpetu atravesaban la terraza desde la cual yo sentía el terciopelo de su ferocidad. Acampé en el lado opuesto de las medias verdades. Extendí mi coraza inconclusa y me tendí debajo del sol, de los ríos que el sol gastaba en poseer mi cuerpo. “Ábrete muerte a este rayo” me dije “haz de mi sitio un tragaluz”.
Con todo el ojo contemplé la ceguera del valle. La realidad de un claroscuro, siempre cambiante. Palabras de ambivalencia externaron mi fragilidad. Comenzó, sin poder precisar cómo, la búsqueda de la sombra. Empezó a bullir en mi alma un deseo oscuro. Deseo que sólo brilla en la noche, resguardado y magnificado, por el veloz racimo de las estrellas.

(barbecho)

ESTOY EN EL PLANTÍO, de pie, como pelo de agua,
como gota que se gasta en la pasividad del pie.
Estar en pierna, en patada, en palmera, en percance clavado.
Estoy sembrada, enterrada en la trifulca, bifurcada
en la terraza de un viejo tensor y sigo en la silla, sabiendo que escurro de agua.
Estoy de planta en el pinar, conducida hacia un humus de guarida
que hoy gasto aquí, al ganar la guerra de goma.
Se inunda el terreno, se despostilla y me deshojo, azolve de caída
al unísono de la sombra. Suave el perfume del platanar.
De pantano en pantano, una puerta. Un tallo que llega,
una llamarada en la deidad de la plántula que apenas brota.
Y entre las semillas llamo a la planta en su paseo, como llamaría al pie.

(canción)

ESTABA AL TANTO, tímida y tuya, tanto tiempo de turbia abierta.
Esta silueta es un perderse del entierro que tapa sin ninguna tensión
los tímpanos, hermanos del tecleo que no se puede obstruir.
Yo estaba al tanto y tenía de todo en el toldo.
Tenía esta cosa sin terreno que parece triturar cuando se abre el telón.
Por ti transitaba, en ti mi fragua era un temblor atento.
Iba y venía como si no fuera por la voz, esta valla de vellosidades efímeras.
Luego, seguía tuya en la silla, en la mesa demolida por los codos encajados como ramas
por debajo, de paso siempre, bajo su albergue grato y gutural, yo indefinía
aún más la espesura. Abierta en el ojo, abierta en la mesa de mácula
(que no cesa de extender su seducción de aorta)
yo era tímida, un yoyo, una ciruela de cirios desencontrados
y los corazones apretaban de manera turbia en la abierta.

(senda)

SI TU CABEZA se cansa de caer, si las construcciones cabalgan en tu cuerpo, si no hay calma, ni canasta de calmantes, ni combustión que pueda escuchar tu río.

Si has tenido la sangre en la superficie, si la senda te ha dejado sentado, si la semana te arrastra hacia una sensación, si no hay sensación, si hay silencio.

Si lo que dices suple tu disfraz, si la frase te afrenta, si los huecos conducidos por el rol
de sustantivos ahora son verbos, son vasos empapados de verbos y visión.

Podrías traerme a la trampa de mi tierra en tu desliz, tergiversar el tiempo en que tratábamos de entrar y tenerlo ahí, en la tundra intocada.

Podría romper tu rampa, salir del aro de tu rosca y quedar en el resfrío.
En la sencillez del rojo, en la rueda pendiente, en el rosal.

(ánimas)

ANDO EN EL CONTEXTO de tu esquina, ando en almas claras de cursivas incautas.
Ardo sobre la andadera de tu mano y en arpegios desolados al abrigo del golfo
me digo en semilla, digo en máquinas, me detengo en deleite de musa
voy a nado en médanos al navegar en vistas blancas
devoradas de negro en el trabajo de pensar.

Y si el contexto ampara el andén de tu cara y si la textura
se aviene a la ventura de tu halo, la andanza que destina su alubia será tuya, la andanza sabrá comparecer y la idea que por tu mano alivia el cazo, suscitará el amor.

(disecciones del puente)

DOY LA VUELTA, para no dejar ir tu voz al vacío de los volúmenes olvidados.
Abro la bruma, te interno en la bruma, te doy con la bruma en la lengua
para que tu cabeza cante.

Expongo viejas grosellas de tumulto, que puedo escuchar bajo el manto frutal del rojo
y sobre el mundo hiperparlante abro la rampa de mi oreja hipnotizada
por las montañas de tu pupila verbal.

Dejarte decir de largo tu aglutinamiento y poner un ojo que acecha en tus desparramadas películas. Tu película me deja fría, tu película hierve en mi ansiedad de oído atento.
(Los espacios mudos son también los gritos gráficos que nos acompañan.)

Cada músculo del vendaval se nutre de mi espera de párpado extasiado.
Cada letra de tu agarrar es voz subiendo su escalera predilecta.
Cada cicatriz de ti en mi orificio auditivo es una flor de suspenso.

Te escucho porque albergo mil pedazos que palpan un cerebro interior.
Cerebro de hielo que se funde bajo un cristal conjugado.
Es inútil cerrar el receptor.

Mi receptor es vida que mueve su retícula para alcanzar su parte de ingreso.
Dejar que ingrese el rojo labor de tu tránsito y abrazada a la paráfrasis vital,
sentirte acceder.

(veladura)

A VECES EL VUELO bebe de las alas. A veces el vaho
se oscurece en el plasma y la báscula ha cesado. Momentos
en que veo tu mirar de contagio y tu pleamar en la mente del cuervo.

Se vence la trama que traías al conjunto.
Se coleccionan, una a una en mi colegio de elementos transpirados.
Y me quedo de pie en la postal que habla del paisaje,
pegada al pesebre que abre su entrecortado tufo.

Hay otras cuerdas, otros lobos, otros sitios agarrados al motor,
se eleva el motor y así resurjo. Me bebe el vuelo de tu noche.
Se oscurece la entraña en el venero del vaho.
Es inquietante proceder en el ala, internar el olvido.

(laguna)

JUSTO AHORA que compongo la cuarteadura constante, te he visto cortar,
cubrir, culminar en el cauce como torrente de vino veloz y he confundido
la forma del cristal. Te he querido en la planta, de pez en el pozo, portavoz en trance.

Pero justo ahora te compongo y te desbaratas, justo ahora que te cierro de salud
en la idea profunda de ti, encuentro tu recado clavado, tu alambre junto al mío
brotar del muro disuelto.

Justo cuando la luz cegaba nuestras cabezas o carromato de sobadas sílabas entre dos voces, sedientas suturas de sonaja distraída en el justo medio como juncos en el ombligo del lago (labio letal de lirio perdido o laguna que mueres en arena).

Justo entonces, cuando las olas anestesiaban la bolsa llena, cuando las aves se distanciaban en el laberinto, ese disco gravitó fuera de la secuencia.

La luz cegaba la grava y la gotera se iba girando, el cromatismo me llevaba a ti,
las colmenas, las curvas, dedos remotos que no han podido contarme.
Vierto la vena que me dejas al lago.

(temporada)

EN EL PASILLO pensante tenía un clavel,
o cosa caída de la falda al pasto de pradera subsiguiente,
como si el sólo seguir fuera la fórmula inventada por el coro
de una experiencia en flor. Sin hablar de pétalos,
los prismas de tus ojos penaban en la pulsión
y por el pasillo que se abría en la corola, se coronaba la culpa.
De mi vestidura nacían los cuerpos
y los veía pensar en los filamentos de tu perímetro.
Cuerpos de contagio que cumplían cada mañana un destino inducido.
Dar de beber, y dar al brote su víspera,
pasar del corredor al clavel, de la pradera al precipicio,
de la pintura al sol del cuerpo, cuerpos y cunas
que ya se habían conjugado.

*

¿ABIERTA, TE ALZAS?
¿aérea, como aro de ave te alzas en árboles de asombro?
¿te ampara el adverbio? ¿te abraza el páramo del artículo?
¿te aleja el hiperactivo verbal del hecho? ¿no tienes hechura?
¿no hay hinchazón en el aura? ¿es alma y músculo y molécula?
¿el núcleo en la erosión del arco? ¿se aleja, te afrenta, te alaba el ardor?
¿te alzas en el ártico del amor, como arcángel domado?
¿te drogas? ¿te doblega el delirio del descuido, te duplicas,
en la disolución del ámbar? ¿del ámbar hambriento?

(final)

YA NO TE ABRO de pinceles ligeros, ahora clavo el pino más alto en tu invernadero.
Ya no te quiero en el quiste de cartón, entre conjuntos irisados por montañas.

Ahora cunde mi cuaderno, corto el papel en pliegues de cordura de caballo cansado.
Se cansa el callejón y se inquieta en el pilar de tu vacío.

Ya no te abro en brazos, ahora bordo con la barba de vencer la suavidad del ganso
y es un gobierno de cisnes que observan mi boca.

Ahora te nado, ahora te anudo, ahora es sólo un decir de viento que vibra en el volcán.

Porque ya no te planteo la posición de la semilla, ya no te modifico en la tina de saberte teñido, y no es abrirme a las palabras sino cerrar el cúmulo en calma.

Ahora que te interno en el pasto, esta calma de cuaderno se compromete a cavar.


MARIO HEREDIA

N
ací el 24 de noviembre de 1961, en Orizaba, Veracruz, una ciudad donde siempre llueve. Por eso me gustan tanto los días nublados, la niebla, la fina lluvia que enfría los huesos. Desde muy pequeño la lectura y la música fueron mi refugio. Tomé clases de piano hasta los diecisiete años; en mi casa mi madre organizaba obras de teatro donde participaba toda la familia. Nos gustaba disfrazarnos. Mi madre murió cuando yo tenía doce años y nuestra casa se murió; poco a poco se fue oscureciendo. La familia se convirtió en un grupo de tres hombres que solo nos veíamos en la casa cuando íbamos a comer o a dormir: mi padre, mi hermano mayor y yo.
Empecé a estudiar en México, DF, Relaciones Internacionales, en la UNAM. A los dos años decidí irme a Europa en un barco. Regresé año y medio después a terminar mi carrera, después viví en Huatulco hasta que me dio hepatitis. Visité Guadalajara por azar y decidí vivir aquí. En esta ciudad resido desde hace quince años y trabajo en una compañía alemana desde que llegué. En Guadalajara descubrí que los escritores eran personas de carne y hueso, y que yo podía llegar a escribir algún día algo decente. Estudié en SOGEM y en otros talleres, como el de Maria Luisa Burillo. En 1993, obtuve el primer lugar en el Concurso Nacional de Cuento Edmundo Valadés. He escrito algunos libros, imparto dos talleres de narrativa y escribo a diario. Acabo de obtener el Premio Internacional de Novela Sergio Galindo, IVEC-Conaculta, 2003 por mi novela A la diestra del padre. En abril de este año saldrá un nuevo libro de cuentos: Un bosque muerto, de Mantis Editores.

Libros de poemas: Los espíritus de la música, México, DF, UNAM, 1999.

 

El canto del bosque

EL SILENCIO ES LO ÚNICO QUE VALE LA PENA
querido Manfred
es la amnesia
el sanador de culpas

Por eso
olvida el bosque
los cuerpos perdidos sobre los enormes troncos de maderas tiernas
duele el cuello cuando se mira hacia arriba
mejor olvidar el grito
el único
el que pone la carne de gallina
el que hace caer a las aves
sobre el invierno

Olvida que no eres uno
que fuiste miles de muertos sobre un jardín de triángulos rosas
valiente militar
que lloraste como un bebé sobre el cadáver imaginado del amigo
despedida sin un beso

El silencio
querido Manfred
queridos Manfred
niños que jugaban a vestir a las horas
y
a desvestir su cuerpo frente a un espejo hecho de viento
y de historias de amor
prendidas como insectos con alfileres de plata
sobre un mapa de Berlín
con alfileres de plata

Oyes la música
la copa que se rompe
la carcajada
olvida
olvida
olvida el bosque

Querido Manfred
es el silencio
tu sábana más protectora
deja que te mezca
despacio
y te cante la canción más inocente yo
el que te ha llevado entre los pinos una flor de trapo
con el afán de revivir las danzas verdes
sal para los pájaros ciegos
para los verdaderos vencidos
arios niños rubios
de ojos pétreos
hijos de Olimpia

Querido Manfred
yo te cubriré de frío de las cuatro de la tarde
la hora de la muerte
del cavar las tumbas donde quedará el placer enterrado
con veinte años de edad y cinco horas diarias de ejercicio
soldadito hecho de seda
vencedor de bigotes recortados
Firmes
las marionetas que golpean los huesos
sobre aquellos troncos inmensos
y cantan

Ese es el canto del bosque
Dios nos libre
querido hijo
de perder las piernas bajo las fauces del macho enemigo

El silencio
querido Manfred
Ay
el silencio
qué más puede haber
para sanarme
niño de mis culpas
yo te cuidaré del lobo oscuro
de la bruja
del que te saluda a diario con una sonrisa
barriendo la calle
comprando ginebra
y luego te denuncia
con el mismo dedo con que se rascó el culo
te denuncia
por bañarte con tu hermano santo
ay
por qué
ese canto tan molesto
si el silencio es cálido
es olvido

abuelo mío
tierno padre que fecundaste a enjambres de mariposas
en una noche parda
y dulce
con el único propósito de hacer feliz
por un instante
a un desconocido.


La ventana
A Gabriela Hernández

SOBRE LA CUCHARA CAMINA LA LENGUA
el puño de su padre es fuerte
la cintura de Luis, espuma
los ojos de mamá no son historia

Una sonrisa de cuervos carcome la tarde
aire venido de lejos levanta lutos que la madre limpia con su delantal de cielo
y la hermana
borda en oscuros ropajes

La lengua de Luis espera sentada en la ventana
una gota de saliva espera a la maleta
al beso
juntos el plato y la cuchara se derriten

La ventana no es puerta
ni circo
ni ventana
es pequeña figura que las uñas delicadas no alcanzan
es la ventana un ojo miope que destila —noche y día—
canciones blancas recogidas en naranjos tras los muebles

La muerte de la lengua es inminente
los ojos conversan en silencio la maldad de las nubes y los tronos
y el pañuelo del muchacho
bordado de silencios
se humedece.

I (Cavilaciones en el baño)

TRAS LA PUERTA DE CRISTAL
te miro
desnudo de ruidos
de palabras
de luz

Eres como el tiempo
que cuando niño
Estrellé con mi pelota
—aquella pelota roja que no ha dejado de botar en mi cabeza—
Tiempo que se quiebra sobre un lavabo percudido
vidrio deforme
eres

Tras la puerta de cristal
lluvia convertida en incienso
te miro astuto macho
valiente roce de tendones sucios

Coronado de espinas
con los brazos en cruz
sonriente
me observas tras el vidrio

Yo estoy clamando por cada uno de tus poros
tu nariz
el olor de tus axilas
tu tiempo áspero y oscuro

Rompe la puerta con tu puño y
así
con la sangre convertida en lánguidos recuerdos
camina erguido hasta mi cama
—ya no me espanta tu desnudes—
siéntate a mi lado
y canta una canción de las profundas aguas
para hogar en ellas mis dos lenguas.

ALBERTO MEILLÓN

C
olima, Colima, 30 de diciembre de 1961. Sus primeras publicaciones son desde 1977. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación. Ganador de varios premios por su poesía. Como pintor ha exhibido su obra en diferentes galerías y centros culturales del país de manera individual y colectiva. La poesía de Alberto Meillón se singulariza por la incomunicación y la soledad del hombre contemporáneo. Arma sus textos con las manos y la imaginación. Actualmente, su trabajo adquiere diversidad de expresiones; desde la caricatura, la poesía visual y el reciclaje artístico, transfigurados en pretextos para crear nuevos signos frecuentemente poéticos y necesariamente en continuo proceso antipoético. Se ha dicho que en su obra: "Es digno de notar su intento de combinar o fusionar la poesía con las artes plásticas", que: "Es un extraordinario valor de la poesía y la plástica", que: "Su obra es. un experimento subversivo, inquietante y poético", que: "Destaca por su sencillez y esta característica lo convierte en una posibilidad real como poeta", que: "Alberto Meillón: creador de un pasado imaginario”.

Libros de poemas: Anónimos de viento (hemeroemas), Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1993. Apuntes imaginarios de un acróbata, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1993. La huella visible, El Hermoso Delirio, 1997.

 

III

EL ACRÓBATA
Es un hombre siempre
A punto de
no ser

XVI

HAY ERRORES DE TIEMPO COMPLETO
Sobrevolando el neodiscurso del mañana

Urge leer el periódico
urge comprar televisión a colores
Superurge saber que hoy habrá poco pan
y gran circo
Para elegir las escenas leves de una vida pegajosa

Lo mismo da lo mismo si alguien pregunta
¿Cómo amaneció la realidad este día?
Y solamente regalamos la hora
La dorada hora de todo

XVIII

EL AMANECER
Lo hacen los pájaros
La noche
Es comida por los murciélagos

Los desmemoriados

LOS DESMEMORIADOS QUIZÁ CONOCEN SU SOLEDAD
Pero también ignoran las voces justas
para describirla

Los desmemoriados
no han venido a hacer nada
No encuentran tiempo
en el tiempo que sea
Van desde lo imaginario
y vienen soñando la palabra que los salvará cada día

Buscan el zumo de las flores
en el corazón de nadie

Los desmemoriados sueñan a voluntad
y nunca recuerdan nuestros nombres
nuestros rostros
son para ellos un espejo
nuestras voces
son como el aleteo de los pájaros
Su mirada
permanece como una huella
una huella en el polvo visible
y el silencio que nos llama

Red cazamariposas

CUANDO YO TENGA MI POEMA
Sabré si los sueños se hacen polvo.
Si lo escrito se vuelve hallazgo.
Nada más cruel en otras palabras.
Sólo veo esa poderosa pared rosa.
Tengo las alas del filósofo.
Soy y me duermo horas siéndome.
Entro y salgo del verso libremente.
Ahora.
Aquí.
Hasta entonces.
Una sombra desconocida me interroga.
¿Una sombra desconocida me interroga ?

Whitman le cantó a Whitman.
Gracias.
Hay un hielo de luz traslúcida.
Una pala metida en la tierra roja.
Una idea se abre en flor.
Mi voz para tu voz.
No se aparece la luna.
Lo fantástico es escuchar al tragaluz.
Baila mi progenitora una danza frenética.
Li Tsé balbucea una canción inédita.
Llora sin lágrimas mi niña con feroz alegría.
El texto se cierra en la página asexuada.
El poema, deja su luz caligráfica dentro del papel.
Yo tengo una red cazamariposas donde no hay más.
Que miradas y voces.

Acrílico sobre papel

OLVÍDATE DE LAS MÁSCARAS,
de los rostros y de los mitos más populares,
de los juegos de último momento,
del minuto dorado y, del ave de plata
que parece querer revivir
sobre la luna de nuestros sueños.

Olvídate del derrame de un cielo de imágenes.
Olvida la carne del tiempo enmarañado.

Ahora, las puertas de tu deseo
invaden aquí, el códice singularísimo de los recuerdos.

Ruedas loco de! corazón todo el día.
Una voz casi invisible me lleva cerca de ti, me habla
con la careta del silencio, en solitario papel mensajero.

Ah, crece la llamarada de agua del encanto .
Ah, ver volver pasar ay, la muerte como una noticia cualquiera.

Mapa del verbo saber como caído del cieno,
olvídate
y olvida este laberinto nublado del destino.

Quién dijo: no escribas, no dibujes
las borradas huellas de lo imposible.

 


MAURO ERNESTO MARTÍNEZ

N
ací un día 15 de enero de 1962 en un pequeño hospital en la colonia Moderna de Guadalajara, Jal. Desde muy chico, tuve contacto con la literatura, especialmente con la poesía. En la casa siempre hubo un sinfín de libros, especialmente antiguos y con olor a guardado. Mi madre nos citaba textos completos de Bécquer, de Díaz Mirón, de Gutiérrez Nájera, de Acuña, de Novo, de Rubén Darío y de tantos otros. Esto y la inquietud de indagar entre su ropero lleno de libros y recortes de revistas me fue acercando poco a poco con la Poesía. En la adolescencia me nació el gusto por la lectura y poco después por la declamación. Junto con unos amigos formamos el grupo de teatro poético Paz y Libertad, y con éste participamos en los festivales estatales de declamación. Tiempo después me nació la inquietud de escribir y tuve la oportunidad de pertenecer a algunos talleres de poesía; entre ellos, al Antitaller de Poesía Cesar Vallejo, que coordinaba el poeta Raúl Bañuelos. Ahí, diseñé y edité la hoja Trilce en sus primeros números. Creo que esta experiencia me abrió los ojos al aspecto técnico de la creación poética: fue mi primer acercamiento a definiciones como metáfora, sinestesia, aliteración, etc. Tiempo después ingresé a la Casa de Poesía Juan Bañuelos que dirige la poeta Maria Luisa Burillo; ahí, aparte de pertenecer al taller, formé parte del grupo que realizó la revista de poesía El Trompo. Esta etapa fue muy enriquecedora, ya que venían poetas de la ciudad de México a “tallerear” con nosotros; entre ellos Juan Bañuelos, Francisco Hernández, Hugo Gutiérrez Vega, Dolores Castro, Marco Antonio Campos, Raúl Renán, etc. En ambas Trilce y El Trompo publiqué algunos poemas. Por último, pertenecí por un tiempo al taller del poeta Luis Armenta Malpica.
A lo largo de mi vida, siempre he estado relacionado con el arte en alguna de sus formas. Estudié arquitectura, profesión que actualmente ejerzo, y compagino la creación de espacios con un gusto por la lectura y la escritura. Para mí, escribir es un refugio, una estancia íntima donde encuentro una respuesta a la introspección de mis dudas, un espejo en donde vierto emociones y se me regresan palabras que me muestran una realidad desconocida.

 

El salmo de mi madre

UNA MUJER, LLAMADA MADRE
supo ataviar al aire con cerrojos
se guardó para sí la lluvia suspendida
el espanto de agosto
la daga ungida de cicuta
la nota gris de un clavicordio ajeno
y me enseñó en su rezo
el silencio adolorido de las apóstolas

A través de sus ojos
miro con tristeza los devastados vientres
los torreones
las cuencas sombrías
y la perforación de las palabras
una a una
las doce apóstolas
han bebido almíbar de amaranto
también las doce; en ángelus y a campanadas
se reconocen en el cuerpo de mi madre.

Sinuosos son los atajos en que las ánimas se vuelven hombres
trémulo y cobrizo el campaneo de los presagios
triste el hombre al que sembraron espinos al borde lo los lagrimales

Tú me enseñaste el rezo.
Madre nuestra
santificado sea tu vientre

Mi Madre aprendió a orar como todas las mujeres. Le bajó el mal de entre sus piernas cuando tenía doce años. A partir de ahí, cada mes huía del reclamo de sus padres. Dejó su niñez recostada sobre un lecho de clavos oxidados.

—ese afán siniestro de segar orquídeas con un fémur afilado.

El Dios de mi madre
no es el mismo que el de todos
le permite remojar sus maldiciones en agua bendita
y salpicarnos de su culpa

Más que rezar
un regañar a solas, como llevar un rosario a la costura
sobre un retazo de tarde, hilvana Glorias a los santos

Es la débil vela lo que abigarra el cuarto, lo ves? En santosilencio oramos por mi culpa, otro salmo invade la fugaz penumbra. Acaso me arrepiento?, o es la fragilidad del instante irrepetible.
Oscuros ángeles, siempre han rondado mi cabeza.

Por la sagrada señal de las adormideras he asumido que Dios reza en tu cuarto
que un enjambre de lucernas y patricias moran en los vasos de tus veladoras
que en procesión te siguen las benditas animas del purgatorio
y que tu sueño, en un trinar verdoso de lejanos colibríes.

Sin embargo, sigo en tu cuarto
viendo las imágenes humeadas
rezo en tu atmósfera
esta quietud
tan apacible
tan calma
—qué tirana—

Dios plantó en tu cuerpo dos palabras;
Evo y Adana crecieron bajo el temor de tus pecados
y tu látigo silente
tú los hiciste a imagen y semejanza de tu culpa

María de todas las Socorro
Socorro también de las Marías

Tu nombre, Madre;
Aguijón de hielo que se incrusta entre mis dientes


ARTURO VERDUZCO

N
o soy ningún tal palo de ninguna tal astilla / ni siquiera el sufragio emitido por algún efectivo. / Mi papá se hacía trenzas con una botella mientras mamá se depilaba la ceja... el fatalismo con utopía es saliva de donde hago mis regadas en el seco terreno en que me desquicio, fui de fuegos en el hocico y pegados mocos, el miedo me normaliza la velocidad del habla el no dar la cara oficios varios el aro pasado tingo tango. Me llamo como me dicen Arturo Verduzco Godoy nacido en Guadalajara el 15 de mayo de 1962.
Arturo Verduzco es cofundador y director de la revista Juglares y Alarifes y ha publicado en diversas revistas académicas y culturales como Renglones, La Oveja Negra, Rollos de la Calle, Trashumancia, Presencias. Ha sido colaborador de los periódicos Siglo 21, El Financiero y El Occidental en el que fue responsable de literatura del suplemento cultural Armario. En Radio Universidad de Guadalajara (XHUG, 104.3 FM) fue productor, conductor y colaborador de diferentes programas.

 

Está muy perrona mi cielo

CUANDO LE RESUCITARA MIS ASPAVIENTOS
más
fuera lenguado o marlyn es mi amor charaleado
a caviar de rellenos gustos la tesonería de arranque y rasga
pez blanco gritado por las calles
a paredes caleadas a gatos a gallos

nada de dubitarse
nada de crucigramear recorridos
nada de fines del mundo peliculsismas
nada de testamentos bíblicos bibliográficos
nada de nado dorsal saltos a las carreras

Aquaman sí y Birdman
por las contingencias sin precaución del miedo
pero estando a disposición esas posturas

muy perrona mi cielo estrella mostrada
susurro portátil telaraña in fraganti
marítima en aletas dedos bien puestos
extremidades
detallada hasta las remotas
acurruco del más animales

perrona mi cielo
más
fuera
el menguante me rebasara.

ME ANTECEDIÓ EN LA PALABRA LO QUE YO NO DIJE
y aún así
un eco de caja torácica me enfiló como huesudo cuchillo
en los llanos menoscabados de una feligresía no practicante

ni modos con ciertos nudos
aunque enjuagara el corazón con sus aguas

quedó la nata en la pezuña
el embarre trascendental

no me figuré leucémico o con sida por el culo
sólo un tufillo de toses y carnes en caso

Y ya pudieron decir: sí, sí le entró.

DEL VESTIGIO QUE DE MÍ QUEDÉ
en el luto abrumado de las trastierras
el rompimiento decidió la estancia no llorante de anhelos

fatigué a la memoria hasta que se cansó de recordarme
el ultimadamente sin abruptos
quedó impronunciable
el va se despojó de valerosos lances
y la tragedia se apergolló moribunda

felicidad fría reinó enjuague
y el verdor de los ensuciados ríos
que apenas arroyaban cautivó con su lodo la mirada

no vi en las raíces signos
de confianza o en hojas
la algarabía de los vientos empujones hacia algo

perdía voluntariamente lo que no recompensé

y ella, en su caja inédita
siguió viviendo
sin siquiera mirar mi tumba
que le brotaba flores.

ERA EL FATIGUISMO, EL LAGARTISMO,
el estarse en bombacho,
el hacerse bucle, cairel, cairelito

ensimismamiento sin tendencia

modorra del rugido
verificar la mugre de uñas
el sebo tras oreja

vida galante sin mujeres
damas españolas o caricias chinas
cubilete o dados a la tele menos

gorupos entre alas
parásitos en lo oscuro cobijados
un caldo de cultivo para la nada

Éramos
los rincón abajo
reparando la recreación
el fracaso
de alegativas pérdidas que perdimos

ecuánimes indoloros
el corporal estirantismo de suculento amasijo.

RAQUEL GONZÁLEZ GONZÁLEZ

N
ací en Guadalajara, el 20 de junio de 1962. Soy la primera de cuatro hijas de Rafael y Raquel. Vengo de una familia numerosa. Estudié danza 15 años, y desde temprana edad comencé a escribir. En mi casa estuve rodeada de libros, recuerdo a mi papá leyendo, a mi mamá pintando o tocando el piano, mis hermanas y yo: siempre bailando. Me casé a los 19 años con Javier y tengo dos hijos maravillosos. Por la inquietud de que ellos adquirieran el hábito de la lectura, me integré al taller de lectura Utli AC. Llevo la lectura a donde se necesite, sobre todo a niños y ancianos. Soy maratonista y me encantan los deportes al aire libre. Me encanta el mar, cada vez que tengo oportunidad corro hacia la paz que me brinda.

Libros de poemas: Marea de otros cuerpos, Guadalajara, Secretaría de Cultura de, 1994. La noche en el alba, México, DF, UNAM, 1999. Letras desde el abismo, Guadalajara, Amoxcalli, 2000. Hábito de calor, Salta, Universidad Católica de Salta, 2003.

 

4

TIENDES TU VIDA AL SOL
te pierdes en la necia fe que conecta las horas a la vida.
Las voces olvidadas te toman del cuello.
Entonces
despliegas tus alas
y te viertes toda hacia arriba.

Los ángeles reconocen tu vuelo
y dictan, certeros, el poema.

1

EN DOS CUERPOS QUE SE AMAN
cabe

En dos almas que comulgan
todo.

2

MI ÚNICA POSESIÓN SON ESTAS PALABRAS
principio o final de mi muerte:
la diferencia estriba en la memoria.

Paisajes impenetrables y lejanos
desaparecen hechos sangre, polvo.

Estas palabras son tuyas
cada sílaba guárdala en el hueco
que nunca llenaron mis versos.

Solo estarás con tu voz
que hiere todo entendimiento
logrando confundirme la mitad de la vida.

Llego tarde al espejimo de haber llegado.
Agotada por la sed me nombro
y no aparezco.

Caí en la trampa inútil
olvidando el corazón en la palabra.

4

SE ABRE LA NOCHE
cuando entras
a despertar mis piernas.

FILEMÓN HERNÁNDEZ

N
ació en Culiacán, Sinaloa, el 16 de noviembre de 1962. Hijo de Filemón Hernández Quiroz, comerciante, padre de doce hijos, dulce como la capirotada y más sensible que un sismógrafo; y de la Liche Meza, admiradora de Juan de Dios Peza, Luis G. Urbina y el “Mantequilla” Nápoles.
Desde muy pequeño tuvo la certeza de que la realidad no estaba hecha a la medida de su deseo, este primer desencanto lo vuelve un niño tramposo, malcriado y taciturno, así como un gran lector de Alarma y Lágrimas y risas. Estas primeras lecturas lo conducirán por los caminos de la cursilería, la fascinación ante el horror, y la estética erótica tipo Isela Vega y Claudia Islas, páginas centrales junto al crucigrama. Más tarde, en la adolescencia, se entrega casi por completo a las fantasías más cachondas con las muchas amiguitas de sus hermanas, y el tiempo libre lo dedica a espiar a sus vecinas mientras se restregaban el estropajo por todo, todo, toditito el cuerpo. Posteriormente, realiza estudios de medicina, los que abandona luego del quinto desmayo ante el espectáculo de la sangre y las jeringas hipodérmicas. Actualmente, es maestro de literatura, matemáticas, psicología, inglés, y lo que caiga es bueno en la Universidad de Guadalajara.

Libros de poemas: Obstinación del fuego, El Hermoso Delirio, 1997.

 

LOS QUE HABLAN POR NOSOTROS
y piensan y sueñan y sienten y nombran por nosotros
y enarbolan banderas
y despliegan paisajes como consignas del tedio
no van a impedir el amor gratuito en las aceras
ni el impulso congénito de la carne
ni la fascinación del hermoso delirio
ni el certero aguijón de la palabra develada
ni el fuego hambriento de los que huyen del hambre
ni la destrucción de la cruz y sus innumerables astillas
ni la pasión del agua por su origen
ni la defenestración de la usura y su reino milenario.


Cosmogonía

MIRA LA LLUVIA, BERENICE,
el roble
el encino
la rana
él, los perros
el alacrán
la ballena
el naranjo
el paraíso
el jaguar, el tigre y el venado
la bugambilia intensa
tú y yo, descendientes de la nada,
desprendidos de Dios,
elementalmente descendemos,
volvemos a ser agua.


Colonia Roma

YO LE DECÍA MI SIBARITA, MI PUTITA DEL ALMA, y ella apretaba entre sus manos mi sexo hasta hacerme daño. Después la risa, el sueño, el sobresalto de su muslo izquierdo, la rosa marchitándose en el agrietado jarrón romántico de la ventana.
—¿Me amas?
—No lo sé
—¿Te irás?
—No lo sé
—¿Quieres un hijo?
—No lo sé
E ignorantes y perdidos el uno para el otro, recomenzábamos el antiquísimo juego de las habitaciones.
Sabíamos de algún modo que el arte como el amor es breve y la vida es larga.
Sabíamos de algún modo que éramos eternos como las vacas, como los niños que juegan allá afuera, como el dolor, como este silencio que somete sensualmente a la palabra.

Rayuela Peregrina Bebeleche
A J.L.B., por supuesto

EL SOL PONIENTE Y EL BESO MATERNAL
y destructor del agua. La innombrable belleza
que nos aleja un poco de la muerte. Los múltiples
y siempre equívocos nombres del tiempo.
Nezahualcóyotl y el destino del jade.
La quijada de Eva en los museos.
El estertor de la virgen que alimenta al Monstruo.
Los espejos, escaparates frívolos del tiempo.
Alejandro niño y su pregunta:
¿Qué hacías en la casita que vi en mi sueño?
La elemental realidad de unas nalgas.
La infinita soledad de Dios en los altares.
Borges, que nos enseñó a ver el río de Heráclito y el otro río.
El ciego que se compadece del puñal ocioso en el librero.
Mariana y su dolor y su pureza de hembra solitaria.
El rostro de Martha Elena desdibujado por el fuego.
El amor, el verano, los adioses.
Se precisaron todas esas cosas para que Alina,
certeza de nuestro más querido sueño,
salte sobre su pie izquierdo y llegue al cielo
de un solo salto.

Pound

SI EL AMOR FALTA,
falta el pan y la almohada,
la piedra enternecida por el tacto.
Falta la luz en la palabra, la palabra
enteramente dicha, no tiende sus raíces la palabra.
Si el amor falta,
se multiplican los rostros por la calle,
como una multitud de zapatos vacíos.

El deseo

EL DESEO, QUÉ OBSCURA ARAÑA LENTA
es el deseo.
Se nos pega a la piel y a los recuerdos
y nos orilla a los abismos y al silencio.
Se alimenta de nuestra piel, de nuestra carne,
de nuestros huesos.
No se llena nunca, nunca nada lo llena.
Y si nos muerde, el dolor es hondo,
agudo y constante como un dolor de muelas.
Yo le temo y le busco, no hay mejor antídoto
contra la vida, ni mejor veneno para sentirnos vivos.

GUADALUPE ÁNGELES

N
ació en diciembre de 1962 en Pachuca, Hidalgo. Actualmente reside en Guadalajara, Jalisco. Participó en el taller de narrativa coordinado por Humberto Guzmán en la Casa del Lago de la UNAM, en Chapultepec, D.F., en el taller de poesía de Ricardo Yáñez en 1983 en Guadalajara, Jalisco, y fue miembro del taller de novela El Círculo de la Casa Tinta. Ha publicado en el suplemento cultural dominical del periódico La Jornada textos de periodismo cultural, así como en los diarios jaliscienses: El Occidental, El Financiero, actualmente colabora semanalmente en El Informador, en el suplemento dominical Tapatío Cultural; así como en diversos diarios de circulación nacional. Se ha incluido obra suya en las revistas: Luvina de la Universidad de Guadalajara, Presencias, La Voz de la Esfinge, Juglares y Alarifes y Soy Hombre y Duro Poco, editadas en Guadalajara, Jalisco; Tropo a la Uña de la ciudad de Cancún, Quintana Roo; ha aparecido parte de su obra en la revista Tierra Adentro, auspiciada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Su novela Devastación obtuvo mención honorífica en el concurso Juan Rulfo para Primera Novela convocado por el gobierno de Tlaxcala en 1998, y en 1999 obtiene el Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos convocado por el gobierno de Chiapas. Colaboró en el consejo editorial de la revista de literatura Soberbia, editada en sus inicios de manera independiente y más tarde recibió el apoyo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes a la edición de revistas independientes Edmundo Valadés 1997.

 

Canto III
Se levanta el telón: aparece el mar
(Yo no soy el autor del mar)
Jaime Sabines

¿QUIÉN IBA A DECIRME QUE TUS ALAS SON DE AGUA? Sola vine a saberlo cuando escuché tu canto una tarde, con los ojos cerrados, sobre la arena tibia.
Me abrazas con violencia y quieres llevarme donde sabes que seré feliz; yo me resisto riendo muerta de miedo, porque no puedo olvidar cómo he levantado castillos de palabras sólo con el acento de una sílaba, de una voz, y recordarlo me hace desear la tierra, seguir sobre la tierra, y no para siempre en tu abrazo delirando, insistiendo en silencio para liberarme de tu amor.
Una tarde fría vi tritones cabalgando hacia la orilla sobre el lomo de plata de caballos de agua y sentí en mi alma vibrar un himno que te consagra a mí; unidos desde entonces, en la lejanía, nos llamamos sin voz, con el leve lenguaje del deseo mutuo, más allá de todas las preguntas, donde las respuestas —entre silencios de corales—, derivan del gesto rápido de animales de coraza dura al defenderse y se inscriben —jeroglíficos dorados— en las escamas de peces que indiferentes llevan el distintivo de la eternidad.
Me llenas de sal el pelo y cantas con sorna al derribar las precarias construcciones que levanté en tu orilla, esos diques contra ti, contra la rabiosa cadencia de tu abrazo; no importa, los hice para merecer tu burla porque te sé invencible y me seduce tu voz: quisiera copiarla, por una vez tener tu acento, el ritmo del ir y venir en la caricia salada de tus alas innumerables y vastas, dulces, innumerables y vastas, dulces, innumerables, vastas...
Sí, quiero habitar en lo profundo de tu vientre tibio; si encontrara la manera de ver la luna desde tus entrañas, aceptaría de inmediato tu invitación honda y fría, tenaz.

Canto VII
(Díptico homenaje)

I
TOCA EL MINUCIOSO INSTRUMENTO DE TU ALMA, de tu voz de viento, escucharé en silencio tu cantar. Generosa luz de tu mirada emana: “Atraviesa el tiempo sin que pueda tocarte la desgracia”. Li Tai Po, ¿han hecho la guerra tus antepasados y en torno a ti quedó la edificación quemada de tu infancia? Después de conocer el alma de la hierba silvestre hoy flores de artificio cercan tus ojos sabios y cansados, sé que no hay homenaje que merezca alzar su nota insípida frente a ti.
Li Tai Po, desde tu diáfana sonrisa desdeñas mi solemnidad y entierras los dedos de tus pies en el lodo tibio mientras recuerdas los oscuros sueños, que, de tarde en tarde, resquebrajaban tu paz. ¿Qué diría Becket? Te alumbraría con sus afiladas sílabas y una serie de sombras arrancarían tus vestidos miserables, dulce filósofo, para alimentar al viento de las desgracias; pero Becket calla, como debiera yo.
Sonríes agazapado en mi pecho, diminuta criatura de dimensiones verdaderas infinitas. No hablarás, lo sé, sonríes, Li Tai Po, roza tu nariz deshecha por el viento contra mi silencio, contra mi pecho que entibiar quisiera tu pequeño cuerpo de sabio silencioso; y si la luna vuelve a tocar tu frente como aquella noche junto al río, cuando hiciste barcos de papel con tus poemas, no le digas que te quise prisionero, no le digas que esconderme quise en tu sonrisa, para no vivir.

II
LI TAI PO CANTA. LI TAI PO SONRÍE, y en medio del millar de arrugas que atraviesan su rostro bondadoso, su mirada consuela mi corazón atormentado. Alguien a mi espalda mira estas líneas. No ha de abrazarme, ni en sus labios besos tibios encontraré. Mientras tanto Li Tai Po sostiene su báculo de bambú. (Sabio sereno, protégeme del miedo al desamor, guárdame de ser pasto del cinismo, del impulso enloquecedor de la sangre.) Inmóvil, veo un anillo en mi mano, estudio la oscuridad de unos ojos sonrientes y lamento como nunca que el tiempo de mi vida no sea otro, callo un nombre e inicio en mi pensamiento la letanía que ha de llevarme lejos, aunque permanezca quieta: Sabio de mirada suave, tócame con tu sabiduría, Anciano de lodosos pies, cántame tu silencio al oído, Li Tai Po, florecita, estrella, guárdame de la muerte, de la vida, guárdame del dolor.

Canto XII

LA HERIDA ES EL CORAZÓN. EL TRAZO ENÉRGICO que un Leonardo dejó en su pecho, el rasgo al carbón que evidencia la fuerza del artista, su talento. Porta la herida que como suntuosa joya brilla, aunque a veces, en noches frías, pese a su resplandor, una cierta neblina opaca sus contornos firmes, definidos.
Basta mirar de cerca para comprender que esa luminosidad emerge, no es reflejada de ningún brillo exterior.
Nada dice de la herida, sólo la siente, entrecierra los ojos para desentrañar con mayor exactitud la maquinaria secreta que preside sus sensaciones, el mecanismo exacto que le permite envolverse, crisálida, en lúcidas líneas en las que vibra el prodigio gracias al cual deja de ser un fantasma y se transforma en líquida luz que asciende desde la entraña del sentido, que ha otorgado ella misma a su existencia, sin justificaciones, con la plena certidumbre de que toda esperanza lleva oculta la semilla del ser plenamente, del ser, sin más.
Todo himno hasta entonces cantado se disuelve en su lengua donde un sabor de tristeza poco a poco se desvanece.
Advierte que palabras enormes como muerte o destino muchas veces ocupan el lugar de la herida, al saberlo, es como si abriera la puerta a un vasto jardín donde flores carnívoras conviven en armonía con la yerbabuena y el silvestre anís.
Mana silenciosamente de la herida un río de aguas cálidas donde inocentes peces —recuerdos—, remontan la corriente hacia su origen en busca de los designios que les otorguen existencia, y, al no encontrarlos, mansamente se dejan arrastrar hacia el mar del olvido.
Sin saberlo, ella canta a ese mínimo dolor que sólo existe porque cubre un amor inmenso a la vida, que no se atreve a mostrar el rostro, pues teme llamar así a la muerte.
Canta mientras sueña y al amanecer cuando la vigilia la toca, canta si vive y besa, canta sin saberlo cuando la herida del amor toca su herida, sabe en ese contacto que el amor no es el paisaje sereno que le dijeron de niña, ni el mar tranquilo que en soledad inventara, sino una flor de pétalos iridiscentes, de perfume letal, que bajo el sol se deshoja poco a poco, calladamente, como la vida.

VÍCTOR MANUEL PAZARÍN

N
ació el 20 de marzo de 1963, en un pueblo del sur de Jalisco, Ciudad Guzmán, Jalisco.
Poeta, narrador, periodista y editor. Obra suya ha aparecido en varias antologías a nivel local y nacional. Tiene publicados libros de cuentos, periodismo y poesía, entre los que destacan Arreola, un taller continuo (periodismo, editorial Ágata, 1995) y La medida (poesía, editorial del Gobierno de Jalisco, 1996).
Fue editor del sello Mala Estrella y director-editor de la revista Soberbia y de Presencias, mensualidad de poesía. En la actualidad es editor de la revista Éxodos, escritura de creación y pensamiento.
Libros publicados: Puentes (relatos), editorial Mala Estrella, 1993. Construcciones (poesía), Fondo Editorial Tierra Adentro, 1994. Retrato a cuatro voces (Arreola y los talleres literarios) (entrevistas), editorial de la Universidad de Guadalajara. Divagaciones en las escaleras (cuentos), Unidad Editorial del Gobierno de Jalisco, 1994. Arreola, un taller continuo (periodismo), editorial Ágata, 1995. Cantar (poesía), Secretaría de Cultura de Jalisco, 1995. La medida (poesía), Unidad Editorial del Gobierno de Jalisco, colección Los Cuadernos del Jabalí, 1996.
Antologías en la que aparece: Poetas de Tierra Adentro, Fondo Editorial Tierra Adentro, 1991. Muestra de literatura jalisciense, Universidad de Guadalajara, 1997. Poesía última de Guadalajara, Ediciones Arlequín, 1998. Arreola en voz alta, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, libro en el cual aparecen dos entrevistas al escritor de Zapotlán (una incluida en Arreola, un taller continuo, y la segunda la que apareció en la revista Tierra Adentro en los 80 años de Arreola). Recopilador: Efrén Rodríguez.

Libros de poemas: Construcciones, México, DF, Fondo Editorial Tierra Adentro, 1994. Cantar, Guadalajara, Secretaría de Cultura de Jalisco, 1995. La medida, Guadalajara, Unidad Editorial del Gobierno de Jalisco, 1996.

 

La casa

EN MI CASA, EN LA CASA QUE HABITO
siempre,
los atisbos de tu luz
me tocan.
Miro, y en el mirar
me hundo —ilusorio borde
de infinito.
En los poblados cerros,
el viento una frontera.
Y cuando digo casa, mi
casa, me paro siempre
en la oscuridad.

El árbol, el animal y la voz

DAR LUZ EN LA VOZ ES LA FLOR,
es reposo que reposa
en movimientos.
Alzarse hasta lo alto: descubrir
que el cielo es el cielo y no
tocarlo —verlo.
Madurar en la flor, hacia el fruto
que comemos para después
caer; y en el caer de nuevo
el nacimiento —entre negro
y morado.
Y cerrarse en seguida
otra vez y otra vez.

Otra vez: ver en el armadillo
—animal de eternos círculos—
nuestra continuidad
y compañía, ¿ajenas?

La camisa

CAE LA NOCHE Y EL HOMBRE SE PONE SU CAMISA AZUL; cae la noche, los animales vienen a rumiar su día en la más tibia alcoba. El hombre bosteza, deja en el vaho el frío que crea su más largo existir; el hombre pergeña su mínima historia en el sueño. La historia del hombre y su camisa es del más lejano tiempo. No lo sabe el hombre, pero en ella configura la existencia de todos los hombres. En casas, en cuartos de hotel, o en el más separado llano, está su igual: escribe poemas, mata cuando la noche es el páramo más triste y solo, ama a su mujer o a su semejante.
El hombre sueña su futuro; se mira alzarse de la cama donde un dios vigila; se viste y sale al desamparo. Una ciudad es su mapa más triste: Ciudad Desamparo -así hay que llamarla—, es un lugar donde el sol es un ser que quema y en su arder arde él mismo; todos los días un sol distinto; todas las noches (aquí las noches son tan largas que el tiempo es apenas una insinuación), la luna es un ojo que vigila.
El hombre se abotona la camisa azul, tiende sus sueños en el más solo de los mundos; se yergue y piensa ¿piensa?
El hombre se acuesta sobre la tierra y oye (se oye): Soy el hombre que camina y viste una camisa azul.

Caldo
A la memoria de A. P.
(1932-1994)

ES UN FANTASMA EL QUE COME A MI LADO. Es un hombre sin esperanza, a punto de morir. En el plato y la olla, navega un pescado con el cuerpo destruido. En la mesa, el salero es una diminuta constelación: las estrellas lanzan sus tímidas luces. Si la sal se desparramara ahora, sería como si la noche enviara sus astros. Y esos astros nos cegarían.

En la noria

AL POZO LE REZUMA AGUA, LE NACEN HOJAS. Escupo y la saliva hace equilibrios, resbala hasta volverse agua. La eternidad se vuelve viento que entra y sale. Corro por la granja y el que está dentro corre y se oculta en 10 profundo. Luego regresa y se mira con sus ojos de agua. De lo profundo regreso como si nada existiera. Nada existe.
Los ojos abrevan su mirada en el agua que no fluye.

Construcciones

UNA MAÑANA LLENA DE SOL VI LAS CONSTRUCCIONES. Su lenguaje era indescifrable. Una escalera de madera ascendía hacia la luz; las sombras en los muros eran raíces; su geometría azul y ocre, me habló de otras tierras. Infinitas y oscuras puertas pronunciaban un lenguaje primitivo; en su ortografía, la luz hacía pausas en medio del universo.



ÁLVARO SALVADOR MORALES HERNÁNDEZ

F
echa de nacimiento: 6 de abril 1963.
Lugar de nacimiento: Guadalajara, Jalisco. México.
licenciatura en arquitectura: 1982-1987, Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente. Guadalajara, Jalisco.
Master en investigación gestión y desarrollo local: 1999-2000, Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Sociología y Ciencias Políticas, Madrid, España.
Master en gestión cultural: 2000-2001, Instituto Universitario Ortega y Gasset, Madrid, España.
Ha sido Catedrático y Coordinador Docente en la Universidad ITESO de 1989 a la fecha. Profesor invitado en universidades de Nicaragua y España. Es Experto Temático en el módulo de Hábitat y Desarrollo de la Maestría en Gestión de Redes para el Desarrollo Sustentable de la Universidad Complutense de Madrid.
Ha impartido conferencias en congresos, simposios y en universidades de México, Nicaragua y España en temas de Sustentabilidad, Desarrollo, Arquitectura y Tecnologías alternativas. Ha participado leyendo su poesía en presentaciones, ferias de libro y encuentros de poesía en Guadalajara, Managua y Madrid. Conjunta su actividad literaria con la académica y la profesional desde su oficina particular donde ha realizado numerosos proyectos de arquitectura, urbanismo y paisajismo. Ha publicado artículos, ensayos, cuento y poesía en periódicos, revistas y suplementos de México, España, Argentina, Nicaragua, Cuba y Francia.

Libros de poemas: Nombrar lo creado, Guadalajara, Ediciones Arlequín, 1996. Memorial del porvenir, Madrid, Vitruvio, 2001.

 

El grifo

SE MORÍA DE ANSIAS, DE MIEDO, DE AMOR
y comenzó a devorarse

El unicornio

DESAPARECIÓ EN UN ACTO DE NOBLEZA
hoy se le busca en las cumbres más inaccesibles
sin saber que se oculta en la ciudad

El minotauro

SE INCENDIA EN PÁJAROS PARA HUIR
y la espiral del humo es ascensión
lo regresa a su laberinto.

El dragón

TE UTILIZARON PARA CONQUISTAR PRINCESAS
para alcanzar la santidad.
Morías bajo cualquier pretexto
por ser más accesibles que el amor y que Dios

La noción

NOS TOCÓ NACER DENTRO DEL CAPARAZÓN DE UN AEROPLANO
bebimos de la fuente que aguza antenas
bailando el vals que carcomía ciudades
entendemos al fin del mundo exactamente
como un apagón de la luz

La liberación

LA PRÓXIMA LIBERACIÓN FEMENINA LA DE LOS CANTOS
la que no pretende igualarse al macho y su violencia
la que abrirá el espacio colectivo de la ternura el juego
la que liberará al hombre y feminizará al mundo

De necesidad

ERES TAN NECESARIA COMO FABRICAR LADRILLOS
como limpiar alcantarillas antes de la lluvia
como sembrar árboles
como los buenos días.

Eres obligatoria como llegar despierto al año dos mil
como dormir la siesta en el trópico
como un clavo para sacar otro clavo
como pagar impuestos.

Eres tan fundamental como dominar el mapa de los espejismos
como vagar por el alma antes de morir
como beber cerveza en la playa
como gastar el tiempo.

Tienes el largo perfecto de mis anhelos
la risa enhiesta que alborota ciudades
el fulgor incesante en la nocturnidad
la medida necesaria de quien conoce olvidos.

Guardas el hálito vital que me intoxica
las proporciones exactas de cuando soy tacto
la textura donde apoyar un codo y conversar
un aliento amable de café y cigarro.

De la cama

LA CAMA TIENE LA VOZ CANTANTE
puede contradecir mi concepto de éxtasis
o armarme una fiesta para el alma.
Inventa complicidades morbosas con las manos
pero sabe siempre cuando desaparecer.

Se cree dueña de la casa.

Puede ser causante de divorcios
de malos y buenos entendidos
de autoflagelaciones
de lecciones de amor.

La cama es una réplica de la creación
con cielo, infierno y especies acuáticas
Puede ser un documento de fe sin copias, ni testigos
el espejo de transformaciones
el paraje de la trascendencia
un cepo de la inquisición
un mar inmenso
una mina
un capelo
una catapulta
un ataúd
un cajón vacío.

(La cama tiene memoria femenina
por eso nadie le confía sus secretos.)

JAVIER VEREA

N
ací en Guadalajara, el 1 de noviembre de 1963. Mis primeros recuerdos tienen siempre que ver con la soledad. En primaria, cuando tocaba el timbre del recreo, yo sabía que tenía delante de mí 40 minutos para deambular entre un mundo de niños que parecía que no podían tocarme ni verme. No había tristeza, era solamente una especie de vagar aparte, un estar ajeno al mundo y sin embargo atento a la maravilla inexplicable de la vida y de la soledad. Siempre pude pasar sin problemas todas las materias menos una: gramática. Las tardes se me llenaban de la clase de la señorita Angelina que insistía en enseñarme los artículos y los verbos y las preposiciones y tantas cosas que sólo me distraían de ser niño. Taller de redacción, secundaria: camino cuesta arriba más transitable. Un año fuera del país saliendo de la preparatoria abrió mi visión del mundo y de mí mismo. Esa soledad tan compañera tomó la forma de las distancias y los trenes, me llevó a los lugares escondidos del deseo y de la satisfacción de caminar una plaza ajena con el estómago lleno de nombres pronunciables y sinceros. Pero, en fin, vinieron las mujeres con su inmensa carga de “dime la vida”, y empecé a escribir. 18 años. Padre escritor. Ganas de comer la vida y la mujer y las palabras. Y otra vez la soledad, con su trasmutante personalidad, tomó el cuerpo de las letras y empecé a pintar su nombre de colores, de cantos, de miradas. La noche se hizo soledad y la soledad escritura y la escritura alivio y el alivio sueño para volver al día siguiente a la rutina de cargar el alma de sentidos para explotar, otra vez, de noche. Creyendo conquistar a las letras, me invadió el vicio de la lectura y la escritura. No me arrepiento: No tenía alternativa.

Libros de poemas: Reconciliar la sombra, Guadalajara, Ágata, 2002.

Contracanto a mí mismo

1
VUELVE A EMPEZAR EL VIEJO INTENTO.
Hoy la antigua madrugada traza signos por mis manos
y me envuelve en sus cantos de insomnio
que es insomnio de todos los tiempos
y de todos los hombres.
Hoy debo desgarrar mis vestiduras
en luto de ignorancias,
corromper las energías que
me llaman y limitan y contornan
hasta darme velo o cielo o confusiones.

Hoy comienzo nuevamente desde todo.
Procuro incierto el primer paso,
la palabra que propone sus inmíseras hazañas.

Hoy me obligo a remontar mis esperanzas
y rondar por otros tiempos y otros mares:
Barco soy, sí, de miedo y pesadas intenciones,
de largos deseos de mar abierto,
de minúsculas admiraciones
y de miradas que ven más allá de las miradas.

Hoy la noche se encarna de pasados, de presentes y futuros.

3
HOY ES DÍA DE MULTITUDES,
de olvidar intimidades y secretos
para ser más íntimo y secreto
entre el mundo al descubierto.
Soy el hombre y la montaña.
El lago y las cigarras.
La cloaca citadina que aprisiona
entre sus rejas la vergüenza de la calle.
Y soy la calle y su bullicio.
Y también soy todos lo que pasaron
por la calle y los que no pasaron.
Y soy de asfalto y de sonidos.
Soy invento de novelas y también dialéctico existente.
Hoy pienso y existo y
pienso y no existo.
Y soy el pienso de todos,
y los piensos de las horas
y de las madres y de las vacas y de los coches
y de las estatuas que son menos que la risa
que también soy y somos todos.

Hoy velo por el paso de los tiempos
y vigilo su tranquilo retroceso y su enhiesto
avance de destrozos.
Hoy mido las palabras y me dejo medir por las palabras.
—porque soy la oscura perfección de los silencios—
Y soy el arte de hacer las cosas buenas
y el arte de hacer las cosas malas.
Y soy el arte de no hacer las cosas.
Y el no arte de hacerme hombre cada día,
o no hacerme hombre y ser como todos los demás hombres no hombres
que somos uno ahora y siempre.

Hoy canto vestido de finales y principios,
soy Tao, Zen y universo colectivo.
Soy mis promesas y descuidos,
mis últimos inventos y los inventores de la rueda
y del fuego, y la palabra.

Aunque la palabra se hizo antes, también soy la palabra.
Y la palabra de todos que se hicieron antes de todo.
Y los llantos y la aurora.

Hoy soy agua y pescador conjugado en madrugada,
Viejo limosnero y su limosna y sus chicles y su esquina bien ganada.
Niño tragafuegos,
y fuego punzante de siglos que propaga esa miseria.
Autor de canciones populares.
Negociante parafraseador de la tonada de los sordos.
Burócrata y trailero.
Soy el metro y sus rieles y sus gentes:
Desde ahora hasta el dos de octubre
y hasta mil quinientos veintiuno
y hasta mil cuatrocientos noventa y dos.

4
HOY NO VALGO POR MÍ MISMO,
o valgo todo lo que valen todos por sí mismos.
Hoy soy el único motivo de la luna
en su equívoca persecución de soles.
Soy duda y maleficio
y soy vida entre las horas que cuentan sólo los segundos
y no saben de la vida entre las horas.

Mi canto es de todos los hombres a golpe de ausencia.
Y por eso canto:
Porque no soy yo el que canto y soy el único cantante.
Y mis manos son guitarras y mi pecho
es la boca de los campos y los hombres.

Y canto a la vida en mi afán de distraer su paso
para decirle que pido espacio en sus andares,
que soy parte de sus alas,
de esas alas que duelen
porque abrigan libertades.

Y la vida me ve y se ve y nos ve
y se es en mi canto.
Canto a la vida.
Canto a los hombres.
Canto a mí mismo.

SILVIA EUGENIA CASTILLERO

N
ací en la ciudad de México en 1963. Crecí en un ambiente de libros y música. Cuando comprendí que no poseía una voz entonada para cantar como algunos de mis hermanos, decidí inventar historias. Una infancia sin televisión me permitió darle rienda suelta a los sueños. Así formé un pueblo cuyos miembros (muñecos muy diversos) poseían vida con sólo acercarme a ellos, y durante años no me dediqué a otros juegos que a elaborar la intriga de esas vidas cruzadas, cuya existencia dependía de los límites de mi imaginación. No tener televisor también me permitió acercarme a los libros: a los diez años leí Las noches blancas, de Dostoyevski, a Edmundo de Amicis, a Mark Twain, a Julio Verne, a Herman Hesse. Mi destino dio un giro tras el golpe del gobierno de Luis Echeverría al periódico Excélsior. Mi padre, que era entonces jefe del departamento de Relaciones Públicas, tuvo que salir del diario junto con el equipo cercano —por convicciones profundas— a Julio Scherer. De esta manera es como en 1976 llegué a vivir a la ciudad de Guadalajara. Estudié letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara. Trabajé como auxiliar de investigación con Adalberto Navarro Sánchez y tiempo después con Dante Medina. Posteriormente fui investigadora adjunta en el Centro para la Escritura de Creación, dirigido por Ricardo Yáñez. Durante las madrugadas escribí mis dos primeros libros: Entre dos silencios. La poesía como experiencia (1992), libro de ensayos, y Como si despacio la noche (1993), de poemas. En 1995 publiqué Nudos de luz, mi segundo libro de poesía, con serigrafías de Rigoberto Padilla, fruto de una beca para jóvenes creadores del Fonca. De 1994 a 1998 viví en París con una beca de la Universidad de Guadalajara para estudiar un doctorado en letras hispanoamericanas en la Université Sorbonne Nouvelle. Tiempo durante el cual cambió mi relación con la poesía y cuyo resultado fue un bestiario con poemas en prosa: Zooliloquios, edición bilingüe, traducido por Claude Couffon. En 1998 obtuve de nuevo la beca de jóvenes creadores del Fonca y en 2000 regresé a París por una estancia de dos meses, con una beca de estancia para traductores del Ministerio de Cultura de Francia.

Libros de poemas: Como si despacio la noche, Guadalajara, Secretaría de Cultura de Jalisco, 1993. Nudos de luz, Guadalajara, Ediciones Sur-Universidad de Guadalajara, 1995. Zooliloquios, París, Ediciones Índigo, 1997.

 

Fénix
En homenaje a Julio Torri

IBAN A FUSILARLO. ENTONCES VISLUMBRÓ A LO LEJOS, entre la bruma de las primeras horas de la mañana, la chimenea de una fábrica. Su mirada se detuvo en el humo, y vino a su mente el olor a incienso que en noches de calma encendía en su casa. Ya no pudo escuchar con claridad las órdenes del jefe de escolta —¡preparen, apunten! Se había perdido entre las formas aéreas del incienso que gustaba prender a medianoche. Ahora lo contemplaba agrandado por los fulgores del sol naciente y el humo se expandía por el cielo en proporciones gigantes. Vio subir y curvarse una flor cristalina, que luego no fue sino brotes de ala, y segundos después una danza de aromas: hojas secas trituradas, flores coloridas ante el sol, raíces que repetían sus formas nudosas en el ardor del fuego. Recordó las cenizas abandonadas por la ligereza del vuelo. Y a la voz de ¡fuego! percibió sobre el horizonte un ave crecida, su aleteo giraba en un juego de luz y llama hasta borrar su transparencia. Ya no tuvo ojos para contemplar esa estrella de pluma, ni brillo que acompañara al pájaro de luz.

El jeopardo
A Gerardo Deniz

La noche baja su cortinaje, residuos de luz se resguardan entre las arrugas de mi frente y los huesos que sobrepasan mi delgada figura. La luz reviste a las cosas de formas indecisas; un vapor salado asciende, el agua se aproxima para caer en las calles. Mis cuatro patas doblo sobre la banqueta y mi cuerpo es una hilera de rocas al borde del río. Bajo mi vientre la luna hierve, llaga. Como un moribundo de orejas erguidas, lanzo mi última mirada al cielo y bramo con ojos plenos de fuego. Cada barra de la alcantarilla es hierro fundido, una a una ciñen mi carne. Presa de un enrejado lustroso entigrezco; las rayas vuelven arisca la piel, el viento eriza mi pelo. Henchido, mi nuevo oficio es ser insumiso, pariente lejano del que fui. Goloso devoro las llanuras de asfalto, merodeo fuera de las casas, miro y no me detengo en las ventanas. Dentro un misterio inexpresivo, rasgo de anaqueles cerrados, deja penetrar mis ojos de oro que arden con su terrible luz hasta posarse en el interior insondable. Ahora sé que no hay nada de extraño. Indócil, invalido la posesión humana del orden. Soy un jeopardo de sonrisa maligna, único félido feo que conoce como pocos los códigos odiosos de los armarios cubiertos de polvo. De ellos extraigo hieles, trucos y saña; desde aquí marcho cauteloso por el canto de las puertas abiertas.

SU OLOR VENÍA DE LEJOS
de un camino largo
se paró a mi lado
cristalino era
sus manos tocaban las raíces de las cosas
como si tuvieran algo de mar dentro
era una figura azul su silueta
rodeaba mi cuerpo
como si bajara una cañada
y sus manos se hacían seda
hilos de luz
aquella tarde supe que el amor
no es un balcón donde uno sonríe y suspira
un sorbo de su cuerpo
me tembló en los labios
un temblor que vació mi corazón
y luego lo llenó de pájaros.

LA LUZ PUEDE LLEGAR A GOTAS
como una súplica
detenerse entre los labios
y unir la piel a la oscuridad
la luz puede nacer desde la noche
venir a tientas y no tocar
ser sólo el refugio de un río que se oye.

ME DICES QUE TU BOCA SUPO SABERSE EN OTRA BOCA,
que tus manos crecieron lejos de mi cuerpo.
Te fuiste un instante
pero me hiciste morir milenios;
no creo ya más en la permanencia de mis ojos,
no está ya recién mojado mi cuerpo en tu sudor.
Hay hebras en mi piel,
pedazos tristes que piden olvidarte.

LAS COSAS SE DEJAN OÍR CUANDO EL DÍA CALLA
llevan oculto su pasado
una flama y el tono del río
un dolor que las regresa a la ausencia.

La cólera que quiebra al hombre en niños,
que quiebra al niño, en pájaros iguales.
César Vallejo

POR DENTRO DEL ÁRBOL ALGUIEN SE QUIEBRA
y brotan pájaros iguales
atados a su nido

Por dentro del nido un árbol se quiebra

Ir
las hojas sólo sombra
y tallos vueltos sogas

Un árbol que no es árbol
vive atado a la tierra
que no es tierra
que no es tierra sino cólera
quebrada en árboles
quebrada en nidos
quebrada en quiebra

El buitre

ESTÁ ENJUTO Y COMPRIMIDO, CALVO DE TANTO ENCIERRO. TODAVÍA CONSERVA SU CAPA NEGRA BORDEADA DE armiño y su mirar penetrante, pero la vejez se advierte en su piel, plegada en sí misma sin poder ceñir el gran volumen de antes. En su celda hay unos cuantos troncos que simulan un banco; ahí trepa y permanece con su espinazo cada vez más doblado. Aún percibe las corrientes de aire, despliega sus alas y vuela como lo hacía en tiempo de hazañas, cuando se abandonaba a las columnas de viento cálido agitadas entre las rocas, hasta ascender muy alto en espiral. Pronto estrella su cuerpo desplumado contra los barrotes y el ímpetu cesa. Los guardias acuden a causa del ruido, él retrocede, se finge minúsculo y esconde .su corvo y filoso pico. Se ha vuelto temeroso, lento y opaco en sus furores. Desde su captura le suspendieron la carne para volverlo prudente, su palidez de vegetariano le da aspecto débil, parece un cuervo melancólico perchado en un árbol seco.

Instrucciones para no morir

DE REPENTE
hay que desabrochar
el por qué de las apariencias
y escupir blasfemias
para alcanzar
lo inalcanzable
De repente
se traba el círculo de asfixia
el bienestar imaginario
y se acuerda uno de la vida
de componer lo apachurrado
plancharlo
darle forma
alimento quizá
explosiones también
y de repente
existir .

Cuestionarlo

CÓMO ABANDONAR
este espejismo
de dioses inexistentes
de miedos que encarcelan
de muerte?
Cómo suprimir
trabalenguas que la memoria repite
esquizofrénica
convenciones de plástico
miradas electrónicas?
Cómo desligarse
sin reproches
ni remordimientos
del modo grosero de vivir
sin abandonarse
diario
y taparse de rabia
y sofocarse?
Cómo quedarse
así no más
sin amenazas?


ADRIANA DÍAZ ENCISO

N
ací en Guadalajara, en el lejano año de 1964, y durante los últimos quince años —con algunos periodos sedentarios intermedios— me he dedicado a empacar mis cada vez más escasas pertenencias, cambiándome constantemente de casa, de ciudad, y finalmente de país y continente. Once años en la Ciudad de México y casi cinco en Londres han intensificado la crisis de identidad que, supongo, todo escritor necesita para verdaderamente buscarse en el único país que lleva consigo: la palabra.
Empecé a escribir desde niña: cuentos muy trágicos y poemitas. De adolescente escribía cuentos. Después, durante años, sólo escribí poemas. Por ahí de los 30 años terminé regresando a la narrativa: cuento y novela, pero no he abandonado la poesía. Escribo letras para algunas canciones de Santa Sabina y he hecho experimentos con teatro, guión para cine y televisión, ensayo, con la radio, un espectáculo para cabaret y el libreto de una ópera. Para volverlo todo más complicado, mi estancia en Londres de pronto me pone a escribir en inglés. Sé que esto parece el trayecto de una autora demente, pero creo que, en esencia, en todos los géneros en que he incursionado, con mayor, menor o nulo éxito, se desarrolla una misma voz que aprende a alimentarse de otras formas.
Mi fascinación por los cuentos de fantasmas y los aspectos más oscuros del alma humana, que viene de mi infancia, me ha ido acercando a lo que hay de más luminoso en esa región misteriosa que identificamos con el cielo. Pero aquí no hay contradicción. Cualquier autor de cuentos macabros lo diría: suele suceder.

Libros de poemas: Sombra abierta, Guadalajara, Departamento de Bellas Artes de Jalisco, 1987. Pronunciación del deseo (de cara al mar), México, DF, UNAM, 1992.

 

Es irreal sentir

NO SABER NADA MÁS DE LO QUE DICTAN LOS SENTIDOS
y con eso ir creciendo en el mundo

Despertar la piel para no encontrar nada

en el amanecer del alma
en la dorada luz

Amigo, el amor no existe
Quiero creer que no existe
porque el amor es esto
en el aire y sin nombre
cubriendo las calles y desnudando el cuerpo
que se muere de frío

LA NOCHE
rompe la piel delgada que me envuelve

Es mi desnudez
entonces absoluta

Si me tocas no voy a abrir los ojos
No voy a abrir jamás los labios
por no dejar que escape el beso
por no dejar que la noche se diluya

Guardo tus manos dentro de mi cuerpo
Guardo una caricia oscura de cada noche que se ha abierto
sobre mi vientre abierto
sobre esta inevitable abierta desnudez

Bebo los nombres
los silencios que me tocan
cuando el tacto hace a la noche

Guardo tus dedos en mis venas
como guardo ortigas de otro aleteo nocturno
como guardo retratos en la lengua
Recojo celosa cada astilla de tu cuerpo
todos los caracoles de mis mareas soñadas
Me construyo dentro todo lo que se rompe
todo lo que dejas
cuando cierras persianas en mi rostro
para ser otra palabra de memoria

Guardo todos los vocablos
para la vista ajena que me mira sin recuerdo
para que me crea el cristal si digo que soy yo
la misma desnuda de la noche
que agota el amor en su boca

A QUIEN YO QUISIERA AMAR, ES AQUEL QUE PUDIERA GUARDAR
el nombre de Octubre en su boca

De pie junto al terror junto a la fosa y los metros de tierra
sobre nuestra carne y mi conciencia

Frente a mi deslumbramiento

Pero sólo he amado a los mil rostros del miedo

Mi amor desata alaridos, que de noche me ensordecen todavía

Parque Morelos

UNA MAÑANA LAVADA
anuncia que vendrá la primavera
descendiendo entre ramas húmedas
descendiendo
por las primeras flores de las jacarandas

El gozo no está en la vida afuera
en la tristeza afuera
en las calles grises
ni en el humo
El gozo viene en la sangre
subiendo por las venas
la sangre nueva

El gozo se siente en la piel que besa el aire
y en el cabello ondeando al aire
El gozo está naciendo en las pupilas
plenas de ese verde brillante
mojado cubriendo el parque

De un breve cielo

REAL ES LEJOS DE LA TIERRA. LOS ROSTROS, LOS PAISAJES. La suma de gestos, campos, cielos que hacen los recuerdos y el destino sin medida de los hombres. No la materia que tocan nuestras manos torpes y que lleva el estremecimiento del miedo a nuestro corazón; no las imágenes que ven nuestros ciegos ojos, los que después cerramos asustados del vacío como espectros de sombra abrazados a la espalda de todas las imágenes. Real es todos los sitios a donde asoman nuestros ojos con brillo de diamantes en el centro del sueño; toda la sustancia que se ofrece a nuestro tacto cuando hurtamos el cuerpo a las habitaciones cerradas de la vigilia. Los sonidos. La música de los sonidos. Los rostros, paisajes, sonrisas, delirios, los mares y montañas dibujando en el aire caminos que reconoce el alma; por ellos transita el recuerdo ansiando la unión con lo imaginado. ¡Lejos, lejos del mundo!

CIERRO LOS OJOS SI OIGO TU VOZ A TRAVÉS DEL ESPACIO de luz turbia que hay entre nosotros desde que dejamos de mirarnos, el mismo que separa los cuerpos que habitan la ciudad innoble arrastrando sus deseos de los cabellos como ángeles en rebelión. Veo un retrato quieto de ti como si el contorno de tu rostro colgara de un muro blanco. Hablo pero no escucho mis palabras ni veo las formas de las letras salir de mis labios; yo también estoy quieta frente a ti, como un retrato que mira a otro inmortalizado en un lienzo, y comprendo que las palabras no llegan a su sitio, que hablamos sólo un lenguaje rígido y frío como barras de acero, y no queda más que silencio y luego nada. Abro los ojos y aquí está, el mundo. Hablamos con su lengua que es lengua de mentira. Pero estoy desterrada del mundo y atravieso la piel transparente de mi pecho para ofrecerte la voz verdadera de mi corazón:

NO QUISE PROBAR DE TUS MANOS EL ÁCIDO SABOR DE ESTA TIERRA. Nunca hablé de esta tierra, ni hablé de tus ojos cuando dije tus ojos, ni de tu boca cuando dije tu boca, ni de tu cuerpo todas las veces que soñé tu cuerpo con la minuciosa atención de un copista. Real es lejos del mundo, recuerda. Todo lo que ves es un velo y yo lo sé, de eso te hablaba. Oía otras voces, veía otro cielo. Nubes muy limpias que se alejaban urgidas por un viento hecho de luz. ¡En verdad estuve loca, cientos de días con sus noches! Mientras retratos de ti colgaban de los muros del aire en la insomne ciudad, sorprendiéndome en cada esquina, engañándome en figuras vistas desde lejos, alterando los latidos de mi corazón, yo miraba en un espejo que era un estanque que no regresaba al mundo mi cuerpo ni mi rostro, sino un ángel de mí del que mi alma ha estado enamorada, y el espejo eran tus ojos que no eran tuyos cuando dije tus ojos. Así que has de perdonar al dios que traza estas rutas inciertas, hechas para perdernos, oscura deidad que no respeta sueños ni deseos ni la distancia ni el miedo ni la fragilidad de almas y cuerpos, el que hizo de tu carne cristal que fue un espejo que vivía en tu carne y tú ignorabas, pues en ese espejo nunca te miraste.

SI BUSCO EN EL ORIGEN HAY UNA FUENTE Y EN LA FUENTE UN RECUERDO. Una escena se concentra en mi memoria con creciente nitidez, con trazos y detalles estáticos como la fotografía de un mundo que no existe más. Mi alma se agita con un espasmo de dolor porque se recuerda entonces libre de sombras, ligera; agita su cabeza de aire y ve una escena fantástica, por inusitada, porque latía en las venas de esa noche la sangre impetuosa de la belleza y era salvaje: una belleza que era del aire y de la noche, del color incandescente del cielo, de cientos de alientos enredados al aire y cientos de voces abandonadas al espacio en un mismo canto, de una esperanza incendiaria como un árbol inmenso de luz cegadora, muy blanca, de una rabia ardiente como lenguas de fuego besando aquel árbol de luz y finalmente era la belleza hipnótica, violenta de la carne. Recuerdo el cielo nocturno de un azul brillante como un cielo de plata. Un azul intenso y transparente que nunca llegó a tocar la oscuridad. Pudo ser así: una luna redonda y blanca, gigantesca como un globo de leche, colgaba sobre nosotros y quizá iluminó el cielo con un fulgor retorcido, irreal, que no imaginé adentrándome en la locura, que recuerdo en verdad como se mostró a nosotros, así de ajeno a los colores conocidos de la noche. Recuerdo una calle ancha, sinuosa y árboles de frondoso follaje perdiéndose a lo lejos; un monumento, mármol blanco, columnas, un ángel de alas de oro desplegadas bajo la luna blanca y rostros jóvenes cobijados del frío por el abrigo de la música, y de una esperanza quizá absurda como un grano de trigo en sus corazones generosos, pero indolentes también, bravos como perros de caza, jóvenes, he dicho; y bajo el cielo, bajo la calle ancha, el monumento, bajo los jardines, árboles, palmeras, bajo la tierra el rumor de un impúdico reguero de sangre que inflamaba de rabia la música y la esperanza, los corazones limpios, la luna hinchada sobre nosotros.

DE TI SÓLO UN RETRATO FUGAZ, SALVAJE, hecho de música y a la vez aislado de la música y del marco de la noche. Un cuerpo semidesnudo que apareció recortado contra el azul del cielo, perfecto en la concentración de sus movimientos animados por un fuego feroz pero también, en su pasión, inmóvil. Una cabellera brillando en desorden bajo la luz azul y blanca. Un rostro cerrado, absorto en sus propios reflejos ocultos en el laberinto del cuerpo, aislado de todo mundo, ajeno a los ojos sobre él; eso recuerdo. ¡Miren!, pensé. Ahí está la juventud, y la belleza.

RENDIDA EN LA BATALLA ENTRE LA RABIA Y LA ESPERANZA, me fui intoxicada de esa incierta visión; me interné en la calle helada y me olvidé de ti. Un rostro más, un gesto, otra imagen en el vasto tapiz de lo creado. Luego el alcohol alumbró la noche; un torrente de vida a punto de extinguirse me arrastraba (son estas palabras que escupo en la arena después de tragar la sal de mi naufragio.) No volví a recordar este recuerdo en días, semanas, meses. Sólo ahora, que busco el origen del incendio y me interno en un asombroso laberinto de espejos donde nadie tiene nombre, pues todo es dibujo caprichoso de la luz.

TÚ ERAS UN BOSQUE. Y OSCURO. LA TRAMA IMPENETRABLE del follaje me dejó sentada a tu orilla, imaginando la densidad del agua en los estanques y los pantanos y los ríos que surcarían la tierra allá adentro; hasta mí llegaban los vapores y aromas del agua y el follaje, la perturbadora vida silenciosa moviéndose bajo las hojas caídas, el musgo frío, y yo sentada a tu orilla hundía mis dedos en la tierra, pacientemente inventaba las formas entrevistas, abrazada con los ojos a los hilos de luz fragmentada que arañaba el follaje y dejaba asomar destellos de verdor y transparencias que imaginé eran luz de tu alma. Pero acaso no había un alma del bosque sino sólo árboles, ramas, hojas, la deslumbrante desnudez muda de un bosque. Por eso quizá tu mirada no se posa en el mundo y ve dentro de ese territorio donde sólo Dios puede saber qué vive, y quizá por eso tu voz habla hacia dentro y es sólo resonancia de ecos en un paisaje del que nada vemos, que yo sólo imaginé sentada a tu orilla sin saber si era inmenso o muy pequeño, profusamente poblado o vacío; lo fui inventando guiada por los hilos de luz que desde ti nacían y en medio de aquel tiempo suspendido, él mismo un bosque, perdí la paciencia y tuve miedo, me dije: qué tal que no haya nada, nada, y quise entrar a la fuerza y fui expulsada. Pero no me dejó la imagen desnuda de un bosque. Ahí encontré la visión en que te vi por vez primera.

ASÍ PUES, ERA LA BELLEZA. PERO NO HABLO DE TI, porque tú no sabías que esa noche había alguien que contemplaba la belleza, y que para coronar el misterio insondable de una noche de tan vasta hermosura, que era como una noche arrancada del mundo, se grabó tu imagen como la imagen última que se llevarían entonces sus pupilas, forma deslumbrante que no ocupaba entonces lugar en mi corazón, pues no eras tú, ignorante de que te arrebaté a la noche y te llevé en mis pupilas como un símbolo de belleza y juventud.

OTRA FUE LA BELLEZA, DESPUÉS, VIENDO TUS OJOS QUE SÍ ERAN TUYOS y que recuerdo inquietos, lo único verdaderamente animado de tu rostro, alumbrados por un fulgor profundo, una llama que nunca supe si era tu corazón despierto o sólo un reflejo de algo que duerme en el fondo de esos mares y no despierta aún. Nada de lo que vi entonces encontró eco en ti; eran joyas que debía atesorar en silencio y muy lejos del espacio a tu alrededor. Mis tesoros. Mi victoria: haberte visto, existencia desnuda sin los ropajes del mundo, pero nadie, ni tú, sabía de esa desnudez y mejor habría sido callar, no romper nunca la luz temblorosa de esos otros recuerdos donde nuestra fe se ha confundido tanto con la desesperanza, donde nuestros más altos sueños, los más altos sueños de cientos de almas se ven reflejados en las aguas turbias de los ríos de sangre que van cubriendo la tierra.

REAL: LEJOS DEL MUNDO, HABERTE VISTO. Arrancarte del mundo no ya en mis pupilas, sino en mi alma, y pensar en el prodigio de las insospechadas fuentes donde ha de encontrarse la belleza, y para qué.

¡QUÉ CUADRO MISERABLE FUE PINTANDO MI DOLOR sobre los limpios colores de esa imagen! A veces pienso en la oleada de cieno que anega las visiones luminosas como esos retratos de la infancia donde nos vemos a nosotros mismos deslumbrados por el sol, solos sobre la superficie del mundo como hermosos animales sin lenguaje, y luego nada, la conciencia, la destrucción de todo paraíso. Así fue: dejé arrastrar la belleza entre las piedras y accidentes de la tierra hasta terminar con ella hecha jirones, tendí un velo sobre ese paisaje ajeno al mundo donde viví, soñé‚ respiré‚ mientras fui capaz.

LA FUENTE DEL SILENCIO NO LA TOQUÉ NUNCA. Te imagino libre de este amor y este deseo y descubro entonces que no logro siquiera imaginarte, así que nunca existió tal amor sobre este mundo y tengo entre las manos una concha vacía, una pregunta, un eco donde no hubo sonidos. Dónde están entonces los jardines infinitos que yo vi lejos del mundo, quietos bajo un cielo sin mancha donde un viento hecho de luz arrastraba nubes, pájaros, y dónde los árboles y los frutos magníficos y el olor del jazmín. Uno de esos frutos maduró dentro de mí y era mi corazón. Pero no temas: el mundo sigue intacto, nada he ensuciado con mis sueños, por no hablar de mis manos que jamás se han detenido en ti. Hablo de frutos que no son para nosotros; le hablo a un cuerpo de cristal, a un retrato que cuelga de un muro blanco y no tiene rostro y no eres tú; perdida estoy en un laberinto de ecos donde camino sola. Pregunto por un jardín y te cuento una historia, si quieres escuchar, si estás en ti cuando te hablo; digo que había un fruto maduro y era mi corazón; que en este amor inconsecuente buscaba la transparencia de un río que corre manso, infatigable, entre rocas silenciosas, eternas, pulidas por esas aguas limpias desde siempre. Buscaba quizá la grandeza de mi amor, y un mar generoso y amplio que abría litorales en otros mundos y quería contemplar eternamente, sin alejarme de su orilla ya nunca. No era amor: sólo la revelación de otra existencia con una pureza y nitidez que no había conocido en mis visiones del amor. Quería entender, pues supe detenida en tu imagen que el mundo estaba hecho de prodigios, maravillas, y aún eran reflejos sólo de una fuente que está lejos del mundo y cuyas aguas no cesan nunca de manar.

Y LA PASIÓN QUE ERA DESEO DEL CUERPO ERA UN CARRUAJE hecho de fuego que encontraba tu cuerpo como un puente, pues quería cruzar esos mares, ese cielo, y no estar atado ya por nada que fuera un lazo con el peso insoportable de esta tierra. Nunca toqué tu cuerpo pero un cuerpo cristalino, una carne que era símbolo de juventud, belleza y reflejo de tu cuerpo fue poseída incontables veces en un espacio que aún ahora puedo recorrer, vuelvo presente cada movimiento y cada espasmo de un inconcebible placer que por supuesto no era para nosotros, era otro fruto maduro de mi cuerpo nada más, y quizá no era mi cuerpo sino sólo su anhelo, y si recuerdo esa manera inmaterial de tocarte retrocedo, aterrada de haber amado así un cuerpo que no toqué nunca. ¡En verdad estuve loca, cientos de días con sus noches!

CADA VEZ QUE RECUERDO TU ROSTRO RECUERDO MUY POCO de tu rostro y veo un pasaje, un laberinto, una puerta de mi propio corazón, umbral que traspasé y me llevó a bosques de follaje espeso y aire limpio y tiniebla también, oscuridad; si te recuerdo camino a tus espaldas, yerro tras de ti, no sé dónde estás ni sé quién eres. Conocí en cambio cuál era el brillo exacto de tu alma asomando a tus ojos los breves instantes que te miraste en mí. Luego vino la distancia concreta de la innoble ciudad, corazones innobles; el desconocimiento de cuerpos mundanos que no se conocieron nunca, las inteligencias hastiadas de esta tierra librando su batalla por quedarse aquí, por no conocer más. La ganamos. Estamos aquí, el puente entre nosotros construido de recelo, vergüenza y daño mientras yo asomo a otros abismos más temibles, oscuridad quizá definitiva como un velo tendido sobre ese retrato tuyo que quizá no fue nunca imagen de otra tierra, sólo inocencia, la suficiente pureza de este mundo.

INCONTABLES FUERON LAS PALABRAS QUE ARROJÉ A TU ORILLA, y preciosas las palabras que arrojaste al fondo del pozo insaciable de mi alma que destruí ciega de dolor y rabia. ¡Qué grande habrá sido tu miedo, viéndome correr en ese bosque, desgarrándome entre las ramas desnudas de sus troncos negros, la oscuridad que no logré cruzar para salvarme! Grande es también la vergüenza; salir del bosque, mirarme, desordenada y rota, tratar de recordarte y no ver nada, el peso de la extrañeza entre nosotros, el vértigo, la atracción del abismo y resonando en mí sólo palabras. ¡Y así expuse yo el itinerario accidentado de mi alma!

BASTA. SERÍA MÁS LOCURA ARROJARME A ESE ABISMO y no decir una palabra. Una última carta no va a restituir tus palabras convertidas en ceniza, ni la limpidez de la mirada ni la inocente entrega de unos cuantos golpes del corazón. Pero restos de pureza se adhieren al recuerdo: los sueños, las imágenes que cuelgan de los muros y los paisajes que hacen el tapiz del mundo, donde algo de las almas vemos reflejado. Arrojo estas palabras sobre la dorada arena sin más huellas que mis pasos, y no hay pasos porque estoy quieta en la orilla, perdida la mirada en la amplitud del mar. Digo que tu cuerpo era cristal; eras espejo. Y que no eras un ángel ni dejó por eso de revolotear el ángel que yo buscaba enamorada, haciendo daño con el golpe de sus alas sobre mi corazón que dibujaba estelas prodigiosas de luz donde algo vi, destellos, verdades hondas que no se dicen con palabras.

DE ESO ESTABA HECHA ESTA DEMENCIA; de esta materia el insaciable deseo que se ahogó en su propia hondura: imágenes, paisajes, rostros como estampas, los gestos estáticos de sueños y recuerdos, sonidos que hacen música, voces, anhelos, pájaros. Piedras de brillante transparencia que penden de un árbol secreto oculto bajo la tierra en una gruta de paredes cristalinas donde todo es espejo, todo un alma que a sí misma se busca, y el recuerdo de ti sin que seas tú, el ángel para el que arrebató tus ojos y tu rostro y tu cuerpo mi alma enamorada estará siempre lejos del mundo, por mí protegido, a salvo de las sombras vencidas de la tierra y los grotescos demonios del dolor.

ARNULFO SEPÚLVEDA

G
uadalajara, 31 de marzo de 1964. Participó en el taller literario de Raúl Bañuelos. Ha publicado en Trashumancia, Periódico de Poesía, Revista de la Universidad de Guadalajara, Siglo 21, El Occidental, El Informador, Revista Generaciones, entre otras. En 1995, recibió mención honorífica en el Premio de Poesía de la Fundación Álica de Nayarit. Fue editor de la hoja de poesía Ventana. De 1996 a 1997, coordinó la revista de poesía Presencias junto con Víctor Manuel Pazarín. Está incluido en la antología Tiro al blanco, “Poesía última de Guadalajara”, y en la ampliación Poesía de Jalisco del siglo XX, editada por la Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco.

Libros de poemas: Variaciones, Guadalajara, ediciones La Brújula, 1995.

 

Existe algo más tenaz
que la memoria: el olvido
Salvador Elizondo

ÉL YA DUDABA
de continuar con esa vieja necedad
Cada cumpleaños compraba una flor
cambiaba de marco al amarillo retrato
ponía el disco de siempre
ante la pequeña cajita de nogal
y terminaba la botella de vino
antes de llevar de nuevo
los cenicientos restos de su esposa
al cajón especial del viejo ropero

HOY
Después de aquel robo
ya nada es igual
De nuevo con la cosa de tu ausencia
mientras empujo el humo de cigarro
a la cabeza; aquí, con este vaso
que bien parece igual que yo, adolecer
de ese sincretismo que eres toda tú
y el odio que me tengo a donde vaya.
Por eso es que te busco en la memoria.
Así es como prefiero y no en el cieno
de tu cama, ahí, donde lo hiero todo
y no dejo ni sana la mirada.
Aquí otra vez la cosa de tu ausencia
pero, esta vez, con esos fríos tragos
que adormecen las letras de tu nombre
y el codo en la madera de la barra.

DE TANTO SER Y NO SER YA NO PUEDO.
De tanto estar cargando esta conciencia
que va y lame quedamente los huesos,
de tanto estar y no estar sin tu juego.
Sin el pasado que yo asesiné
y con lentitud eché bajo el brazo.
Bendice ahora este tarro de vino
que acompaña el pan sentado en lo muerto,
en el plato de sopa hecho ceniza,
en el trago que jamás quita la sed
y, aun siendo así, en silencio tomamos.
Hoy, de tanto velar pan y recuerdo
mientras gira el estridente rosario,
de ti y de mí nos fuimos olvidando.

Bar Corona

ESTRELLAN SUS BEBIDAS
arqueados en reducida mesa
por un mariachi que desteje de sus cuerdas
las notas de Chapala
sin de vista perder al minutero
que irremediable
acerca su paso
a la hora
de otra vez a lo diario

Siete motivos

UNA DIMINUTA FLAMA QUE BAILA
ante la estampilla de un santo

Una mesa de orillas golpeadas
y su cara de vidrio

Una desesperación que ya no cabe en las bolsas

Un olor a cigarro que abraza
por completo la lengua

Una incertidumbre acechando en la esquina

Un lápiz perdiendo estatura en la hoja

Un borrador nunca llegado a poema

Galopes de cráneo

HAY VECES
que huyo de mí

Del secreto sonido que los libros emanan
desde el estante

De la palabra que busca la punta
sin encontrarse a sí misma

De un lápiz que grita angustiado
sin el perdón de la goma

Los huesos me calzo lamidos de tedio
y me lustro la cara

Ya los ojos lavados
con arana de cirios

Ya el cabello alisado
con ceniza de un santo

Ya con las ganas todas
de jalar la palanca y volver a lo mismo

Al jinete de alcohol que me galopa
en las llanuras del cráneo

Al piojo que baila incansable
en el corral de la frente

Al hombre que tres risas en la cartera se guarda
dudoso de todo gastar en sólo una tarde

Con el eco rasgado en el tedio
siempre huyo a lo diario

La semana en el perchero
La risa más agradable es
aquella a la que nos entregamos
a costa de nuestros enemigos
Sófocles

CERRAR EL PÁRPADO ANTE EL LIBRO EN TURNO
para con el otro
salir en busca de lo mismo
Quitamos la semana sudorosa
y flácida colgarla en el perchero
Tirar algunos pocos pesos en la bolsa
que nunca tuvo fondos listos
a ser devorados por el timbre
de la registradora
Improvisar una larga y apretada mesa
y saludar a uno que otro amigo
con el pómulo fruncido
por el temor de no saber su nombre
Mientras el cigarro desmorona su estatura
y el ron agota su paciencia
cuenta nos damos
con el tedio embarrado al rostro
mientras lentamente la mesa se deshoja
que casi siempre al final
queda lo mismo

Arde el reflejo

FRENTE
a un espejo
de agua
tu cuerpo
se derrite
ahogando
la luna
del ropero

En el risco del sexo

OLEAJE QUE ALTO
revienta en el risco del sexo
terco
hasta quedar
hecho agua
en mis manos

El muro de tu cuerpo

SÓLO UNA RENDIJA
—no más—
necesito
para penetrar
el muro de tu cuerpo
aunque esté fuera
como el cerco
de Numancia

Así nada más

ASÍ NADA MÁS
quieta
quietecita
inmóvil,
frenéticamente
callada,
oscilando el trasero,
así
nada más

Con lo que sobra de mí

TU BOCA SE LLENA
con lo que sobra de mí

Suaves tus labios
húmedos
a ritmo de temblor
en las piernas
anidan el calor de la tarde
bajo el vaivén de tus ojos
que inciertos
se derriten
hasta que la noche
me desprende de ti



GUSTAVO GARCÍA

G
uadalajara, Jalisco, 5 de mayo de 1964.

Libros de poemas: Invocando silencios, Guadalajara, Sextante, 1999.

 

Respuesta

ELLA MIRÓ LA SÁBANA LLENA DE SANGRE
con ese mismo rostro caído de nostalgia
Él también miró eso con su mirada ebria

Ella lo devoró
Él ya no estuvo
Suave el viento del mar
que instaló en el horizonte
de su vida lejana

Ambos fueron devorados
Por el tiempo, más allá
de la resonancia del ser

Y la sangre permaneció ahí
inmaculada.

Entre nueve y diez

CON EL HORIZONTE DE VERANO
la vida aún voltea a mirarnos

Entre nueve y diez
los estudiantes
se encuentran en el bar de la vida

Entre esas horas nocturnas
los amantes se citan en el café
para amarse a escondidas

Entre nueve y diez
los oficinistas descubren
que la corbata
es el numen de la vida

A esa misma hora
los obreros fuman su desesperación
¿pensarán en la huelga?

Las amas de casa
aseguran que la televisión
es quien manda

Entre nueve y diez
los niños lloran

Entre nueve y diez
las meretrices empuñan su estandarte
y la lluvia cae

Entre nueve y diez
las esposas también lloran
y sigue lloviendo

Los carros pasan
menos de prisa

La piedra

RESTO DE TIEMPO LEJANO
ofrenda del alma tierra
de ángulos duros y filosos
en el centro del corazón

Ónix
diamante
caliza
cuarzo
u obsidiana
piedra
siempre piedra

Espejo reflejándose
sobre sí mismo
vientre en el vacío
del mundo
blanda
redonda
afilada
arrojada por nadie
al universo itinerante
y solitario

Piedra sol mirándome
de frente
luna piedra en la obscuridad
perdida
expatriada
Piedra Rodante

Años piedra
en el camino sin suerte
dejando lápidas
cubriendo ciudades
hombres, mujeres y niños

Lluvias de piedra encendida
quemando almas

Aves y peces piedra
en la quietud del azoramiento
hombres y cosas piedra

Pedro, Petra, Pablo

Piedra en los ojos
en el hígado
en la vejiga
en el zapato
en el pecho

Piedra aquí
piedra allá
en todas partes
pedregal
piedrera

Piedra en el camino
gran piedra de montaña
piedrita
pedrada

Ríos de piedra
piedras de mar
nubes arriba
echadas como piedras
números y conciencias
dioses y cielos hechos piedra

Todo
Piedra
Carne piedra
Piedra sal de
la tierra

Hombres picando siempre piedra
hasta que algún día
el de todos los días
no haya
piedra sobre piedra
sobre la faz de la piedra

Los locos
A Leonel Magaña

LOS LOCOS AMANECEN DE LA TIERRA LEVE
porque de ella el alba es tan sólo
una absolución hipnótica
Los locos son los albatros que recogen nada
y sólo lo necesario buscando un inexistente sol
Los locos son la lluvia que viene del mar
para silenciar la sed de los desahuciados
y fraguar el horizonte aferrado
asimismo de los locos

Son la música que no pertenece
a partitura alguna
Son el ángulo y la intersección
del tiempo y del espacio
en ese ritmo donde se juntan y se detienen
como un espejo apocado entre su vida y su muerte
Son el suspenso anónimo y el escándalo
cuando se atreven a flotar inmaculados
sobre las calles desnudos y misericordes

Los locos trazan signos inanimados
donde ellos quieren
tanto en el cielo como en la tierra
sin que nadie lo sepa
para avistarnos otras vidas
en esta muerte
Y caminan por ahí con los zapatos
desabrochados en la obscuridad del día
y sus calcetines son siempre una incógnita

Los locos habitan en los vientos y los puentes y los parques

ÓSCAR TAGLE

1
964. Nació en Yanga, Veracruz. Siempre ha vivido en Guadalajara.
Es autor de Performance travesti de la noche oscura con percusiones. Colección Canto de Sátiro, Ediciones Arlequín, 1995.
Forma parte de la Muestra de literatura contemporánea de Jalisco, compilada por César López Cuadras. Universidad de Guadalajara, 1997. Participó en la antología Poesía última de Guadalajara. Colección Canto de Sátiro, Ediciones Arlequín, 1998.
Ha publicado en diversas revistas y suplementos periodísticos: Juglares y Alarifes, Luvina, Dosfilos, Trashumancia, Tierra Adentro, Universidad de Guadalajara, Renglones y Armario.
Colaboró como editorialista del periódico Público y como editor de noticias en el grupo Promomedios Radio.

Libros de poemas: Performance travesti de la noche oscura con percusiones, Guadalajara, Ediciones Arlequín, 1995.

 

Tequila Sunset
Imaginación y memoria
ambas son sueño
Luis Cardoza y Aragón

DE TU ZAPATO NEGRO
y tacón alto bebo
líquida luz de sol cayendo

brindo crepúsculos
veo la pared blanca
como un enorme lienzo virgen

empiezo a deletrearte
levanto tu vestido
mi mano penetra tu sombra

luz de luna en molcajete
muelo luciérnagas chapulines enyerbados
cantos de coyote tuesto hormigas grandes rojas

hasta que llego a tu color mezclo
grana grosella neón en raíces
escupitajos de bengala
masco cáscaras de cactus

prendo el humo que me lleva a ti
ya veo tus ojos
tus pechos parpadeando

amanece ahora
bailas sin control

Performance travesti de la noche oscura con percusiones

ME VISTO CON TUS ROPAS
al rojo vivo mezclo
de tu ausencia ocres polvos
una máscara huichola
me cubre la tristeza

riego aserrín por todo el piso
rumba antillana tambores
marimba africana bailo
en éxtasis sudo mezcal
y otras pócimas traídas
desde el sureste orino
echando chispas y escalofríos
grito tu nombre sin entenderme

incienso la mezcla parda:
el rizo rojo recién cortado
la tierra que al partir pisaste
el semen que era para ti

que el humo me fortalezca
de la muerte que me dejaste

candelabros y veladoras
huérfano me alumbran a toda llama
en cantos espirituales
me desnudo de rodillas
me masturbo rezo

para que el ritmo
fiel de la música
no me abandone

Dados

LA PROBABILIDAD
de coincidencia
para que ocurrieras

no la debo a los astros

II

EN LA COCINA AMAR BESOS Y BUFFET
sobre la mesa amar sedados en especias
amor condimentado se enciende huele

ojos y boca en danzón para metate
y gourmet adrenalina friéndose en la estufa
el alfabeto a flor de suflé

el antojito triangular del sexo

espinacas esperma amor
estofándose en el horno

EL ACONTECIMIENTO EN PANTALETAS
una diva en playtex y juegos
de alfombra íntima proteína
el pescado es amor

Tener la cirugía plástica en el horóscopo

(los saludos al libido
los dormidos en sudor
los desnudos nómadas)

Tener las pecas de pecar
la verdura la hidratación el viaje
el negro romance

(al ataúd el tedio
al beso su vinagre
al amor su marquesina)

la pijama o el mameluco

el terciopelo lucirlo

 

El juego

SUAVEMENTE
acariciar tus labios
parar la bola
matarla

tocar de primera
lo que cuenta
es el deseo
no la intención

toque sutil
juego de extremos
de extremidades

alcanzar siempre avanzar
subir bajar
hacer el gasto
al ataque uno

encima del otro
disputarnos todo
al medio campo
marcación personal
a ojos cerrados

entrar con la zurda
al área chica de tu pubis
a oscuras chilenas en tu cuarto
movimientos sin balón

chanfleando el cuerpo
gambetas a las sombras
a trasluz
a los claros del espacio
caer

levantarse correr siempre
aferrado a tu cintura
goles

a favor o en contra
el juego del hombre
es el juego de la mujer

Por el gusto de mirarlas

TODAS LAS COSAS PERTENECEN
invariablemente
al reino de lo eléctrico

el tacto es el regulador
de dicho mundo

una silla un árbol una vagina
con grandes conductores
de calor
chorros de corriente
se transmiten
a través de ellas

el aura que las rodea
la contemplación
a la que inducen
el movimiento que poseen
aún estáticas

se percibe por el tacto
que es un ojo que toca
las cosas sin medida
por el gusto de mirarlas

Bodegón

EL BARRO VÉRTIGO
de la materia
como ácido que salta
a los ojos

tunde el espacio creando
aromas miradas sorprendidas
vasijas y jarros
de colores hinchados
timbran su esencia

hay manos que inventan
los inventos de otras manos

sustancia de tierra sedienta
pide a gritos un tequila un mole
agua de río para un cántaro

GABRIELA BOTTI

M
éxico, DF, 23 de diciembre de 1964. Radica en Guadalajara, Jalisco, desde 1982. Estudiante de artes plásticas en la academia Frida Khalo. Desde el año 2000 pertenece al taller de literatura que dirige Patricia Medina. Publicó en coautoría el libro de poesía Lo que el ruido se calla (Literalia Editores, Guadalajara, 2002). Está en proceso de edición su poemario Mares de noche, en edición bilingüe francés-español. Es actual encargada de Relaciones Públicas de Literalia Editores.

Libros de poemas: Preámbulo de la luz, Guadalajara, Literalia, 2003.

 

Creen anticipar mis horas

CREEN ANTICIPAR MIS HORAS
sujetarme en su abismo

se afligen
si me perciben noche

no saben
que sobrevivo
a los escombros.

Olvidar las promesas

OLVIDAR LAS PROMESAS
que hice a las figuras de papel
y las muñecas que vestí de juramento

inscribirme en la ruta
que desembarca
en otro continente

remendar rasgaduras
donde embonen mis huesos.

Voy a tararearle trenzas al cabello
a devolverle a la luna
mis pupilas.

Mi sombra no entiende que me habitas

MI SOMBRA NO ENTIENDE QUE ME HABITAS
husmea por las esquinas
se detiene en las fotos
aspira cuanto has tocado
te vigila por las noches
en los ciclos de luna

te sabe cerca
murmura plegarias y conjuros

quizás presiente
que te llevo hilvanado
entretejido
como si el tuyo
fuese en verdad mi cuerpo.

La que miro en el espejo

LA QUE MIRO EN EL ESPEJO
es diferente
en otros ojos

multiforme
se empaña su silueta.

Manos para saber
quién soy.

¿Dónde comienzo?

¿DÓNDE COMIENZO
a respirar mi propio aire
a descalzarme de los pasos ajenos?

Tirones que me enredan los hilos
que persuaden al tiempo
a la hoja
que me corta el aliento.

Despojarme de las tantas que soy

DESPOJARME DE LAS TANTAS QUE SOY
escribir el agua que desdibuje
el gesto fraguado
en artificios

renacer

en esta misma piel
tan conocida.

 

Del festín del despojo

DEL FESTÍN DEL DESPOJO
huyo para recuperar las piernas

levanto mis pedazos
sangran mis uñas

oigo el jadeo desesperado
del ave de rapiña.

Caminaré descalza sobre carbón ardiente

CAMINARÉ DESCALZA SOBRE CARBÓN ARDIENDO
desnuda, correré por la plaza
en mi boca derretiré la nieve
y beberé whiskey
como los hombres...

cuando despierte
seguiré todavía
aquí
inerte
...al borde.

Empaco los pantalones gastados

EMPACO LOS PANTALONES GASTADOS
talco, jabón, perfume
caminaré hasta donde duren las suelas
de mis botas negras

hasta que cristalice
la sal de mis ojos

me detendré cuando el ardor en las plantas
sea peor que el hastío
cuando los pies de ida
no alcancen para el regreso.

 

Caigo en pleno vuelo

CAIGO EN PLENO VUELO
una ráfaga estival se entrelaza
con mi canto de luna
estoy lejos
su inmensidad afina los colores
la lluvia me levanta
y descubro otro ritmo
otro cuerpo
me sostiene una gota
un compás de piedras
se va el lodo
me regala un paseo de soles

y yo no sé
ni él tampoco
cuánto tiempo nos tome
llegar al campo
de los tulipanes.

RAMIRO LOMELÍ

R
amiro Lomelí nació en Barra de Navidad, Jalisco, el 24 de marzo de 1965. El Cristo del templo del lugar bajó sus brazos mientras él nacía. Es tataranieto de Agustín, Bisnieto de Cleofas, nieto de Ramón, hijo de Ramiro. Su esposa es Yolanda Hernández, y tienen dos hijos: Ramiro Eduardo y Diego Sebastián. Tiene más de siete hermanos y algunos amigos. Cree en Jesucristo, en la dignidad infinita de las personas, en la familia, en el deber, en la belleza artística como semilla y fruto de belleza moral, en el Hospicio Cabañas, en la libertad de empresa y en la autocrítica. Su mayor influencia estética ha sido la pintura de Edward Hopper. Sabe que entre los mejores poetas, muchos no han escrito ni un poema; pero han curado, han vendido, han construido, han fabricado, han enseñado, han salvado. Evita hundirse en los ambientes literarios, periodísticos y políticos. Admira a Juan Pablo II y a Groucho Marx. La mayor parte de su vida ha residido en Guadalajara. Cree que sólo hay una utopía posible; en el presente. Desconfía del Estado paternalista y del Estado tipo padre ausente. Prefiere el color café. Le encanta observar a los pájaros, al mar y a los comerciantes honestos. Ha ganado dos premios escribiendo sobre la ciudad y publicado de manera aislada. Le pide a Dios que lo guíe.

Libros de poemas: El libro de los milagros, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1991. Versos de la ciudad, Guadalajara, Ayuntamiento de Guadalajara, 1992.

 

¿?

CHAPLIN ME HACE SEÑAS,
¿qué le digo?

Construcción

UN EDIFICIO ABANDONADO, VIEJA BELLEZA, HABITADO SÓLO POR CARBÓN DE LUZ,
polvo fino. El arquitecto fue un hombre importante. Hizo estudios,
se esforzó; por las tardes cerraba tratos de construcción, cuando el ocaso
daba perspectiva a lo imaginado. Cobraba bien. Ya murió.
Y el edificio abandonado pervive ahí, como interior de hombre.
En él hubo oficinas y comercio. Se antoja amueblarlo, encender
iluminaciones que asomen la pierna a los pasillos.
Pero todo tiene un costo, presupuestos con lápiz. No sé, tal vez
algún inversionista encuentre utilidad a la belleza y belleza a la utilidad.
Tal vez hotel con hombre al piano al comer.
Tal vez la caída y afrontar dimensiones de piedra nueva con ventanas, ahí.

Efemérides

TODAS LAS MAÑANAS, LAS CANCIONES Y LOS CONGRESOS, TODOS LOS CARIÑOS
y los zapatos que fabricó mi abuelo; filosofías, inventos, auroras ancladas.
Todos los periódicos, el hambre y los calendarios, los sueños
y el insomnio, las adivinanzas resueltas por los niños,
los poemas. Todas las batallas, las cartas, los papalotes y el cielo; naufragios
y tardes, jardines, rezos, coitos.

El corazón de la penumbra

LA CASA ABIERTA CON SU OLOR A ROSAS, MAÑANAS BELLAS.
La pura quiromancia de amarnos, los muros alzados del silencio,
testigos; las campanas que en la carne tañen.
Ah, yegua leve, tótem de la intimidad. El sol injerto en la sombra calendariza
primaveras después de la primavera.
Las puertas blancas, los rectángulos serenos, los caminos definidos
por la gracia de pasar, todo va a la ducha de tu desnudez. Mira, afila, da tu nombre
a la espada, al imán desgastado del deseo.

La pesca

ELLAS ESPERAN CON LOS OJOS ABIERTOS, SENTADAS EN CUCLILLAS SOBRE LA ARENA. EL SOL
les da en el sexo. Los mismos rayos alumbran el torso de sus hombres
desnudos entre las olas. Pescan saltarines peces que rompen su espejo.
Comerán lo entregado al fuego bajo el cielo. Aves anónimas rondan, las nubes
pasan mirando y comentan. Otras playas habrá en el horizonte; agua gris
y coloridas almas. Y los ángeles, en lo profundo.

V

DESNUDA TRAS LA CORTINA, MIRANDO QUE NADIE MIRE, como estatua caída al mar, bañada en pudor, cerrando los ojos a tu sombra, pasas por tu cuerpo la palabra mano. Afuera los pájaros vuelan de árbol a árbol. Hay luz, el sol viejo es joven. Yo digo que la historia siente que te veo. La cortina es tema filosófico: objeto y sujeto —yo qué sé—. Detrás de las nubes alguien hay también necesariamente. Las torres crecen. El hecho eres tú, bella en ti misma. Es breve el momento, como todo lo humano; breve y eterno. Lo algo más, no dicho, que nadie nunca dirá en este mundo, no se sabrá. Yo moriré, tú morirás, llevando a la tumba lo que es, lo que somos sin saber.

XXI

LOS VIEJOS EDIFICIOS —HABITADOS DE LUZ—, TIENEN CIMIENTOS DE CARBÓN. Por la noche resisten la peor tormenta del vacío. Sus muros manchados de ecos, amanecen quietos. La calculada vejez de las palomas, el peso del silencio, el olor a escaleras solas, todo vaga y anida en ellos. Ahí están, con sus ventanas que tiemblan, y la piedra levita unida al mundo. Un tono, uno solo, alargado hasta el cenit del polvo monumenta la salvación del deseo, la tensa cuerda de la guitarra de tierra, el recto hilo de incienso, la delgada respiración de lo que asoma, la penumbra somnolienta, la quimera de la materia. Amanece y anochece al mismo tiempo. Esa orgullosa belleza va cayendo, regresa a la condición de plano, botón de ideas, tierra de jardín removida. La sangre sugiere el coito, los ojos encuentran el espejo exacto que hipnotiza con hiedras invisibles. Dios en ellos, el aire.

XXXV

EL GRAN CRISTAL DEL CAFÉ, COMO FUENTE DE AGUA EN MEDIO DE UN INCENDIO, o como estanque de apariencias; el gran cristal del café, y detrás de él los parroquianos, los desconocidos sentados a la mesa —parecen quietos, pero se están yendo—. También las banquetas y las fachadas que el alumbrado público ilumina, y las aves que a la hora duermen, se están yendo. No es visible desde aquí, pero al dar la vuelta los muchachos han escrito sobre el muro que los milagros están prohibidos. Más allá, las torres de Catedral se inclinan al girar de la Tierra. Luego es cierto que morimos, dice uno a otro, mientras la mujer solitaria mezcla un café que se evapora. Luego es cierto, es extraña tanta certeza.

Historia universal

EL AGUA TAPATÍA CAE SOBRE SU ESPALDA PERLANDO SU PIEL,
riachuelos verticales resbalan espirales por el torso,
los glúteos y las piernas del hombre;
un chorrito cae por su pene,
parece una de esas fuentes de niños quietos de piedra
orinando.
En Washington, el presidente Bush dice que su propósito
de Año Nuevo es comer menos hamburguesas con queso.

Quinta lección de moral

TANTO IGNORAMOS DE UNA CONGUITA NERVIOSA EN LAS RAMAS
de un árbol que yo vi, y también tanto de Dios, todo.
El poeta escribe sus sueños, pero ignora qué ocurriría
si se cumplieran; sueños y más que sueños, temores,
pronósticos de todo tipo. Ha ganado humildad.
Su escritorio es ahora una pantalla electrónica,
como un trozo de un Muro de Berlín de luz.
El mundo es lo que es.

Paraíso en embargo

MIRA LA FACHADA VIEJA, LOS ÁRBOLES BAÑADOS DE TIERRA.
No puede entrar. Ve el columpio que pende en el breve jardín
sobre las flores.
Todo es misterio, existir; y la mente se destruye y el corazón resiste.
¿A qué vuelve a aquí? Asomar por el cancel de lo que fue suyo,
buscar en vano huellas de un inocente.
Ni siquiera hay un ángel con espada, portero.
Ni siquiera hay quien se lo impida, y no puede entrar.
Envejece el día en gemir. ¡Bah!

Días de lluvia

EN MUCHOS POEMAS LLUEVE.
Hoy me reclino sobre el barandal de una terraza,
mirando la lluvia de toda la poesía.

BLAS ROLDÁN

O
riginario de La Barca, Jalisco; nace en Guadalajara el 7 de mayo de 1965. Estudió y ejerce la ingeniería industrial, en la industria local, al mismo tiempo que su oficio literario. Participa permanentemente en los talleres literarios de Raúl Bañuelos y Ricardo Yáñez desde 1992, además de mantener intercambio intenso con distintos grupos literarios de la ciudad.
Tiene la maestría en letras e inició el doctorado en el Departamento de Estudios Literarios, en la Universidad de Guadalajara.
Ha impartido clases de literatura en distintas preparatorias de su ciudad natal, utilizando estudios de literatura comparada y principios de la Escuela del Aprendizaje Significativo. Es traductor del inglés y en co-participación del francés: especializado en Literaturas de la Mancomunidad Británica (Australia y Nigeria), California y Québec.
Es fundador y miembro de Nyesma Editores y de la revista electrónica El Sueño de Nyesma, con Jorge Ocaranza y Alberto Pérez.
Poética: “Mi meta es la elaboración de una poética haciéndose que disponga y se origine del castellano jalisciense y con una familia de metáforas y recursos poéticos que expresen la evolución actual del hombre de Jalisco de vida urbana al de vida cosmopolita, de la era digital, postmoderno, políticamente autónomo frente al resto de México y de fuertes coincidencias con la cultura norteamericana, a través de sus emigrantes”.

Libros de poemas: Calle Montevideo y otros poemas, Guadalajara, Nyesma Editores, 2001.

 

Jesse Owens

JESSE, OWENS, ES DEL RÍO DE MILES DE OJOS DE AGUA,
el río que canta con voces hondas en la oscuridad;
de ahí es Jesse, el marcial hombre de color
que crece con la velocidad como si la hubiera tomado,
silenciosamente, del río en su imparable distancia.

Jesse, nació antes del Deal nuevo, pero después,
mucho después de que las tres kas se pusieran capirote.
Jesse, nace antes de aquel camión de Alabama
y las trincheras de Francia, nace cuando el oeste
aún era la línea entre el hocico del búfalo y el pasto.

Él, baja de la tribuna al óvalo de los estadios vacíos,
porque los guardias han ido a reposar sus horarios,
porque los jóvenes blancos ya no están entrenando,
porque el viento lo desafía a probarse más veloz:
lo invita a probar si es enemigo o una saeta aliada.

Siempre hay una primera vez y es que es él,
el que inaugura los laureles para los hombres de piel
del color de los cuervos, a quienes se les habían prohibido,
en las sienes, como si se pudiera encerrar el grito
en el silencio, el agua en el mar, el aire en el viento.

Él, corre en silencio para no imitar a los sajones
que jadean lastimosamente con ese mismo aire transparente
que se calienta en la fuerza negra de sus pulmones,
quién pudiera entonces, detener el fuelle de los hijos negros
del río poderoso que divide Norteamérica.

Jesse, cuando alza sus piernas alza su alma,
su corazón crece con un soplo rojo, inyectado
por sus venas que abren las rejas del viento;
el soldado de fuertes brazos, se lanza como dardo
que se dirige a una meta elegida en el vuelo.

Berlín lo sabe, es innegable, cuando tiene allá,
en la tribuna vertical de svásticas, al Fuhrer;
reflejando en sus ojos azules, la figura negra
y atlética que vino de una América orgullosa, orgullosa
de su arianía criolla entre riberas de río largo.

Abajo, en la pista, la pistola en el aire,
apunta a la nada, pero derriba, derriba violenta y
aceradamente como si escupiera un viento con puños,
las trancas invisibles de donde se cuelgan
y saltan los pies calzados de los gigantes.

Jesse, vuela, vuela sobre la pista de tierra negra,
mientras que los blancos del Mississippi se estremecen
al escuchar que el americano oscuro, vaya
a colgarse la presea olímpica y paradearla, sin
la debida genética, pues tiene olor, además, a barro.

Jesse, se tensa en el arco de la palabra Owens,
en la lejana Alemania, pero su alma ha viajado al sur
norteamericano entre las cañas y el agua del río milláceo,
mientras corre como la punta de una flecha,
camino a la meta ante la salida del césar ario.

Serranilla del Tren ligero, estación Sta. Filomena

LO ROJO DE TUS MEJILLAS
yo vi, tan lozanas, cuando
subías, dejando el tren
que se alejaba,

por aquellas escaleras
de salidas o de entrada,
que eran, velozmente, como
yo las bajaba.

Cuando te vi, tuve ganas,
las ganas inesperadas
de cortar así, una flor
tan de mañana.

“Hola ¡y tú! ¿Cómo te llamas?”

Me dijo: “Me llamo Laura”,
y agregó que era estudianta,
esa mañana.

Yo te juro lozana
que ya me eras licenciada,
y hasta doctora, en aquella
breve parada.

 

Calle Montevideo
[Fragmentos]

ASÍ SUPE QUE TENÍA FUNDADA UNA CIUDAD
en mi cabeza luego de perder una casa,
una calle, una colonia, una manzana, un mapa.
Porque dije mi casa, partiendo desde un centro
del que se sostenía toda una plancha urbana.

Supe que la tenía fundada, y con imprenta
puesta, pues llegué y bebí agua despreocupado.
Supe que todos sus hombres, todas sus mujeres,
suben y bajan de autos y autobuses al ir,
venir y salir de sus soledades urbanas.

Supe, entonces, que no sólo existía una calle,
sino exactamente una familia de callesas,
callejones y calles; una unión de avenidas
y boulevares; una gran familia de calles
que amanecía para millones, para todos
los millones que se levantan a diario en millones
de mañanas, tan lejos, tan cerca de la mía.

Pero todos esos caminos eran las líneas
de una misma y única planicie edificada
y a la cual yo levantaba memoriosamente
como Guadalajara.

Saber, entonces, de mi ciudad al asomarme,
como un polizón en la minúscula portilla
de un barco; a la nueva calle que contenía eso
que llaman antiguo y que me mantenía unido
a los árboles y a las aves, como palanca
a su tablero y suelo.

Saber de ella, porque grabé con sombra la palma
de mis pies en la inclinación pedestre de la honda
avenida Hidalgo y la anchura hosca ya acuosa
de la desmemoriada Calzada Independencia.

Saber de su voz, en la dulce voz de mujer
que da el cambio en su puesto de diarios de un portal,
como el ronco y áspero responder de un chofer
al recorrer y cortar la avenida Corona.

Saber de los acentos que pone, a cuantos días
tiene la semana en jornadas, en estaciones
del tren ligero o de los miniautos eléctricos
de tantos refresqueros locos y aventureros,
que circulan por avenida Federalismo
y la calle de bajada de Pedro Moreno.

La ciudad, pero esta ciudad que de unirse tanto
hizo crecer mi calle y mi aglomerado urbano
en un mapa plano de arena, concreto y agua,
que fraccionaba el llano para edificar casas.

Esta ciudad que me deja moverme y vivirla,
en diferentes calles y gentes, quienes me hacen
creer en la bondad como R. Michel, o
creer en la poesía como Alfredo R.
Placencia, en el sacrificio inútil: Niños Héroes.

Calles, que hacen a un lado la gran serie infinita
de los números, con los nombres de los que mueren.
Ciudad de calles de fin abrupto y profundísimo
como Belisario, o de avenidas de humaredas
como Revolución, o de avenidas de prisas
locas y tontas como la de López Mateos.

Ciudad, que me recuerda alzadamente y de pie,
que el asfalto termina donde inicia la cima
de los cerros, en la orilla de la depresión
de la tierra, llamada barranca; o en el último
escalón detenido sobre una aeronave,
en una de esas, que lo ponen a uno en el cielo.

Esta ciudad que tiene otras ciudades encima
de varios pisos suspendida sobre el gris piso,
ubicada en archipiélagos a varios metros
del suelo, como la torre Américas, gigante
dividiendo el aire y no el llano, ciudad de casas
de doble piso, de doble o triple, tal vez cuádruple
piso como El Sáuz, Miravalle o la Prisciliano,
que se repiten verticalmente en cada planta
de terrazo o cemento que son bien habitadas
con niños y bebés, o con los recién casados.

Ésta, la de las voces en la noche, sin rostro;
ciudad con mayor claridad que las celosías,
donde se oyen clamores de casada reciente,
donde se oyen los reclamos del recién nacido
que más calostro quiere.

Ciudad toda de alturas, donde se queda el agua,
sacrificándose en la voluntad niquelada
de la electricidad; en una bomba que sube
el río a las azoteas que serían patios
de no ser las alturas.

IRMA BERENICE GONZÁLEZ

G
uadalajara, Jalisco, 8 de mayo de 1965. Cuando les comuniqué a mis padres que había escogido la carrera de letras, me auguraron dos cosas. Mi padre dijo: serás una esposa culta y mi madre dijo: terminarás dedicándote a la docencia. Con el tiempo me doy cuenta que no son las dos únicas cosas que se pueden esperar como exalumna de esa Facultad sino que el destino me tenía preparadas muchas satisfacciones y vivencias maravillosas. Aunque soy “una esposa culta” tampoco soy tan culta como para poder debatir sobre la situación política actual en mi país ni las altibajas del peso frente al dólar. Siempre supe que la economía, la ciencia o la política, no eran mi fuerte sino que me inclinaba más desde niña por conjugar verbos y todo lo referente a la gramática.
Estaba por terminar mi licenciatura cuando empecé a dar clases de español como lengua extranjera en una institución de la Universidad donde fui maestra de mi propio marido que en aquel entonces era un alumno más entre un grupo de americanos, siendo él el único europeo.
He vivido nueve años en Alemania donde seguí explicando las diferencias entre ser y estar, entre por y para, los usos del subjuntivo y otros temas controversiales propios de nuestra lengua. Fue en este país donde nacieron mis tres hijos: Mauricio, Louisa y Vincent. Vivo en Centroamérica desde junio de 1998. Durante todos estos años fuera de mi país he tenido la suerte de encontrar gente con la que comparto mis pasiones. La poesía, la comida mexicana, el cine, la lectura, la hospitalidad y he tenido cerca a personas de diversas culturas que han ido enriqueciendo mi experiencia de vida.

Libros de poemas: De mi boca sale una brisa, Guadalajara, Conexión Gráfica, 1992. Como abril el agua, Guadalajara, Secretaría de Cultura, 1997.

La niña de Lucrecia

UN DÍA LUCRECIA PARIÓ UN ÁNGEL
el paso del tiempo maduró sus alas
le creció el pelo
se llenó de plumas

rellenó almohadas
ablandó veredas
nevó
nubecitas blancas

se quitó la aureola
adornó el cuello de Lucrecia
se quedó dormido

enfermó
como no deben enfermar los ángeles

se quitó las alas
ya sin plumas dijo
mamá me voy
aquí siento mucho frío.

Los hijos del tamal y de McDonald’s
A los poetas jóvenes en Guatemala

NUNCA PENSÉ QUE PODRÍA VENIR EN ESTA CIUDAD
a morir de una enfermedad contagiosa.
No pensé viajar tanta agua
para encontrar una ciudad que transplanta
órganos vitales en jóvenes poetas.
La ciudad respira, aspira, expira.
Pulmones viejos son sus verdes.
No pensé, no pensé en llegar
a ver cómo penden tantas frases sueltas
bajo una mesa.
Encontrar una sobre-mesa de gusanos en harapos.
Aquí donde vine a buscar la lengua
encuentro que el oxígeno de las letras
hay que aspirarlo por escapes.
Las palabras son de gas
son desechos de estos cuerpos hijos de la post
pos-chingada. Hijos de la especie mutilada.
Hijos de María pisada en un performance.
¿Harías el amor conmigo
sabiendo que tengo una enfermedad contagiosa?
Aunque supieras que para venir hasta aquí
me he jalado las ventanas de Darío
me he acostado varias noches con Miguel
me he picado los costados con Vallejo.
¿Te acostarías conmigo pulmón urbano
a pesar de esta putada literaria?
Ven conmigo a humedecer
tus huesos secos, tu estructura ósea
de milenios prematuros
tu cerebro coladera, tu masa agotada
de fusiles que llevaron los viejos jóvenes.
Tu memoria dormida.
Tu coraje en las pelotas de McDonald’s.

El dentista

DECIR ADIÓS
es como el “buenas noches”
de un bonito día.

los sueños son breves
se deshacen en la boca
como algodones dulces

me duelen las muelas
de tanto estar soñando

el despertar es un dentista gordo
esperando al otro lado del día.

Tierra

SI CREES QUE SOY TIERRA
déjame tranquila agua

no me humedezcas.

El centauro

TUVE TRES HIJOS CON UN CENTAURO
los varones heredaron el tamaño de su pene
la niña, entre otras cosas, la agilidad de su mente.

Somos de razas diferentes
pero nuestra condición mitológica nos unifica.

Mi centauro fuma pipa, de ambas pipas sale humo y
cuando el humo se le sube a la cabeza, no me mira a los ojos
sino que sus pupilas penden de mis mamas
como dos uvas celestes.

Fuego, fruto, caza, nunca faltan en su laberinto.

A mí me gustan los laberintos.

Cuando me aburro, invento soledades y salidas
toco puertas, hago travesuras
abro ventanas cibernéticas,
bajo sótanos, minimizo realidades...

Pero lo que más me gusta de ellos
es que no tienen techo.

Mi centauro lo sabía, a mí
me gusta el vuelo.

Culpa

SOY UNA ESTRELLA TRISTE
que ha manchado la mejilla de la luna.

JOSÉ EUGENIO SÁNCHEZ

N
ació en Guadalajara, el 30 de junio de 1965.

Libros de poemas: El azar es un padrote, Monterrey, edición de autor, 1995.

 

Carta de un suicida

NO FUE EL DARDO QUE DIO EN EL CENTRO
tampoco el veneno ni la mariposa que traía en la punta

no fue un golpe de suerte
quizá un poco de paciencia y claro
un blanco débil

no se culpe a esta mujer de haberme volado la cabeza
de traer hasta mis labios la canción de su cintura

no se le tome venganza
no se me tome cariño

tampoco la detengan en su descamisada pasión al desnudarse
solo prendan las velas
súbanle a la música
que no falte queso ni vino

en invierno
las catástrofes requieren sutileza

mis renteras

AUNQUE LAS TRES SON SEÑORITAS
la más joven tiene 62

no me pidieron referencias:
una dijo que me parecía
a cristo

espero no llegue el día
en que me pidan les arregle la puerta
el matamoscas la regadera

ya me imagino yo con una estilson entrando al baño
siendo testigo de una penosa tragedia:

una mujer con piel de trapo
y el cabello enjabonado diciendo:
vente chiquito
o si le tienes miedo al agua vamos a la alcoba
nada más pásame el bastón
sirve que me pegas con él

helpless (and in my mind i still need a place to go)

SOBRE ESTA CAMA DONDE SE ACOSTÓ EL MAR
y se guardaron las cenizas de alejandría
y las hormigas almacenaron las provisiones durante el verano del holocausto
y la más despreciable hechicera escribió su recetario para exterminar el mal de amor

en la mismísima cama donde la maja y las venus posaron
donde juana la loca veló a felipe el hermoso por siete provincias
donde el espíritu santo fecundó a maría

aquí en la única cama traficada por fenicios
que sirvió de mapa para barbarroja
y fue alfombra mágica del príncipe de ishtar

en la auténtica cama donde parió la primera elefanta en cautiverio
donde charly parker tocó por última vez el saxofón y a una mujer al mismo tiempo
y -años antes- jesús meditó su discurso del monte de los olivos
es donde entiendo que cada cama es un país que no existe si no es con tu presencia

el asalto a las putas (música de ry cooder)

MIENTRAS NUESTROS CUERPOS ABAJO ARRIBA ABAJO
las putas corrieron a esconderse al entrar los bandoleros:
y los balazos las copas rotas las fichas
las cartas en el suelo
el tipo que lo descuentan y lo deslizan por la barra
el disparo al mecate que sostiene el candelabro
muchos muertos la huida con pistola en mano y ramera a cuestas
y toda la cerveza cacahuates whisky y caja registradora

la polvareda:
el silbido del tren a lo lejos los pañuelos agitando
la tibieza de tu piel que se da como pregunta
las ramas secas girando en el abandono del pueblo

dos días después aparece la dorada cobarde estrella del sheriff:
los hombres tienen sed y preparan el cadalso
los bandoleros y las putas ya habrán cruzado tejas completamente ebrios y desnudos pensando abrir un congal en ciudad juárez
y aquí: la pianola no tiene compostura
nuestros cuerpos abajo arriba abajo ingeniería perfecta
y la puerta del saloon está que se cierra
se abre
se cierra
se abre

tengo 49 grados de la fiebre del oro

AUXILIO: NECESITO A ALGUIEN
ella está amarrada en las vías del tren (vestido amarillo y calzonera blanca)
el vaquero oculto en la pradera viendo el espectáculo de unas niñas bañándose en el río
el tren humeando a lo lejos
el alboroto de azúcar en el río
el cigarrillo pall mall en la boca del héroe
(que apenas se alcanza a distinguir)

auxilio: necesito a alguien
ella vibra taca taca al ritmo de la máquina bu bu
ella pide auxilio (liguero negro bajo la calzonera)
el vaquero fuma y observa/ sereno
las chicas del río azoradas escuchan y se cubren sus partecitas
se hacen lodo
el galope vistoso bajando sierra al rescate de la dama
a contrasol
a trote de motel cerveza fría qué más mi amor
el rescate
y el ferrocarril aproximándose como toro a punto de embestir
y para hacerla de emoción -far west no one like ya-
una víbora de cascabel busca a quién picar

pero el héroe salvó a la dama: y es de noche
ahora hacen el amor y su caballo come plácidamente en el granero
junto a un tractor una mecedora afuera de la casa
un perro echado más allá un buzón
y la víbora en las brasas

tanta es la felicidad que la luna es grande y llena
hay junto a un cactus un cráneo de res
y hay un ruidito entre el agua del río:
las niñas de leche bailan: mmh: la luna siente
y yo silbando
auxilio: necesito a alguien
auxilio: no a cualquiera
desnudas lechosas bailan
y en ocasiones aplauden

escenas sagradas del oriente

i
CONSTERNADO COMO VACA QUE ACABA DE PISAR POR PRIMERA VEZ EL PAVIMENTO

ii
EN EL RESTAURANT VEGETARIANO
parecíamos un par de vacas discutiendo
el precio de la leche

iii
QUÉ NOBLES SON LAS VACAS
han de sentirse orgullosas de ser vacas las vacas
se han de creer importantes

han de preguntarse nerviosas entre ellas
a cuánta gente van a alimentar
vestir calzar
los cepillos que harán con sus cuernos sus pezuñas
los látigos que saldrán de su corteza

en cuántos almanaques posarán
y la cantidad de caca que han de dejar en la vereda
para sentirse orgullosas de ser vacas las vacas

iv
LOS ORIENTALES DICEN QUE (NOSOTROS) LOS OCCIDENTALES TENEMOS OJOS DE VACA
los occidentales decimos que ellos tienen los ojos igual que nosotros pero al revés
los orientales dicen que los occidentales delatamos con la mirada nuestras intenciones
y nosotros decimos que ellos no sólo delatan sus intenciones con la mirada sino que tienen un reducido repertorio de ellas
los orientales se burlan de nosotros porque dicen que todos somos iguales
son racistas porque no se han percatado que entre ellos hay amarillos claros y amarillos oscuros

mick jagger no cantará satisfacción a los 50

ESTABAS EN LOS BRAZOS DE TU MADRE
y el país en manos de díaz ordaz

la pantera negra enloqueció wembley
la bola de hechicera en sus botines
el pasto: una alfombra a palacio: pero no

bobby moore -qué seriedad-
charlton el muchachito burgués que untaba la pelota con melancolía
& gordon banks dándole vuelta al sentido de la gravedad
(entre las espantosas tomas del video)
alzaron la jules rimet
con el gol fantasma que todos vimos que no entró
la jules rimet se dejó besar por la realeza
sí isabel II a la que le dieron un botellazo a su auto
en belfast

y franco: españa llena de polvo y calles grises
johnson bombardeando haiphong hanoi
y nueva delhi aprobando la matanza de vacas sagradas

marlon brando filma motín a bordo
y compra por 200 000 dólares
a madame duran la isla tetiaroa en haití
con la promesa (muy hippie de su parte) de no talar ningún tow

y luego tragedias: los beatles se niegan a dar conciertos
paul mc cartney le borra las pistas a ringo y graba otra batería encima:
yoko ono inicia su maléfico plan para destruir el cuarteto

balbuceabas y la gente hablaba de la muerte de george duhamel
buster keaton anna ajmátova andré bretón
de la guardia roja en pekín
de fidel castro y la encíclica de paulo six
del polipropileno la terlenka el poliuretano expandido
o peter paul and mary

todo mundo andaba ocupado
yo por ejemplo
me dedicaba a comentar cualquier cosa
acerca del culo de brigitte bardot

 

(a mi padre)

LA FELICIDAD ES UNA PISTOLA CALIENTE
la eta mató a estudiantes guardias choferes enfermeras ministros
el ira a señoras que iban al súper
idi amin a congresistas campesinos jardineros obreros militares jockeys
pederastas sacerdotes
augusto mató las relaciones diplomáticas
nn mató a kennedy
la cia mató a jimi hendrix al wilson jesucristo karen carpenter
janis joplin john lennon beavis & butthead
el fbi a ma baker vincent vega
tommy larrin al capone felix pappalardi
la kgb a maïakovski trotsky y bukowski
la bbc mató a lady di
y a la madre teresa de calcuta
y a 1551 pasajeros del titanic
y a 17 tribunas de la liga premier
la kraft mató a la heinz
la pepsi a la coca
la coca a los gringos
el ddt a los piojos
el lsd a los protestantes
el pvc al poliestireno
al quaeda a sí mismos
el kkk a malcom x bob marley martin luther king garrincha y otelo
jp ii mató a jp i
aburto a colosio
yolanda a selena
camelia a emilo
fuenteovejuna al comendador
el aburrimiento a syd vicius
o jota simpson no mató a nadie
la policía mató indígenas en chiapas
el manchester con gol de último minuto mató las esperanzas del bayern
la emi mató a the beatles
la us army mató a miles de agresivos ancianos y niños
de korea japón vietnam nicaragua panamá irak yugoslavia
y a 140 de un edificio en oklahoma
el video mató a la estrella de radio
el pri mató 1 972 545 kilómetros cuadrados
la pgr mató dos pájaros de un tiro
la sep mató la ortografía
william burroughs a su esposa

la vida es un invento del dinero

aquí el sol es algo serio (como el sol de monterrey)

LA ARQUITECTURA ES UN CALDO DE RES
y una zanahoria sobresale en el macroplato

la gente suda con una leve sonrisa
en la fábrica unos tacos de harina se desenvuelven del aluminio
mañana temprano varios harán fila
y en la esquina guacharaca puntera antena parabólica
una mano como orden de gerente en el trasero de una gorda
gafas oscuras solvente tostadas de la siberia
y otros opinan que deberían penalizar el aborto
correr al técnico bailar hasta caer
prohibir los avistamientos en la puerta del sol

mientras tanto
los magnates venden los cerros en bolsitas
chicas en bikini llenan la cajuela de cerveza
celso piña toca para nosotros
y según stella (hostess del parthenon)
los soldados tardan 12 minutos en eyacular
los meseros tres en atenderte
y los millonarios en helicóptero
7 en cruzar la ciudad como spray sobre la barda

el día de las guacamayas

CODORNICES DISFRAZADAS DE GUACAMAYA
avestruces disfrazadas de guacamaya
águilas disfrazadas de guacamaya
tucanes cóndores palomas mariposas disfrazadas de guacamaya
pájaros bobo de patas azules disfrazados de guacamaya
cuervos pelícanos gorriones cenzontles cardenales disfrazados de guacamaya
mi periquita y yo disfrazados de guacamaya
era el día de las guacamayas

las cotorritas disfrazadas de guacamaya
les daban cortón a las guacamayas que no llevaban disfraz
las urracas disfrazadas de guacamaya picoteaban cualquier grano
mazorca o calva que espulgar
los marabúes disfrazados de guacamaya rondan
las vacas disfrazadas de guacamaya no sabían qué hacer
era el día de las guacamayas

mi periquita es una parvada de hermosura
y algunas pajarracas disfrazadas de guacamaya
nos fruncieron el pico al vernos

pero una guacamaya disfrazada de guacamaya
cacareó un discurso sobre volar sobrevolar
y el plumerío festejó hasta alzar el vuelo
y admiró a la guacamaya disfrazada de guacamaya

era el día de las guacamayas

pies calientes cabeza fría

CHUCHO FINO EXTREMO IZQUIERDO HÁBIL Y CARACOLERO
de los que ya no hay
corre hacia el banderín de corner
y orina
el colegiado le muestra la primera tarjeta del partido
chucho orina al árbitro
al árbitro suplente
al inspector autoridad
el botiquín
a los hinchas del santos
y el resto de la fanaticada lo vitorea
chucho chucho oe oe oe
el juez exige garantías
uno de los directivos del rival prueba los orines
y exige por fax que la fifa intervenga
rumora un caso de dopaje
los compañeros y el entrenador intentan calmar a chucho
y chucho orina a los abanderados
a los comentaristas fotógrafos aguador médico porristas
psicólogo del equipo
las siete pelotas oficiales en el terreno no botan ni a los tobillos
los ultras se desgañitan celebrando ese once que se atreve
y alegre inventa una cascada en los rincones
y amenaza con orinar la vitrina de trofeos
de la selección brasileña
y argentina y uruguaya y paraguaya también
qué noche

chucho fino extremo izquierdo hábil y caracolero
de los que ya no habrá (por recomendación de concacaf)
con gafas oscuras como si hubiera volado un penal
y borracho como si lo hubiera metido
camina por el boulevard

movie star

LLEGUÉ A SU PUERTA CON MI CAJA DE HERRAMIENTAS EN LA MANO
y toqué
ella salió vestida en cáscaras de fruta
le dije que venía a reparar la cañería
se despellejó varias cascaritas y me dijo
por qué no empiezas con ésta
se abalanzó sobre mí
me besó mientras desabotonaba mi overol
me quitaba las botas
y las herramientas se regaban por todo el piso
me la chupó durante un rato
y luego en la estufa en la tina
en la mesa donde no permite que suban los codos
en el tapete en el garaje
en todas las posiciones por todos los orificios
y los jadeos los gritos fontanero ahh
mi movimiento y mi cadencia la enloquecían
sus ojos se desorbitaban blancamente
ella desfallecía entre orgasmos múltiples consecutivos
y el aroma la humedad los gemidos fontanero umm los suspiros
se escuchaban a lo lejos
mientras crepitaba la chimenea
y poco a poco aparecían los créditos
de la felicidad es una pistola caliente


DENISE MONTIEL

N
ació el 15 de julio de 1965, en Guadalajara.

 

Bajo la mesa

YO NO MUEVO A LOS HOMBRES, LE DICE LA PATA A LA PIERNA
Yo sólo sostengo la pausa de tu movimiento
Yo no corro contra la nada; yo la ocupo, me abro, la envuelvo
Soy el cimiento de un valle que condensa el mundo en tríada de agua, de pan y de vela
Sostengo la lágrima del que comulga a diario con esa palabra que dice lo que la prisa esconde
Sostengo la ofrenda de todo un trabajo de fuera y de dentro
Sostengo la copa con la que tu carga jura, y ríe y calla

MIRANDO AL ALBA
Por ver la luz de la mañana
La nube queda

Con su recuerdo
me baño en el Sahara
de cada esquina

MIRANDO AL ALBA
por ver luz de mañana
la nube queda

QUIETO ESTÁ EL MURO
como atrapando al viento
por la ventana

RASGANDO EL ALBA
el pájaro pregona
la buena nueva

VIVO VELANDO
por desvelar un día
mi toda vida

EL PATIO DE MI CASA, SOLO, ES MÍO
nadie como yo lo barre, nadie como yo lo riega
El patio de mi casa es el rincón más abierto del mundo
que me envuelve, en un abrazo, como madre
me acompaña, mudo y quieto, como Dios

El punto microscópico de un rompe-cabeza-esfera
el zumbido de abeja rebotando y elevándose en la nada
el mar más azul y más profundo enmarcado en un rectángulo
la sombra que cobija mi rabia más negra, mi alegría más pueril

Es la sombra del Jinicuil y es, de sus hojas y mi lloro, verde y agua en camposanto
mi pequeño valle sobre el que cada mañana vuelco una lluvia desde mi mano
mi elegido claustro hecho de piedra, maceta, musgo
mi punto de silencio en el que sola miro, sola grito
sola canto

LEONARDO DAVID DE ANDA

A
randense. 1965. Ha recibido estudios de música y carpintería. Clarinetista de la banda Municipal de Arandas desde 1985. Es egresado de Filosofía por la Universidad de Guadalajara En 1987 conforma el proyecto Oveja Negra, el cual permite una experiencia de comuna urbana. En 1989, transita al concepto Ultravioleta, colaborando tanto en trabajos de instalación cultural como de edición. En 1995 funda el Tianguis Cultural de Guadalajara, del cual es coordinador general en sus primeros tres años y luego presidente de la asociación civil.
Dentro del proyecto Ultravioleta ha escrito e ilustrado los minipoemarios Lunetas (1992) y Colorines (1993). También es autor del ensayo poético Incisivos y caninos (1993) y de la plaquette Cuadros por accidente (1995) que forma parte de la colección Desterrados. Publica un estuche rompecabezas de nombre Calambres mentales con poemínimos de inspiración zen. Dentro de su trabajo como editor y diseñador sobresalen el tríptico de 13 entregas Reloj, el suplemento semanal Hora Cero, el anuario de temas antropológicos Pueblo de tierra con cuatro apariciones, y de la revista La Girola, Pasado Presente y Futuro publicada en el año 2002.
Poemas suyos fueron antologados en Calendario de Palabras, 12 poetas jóvenes (1994, CECA), y en Tiro al Blanco (1998, Ediciones Arlequín). Es autor del libro Cultura porvenir (2002, Ultravioleta Editores), que forma parte de un trabajo más amplio de nombre La Cultura Emergente.

Libros de poemas: Lunetas, Guadalajara, Ultravioleta, 1992. Colorines, Guadalajara, Ultravioleta, 1993. Cuadros por accidente, Guadalajara, Ultravioleta, 1995. Calambres mentales, Guadalajara, Ultravioleta, 1997.

24

LA VERDAD ES UNA BOBINA, BOCA Y FUEGO.
La verdad se come la cola y así se reproduce.
Dime qué comes y te diré una parábola.
La verdad es tímida, pero muy caliente. Hay un volcán corazón invocando cielo abierto. Una piedra con su destino. Un escarabajo Dios, con marca registrada.
Envía un mensaje, la verdad, pero miente con risa de hiena. ¡Qué desconfianza! ¡Qué tímida!
La verdad fluye como líquido y nos alimenta, consultando de qué tamaño es la rodilla y la compasión del roedor ante el obstáculo de su panza.
Aunque llame, asusta. Hay cierta rudeza en la verdad que castiga al miedo y a su loable gobierno.
Un colmillo no piensa, arranca.
Una boca no se manda.
La verdad no avisa, lo hace. Quien acepta, padece el ritmo y la fatiga, se convence a la fuerza de ser vital. Se presenta ahora o nunca y ataca.
La verdad se gana brava.
La dureza de la verdad es la necesidad de su empresa. Más se convence, más se gana.
Que se respete a la verdad, porque si no, mata —por quieto—.
Que se levante un censo y se distribuyan los niveles del arca, para salvar a la verdad.
Ver un estómago en cada piedra, el árbol a su madera: una bocanada que jala y se gana espacio. Flor abierta, órgano de luz demostrando su constancia.
Pero no hay que estar distraído, porque te come la verdad. Hay que saber sortearla y reconocerla, luego hay que seducirla y respirar aliento de boca a boca.
Cuando la verdad se alcanza, luego se escabulle, pues siempre es búsqueda, y de tal suerte, hallazgo.
La verdad no es asunto de días y de noches, pero lo manifiesta. Pueden encerrarla en un baúl, pero así se constriñe.
Como es siempre boca, es siempre culo.
La bobina, la flecha y el blanco.
Hay un zodiaco en la barriga y sexo de la verdad que se empuja fruto divino. Se alcanza luz alevosa de mirada y mano, semilla de pared, cálculo. Por cada cuerpo vestido hay una verdad desnuda.
Por eso es la verdad, aunque: ¿no sospecha? Claro, se impone.
La verdad es la mirada transfigurada de Narciso como lágrima flecha. Su conmoción. La verdad es la serpiente mordiéndose la cola en el arrebato de vivirse repetida y aumentada, como campo, centro, fuerza, dominio, alcance y ahora sospecha.
La verdad es duda, castigo-exilio: su búsqueda.

8

DESPIERTAS. ASUMES EL EMBATE DE LAS OLAS Y SU TUMULTO, un relámpago de ira, una idea repentina de que hablan. Despiertas.
Por un asiento vale trabajar de planta. Con ese temor —caldo de cultivo— te sabes rodeado de colgados y fieles, los intestinos en el tormento de Prometeo, instintos que por fuera, están plagados en maldiciones y ofertas, el altavoz por la ventana, el martillo y lo de en medio, no te distraigas: te hablan.
Bajas la escalera y una pared te rodea, la pantalla se asoma por tu cabeza y te da el clima. Prendes la estufa invocando el agua o la chispa que incendie el desayuno tan conocido por la receta adecuada: es más, nunca prendes la estufa, no bajas la escalera, jamás te levantas.
¿Hablaban?
... espera, no subas, no te muevas. Altura del ojo: dos tazas de café, quién quita un apagador, un vil estropajo que nada le pide.
Voltea: no debes más que lo que ves, no hablas sin corregirte, no escuchas sin avisar, no apagas. No le hace, los ojos de buey tienen rayos “x”. Por un instante hemos poseído y hurgado tu mente. Sé lo que temes, qué deseas, qué te detiene. Sé llegar despacio, pero seguro. Soy el coloso vigilante, torre a la redonda, como lección y castigo, el buen comendador: no le hace; la carne de burro no es trasparente. Sin que te avisen, sin que lo quieras, somos tú, lo tuyo eres nosotros, obedece, sigue las reglas (rúbrica)...
En adelante, no hay deseo sin soñarse, no hay patria que se resista al embate del mercado, al clamor de la bolsa instantánea, cueva de metafísicos y autores intelectuales de la vergüenza.
Tumbas tu cuerpo de fuera, algo tan cotidiano, cualquier objeto y casa. La huella durante el proceso digestivo de robar, acto legal para caer a los pies de rodillas, el asiento que todos esperan poseer.
Porque el título y la fama es un mundo de botín: va a rebasar, acelera, toma la chueca, te va a remedar, mentiras válidas.

 

Acto de fe

¿ES USTED CONCIENTE?
¿Qué hora es?
¿Sabe lo que es un agujero de gusano?
Revise su pantalón: El bolsillo mide dos pesos y a mano,
Pero:
¿Cree usted en pamplinas?
Un día de éstos lo pueden convertir en lactante.

¿Sabe usted respirar?

2

QUE SE MUERE DESPACIO
entre tanta prisa,
más leña,
que somos bárbaros pacientes,
que si se almuerza por adelantado,
que si callas pero te confiesas,
que descubres la tiranía de tu sonrisa
a cada matrimonio,
que escribes con color ajeno
y no recuerdas el código
de tu último infierno.
Así te olvidas de memoria
como espuma de caracol
que cae a tu suelo,
permites la visita
de tu representante
y lo veneras para dar crédito
a la mierda de su quijada y voz de campeonato.
Que se resbala en la huída
y sólo así te ciega la mariposa
y su lógica
pues no se huye por fuera y con miedo
cuando se está de urgencia
que todo es con calma:
somos los bárbaros pacientes.

MAURICIO RAMÍREZ

E
n Guadalajara fue… en Guadalajara, Jalisco, fue donde nací. 1966 está cerca del año de la bestia bíblica, y más si mides sesenta y seis, y más si calzas del seis, y más si tu primer teléfono fue de tres seis. Así fue el nacimiento. Punto y seguido la educación, toda urbana y todo gobierno. Letras desde siempre. Desde la primaria que no recuerdo, la secundaria de conquistas inútiles, la preparatoria de intentos y hasta llegar a las letras, licenciatura, desde luego. Antesito, el primer intento, 1985, primera publicación (en periódico local), inauguración de escritor. Despuesito, el primer libro, Tumbacasa, Universidad de Guadalajara, 1993. Entrentonces, ya trabajo en misma universidad, ya viajes a Europa (con cursos incluidos), a Sudamérica, y muchas pequeñas publicaciones, que por cierto… no es ésa la finalidad. Divertirse es lo complicado. Un segundo libro viene, viene como águila aterida real: Mezqueno. Otro libro de poemas, dizque. Maestrías también hay, en literatura. Y, claro, ser maestro es la máxima satisfacción del futuro reciente; ser editor, una alternativa, y ser escritor, la única vía de existencia.

Libros de poemas: Tumbacasa, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1993. Mezqueno, Guadalajara, Sextante de Poesía, 1999.

 

haciendo con el amor fantasmas...
Jaime Reyes

UNA SILUETA
(con pasos de azar
y las manos en los bolsillos

donde una moneda pensativa
podría validar algunos minutos)

anda entre ecos de voces empañadas
e insomnes sonidos de misteriosa nada.

En titubeantes lapsos, llega
a la vuelta de la insidia,
a un teléfono en obscuridad:

acerca el signo de pesos
a la ranura, en el tono
de un timbre con esperanza:

cinco, seis, nueve y no habla
el tiempo
cae
y no sólo la voz se traslada:

como si estuvieran en esa cajita,
toma descuidadosamente las palabras
e inventa largas existencias enlazadas.

Pero la opaca conversación ajena
termina, de nuevo, en enfermo silencio
y en aterido aviso de fantasmas en casa.

DESDE EL AVIÓN CON GRIPE EUROPEA
A Ángel Ortuño

UN MAR TOTALMENTE ENLOQUECIDO
puras olas en pelea
con precisa vista de saurio

Detenidas

miles de hectáreas en nevada
vuelven a ser nubes

Una manada de toros como las barbas de dios en estampida
huyendo todatoda del mundo en el espacio

Un colchón para criaturas gigantes
o su sangre lechosa o su baño de espuma
o el simple estiércol estacionado en agua

ahora todo es tierra vil con huesos líquidos y adivinanza
la tierra son figuras humanas: frondosas negras bailando en grabado, gordas sentadas mirando sincrónicas, señorones dormidos y otros en guerra, grandes tribus sentadas fumando pipa de paz

luego orangutanes,
enrebozadas en rezo, nubes embarradas hechas gis
y
fantasmas
puros
fantasmas

CK

RADIO MUJER TRANSMITE

desde un «sé» entre muslos
difusión de uvas pasas
que destilan un fino jugo
en el 69.2 de la frecuencia en llamas

la media luna, mi cielo,
que volvió al camino
como potro purarruga
a sintonizar la abreviatura modulada

en saber de primera persona, presente
a primeras de cambio
y en saber
de sexo seco como manantial apaciguado
de espaldas al suelo en posición de plancha pacífica y lucha
de transmisión húmeda a las 12 en punto en casa
de letras arrinconadas.

Ceka, en sabiduría de sílaba suave sin pretexto de cacofonía,
Ceka, mitad de empresa y tribulaciones de muebles,
Ceka, en la cama de la misma fábrica que desarruga fantasías,
Sea lo que Ceka para evitar regaños.

O seca planta vegetal recostada, para siempre, en espera del agua del animal.
Seca mujer de esquina transmite desde el último piso su programa.

Pecas

PECAS EN LA CARA
de tu capilla
con tu andar íntimo
ante el gran público de bancas,

Manchas en la piedra bendita de limosna
contoneando la alfombra
que te lleva
a recibir tu redondo premio,
hipocresía y caricia:

ese algo que deja rezando puntos negros
y despierta silencios,

ese desabrido ojo ciego
que se rodea de lucecitas
como la luna
en noche de positivo repugnante,

y sabes que el acercamiento a tu cara,
no está en tu nariz de chocolate,
la gracia manchada
avanza triste con inquietud.

Y una peca
y otra se santifica
en la hincadura prohibida de inconfundible (s)altar.

Pecas:
salpicadas de gripe
de Dios. Un hombre
que también tiene espalda de grafito,
siente la sonrisa al saltarse la página.

ANA CLAUDIA ZAMUDIO AGUIAR

N
o soy yo sola, al menos dos viven en mí. Cuando cumplí nueve años mi mamá me regaló un diario, a partir de ese momento la escritura se convirtió en una especie de unificación. Al escribir intento establecer un diálogo, crear un punto de unión entre Ana y Claudia, encontrar un camino para fundirme en Anaclaudia. Cuando logro concretarme en ella, en Anaclaudia, de inmediato tengo la certeza de no ser yo sola, de que al menos tres viven en mí.
Nací en Poza Rica de Hidalgo, Veracruz, el 17 de abril de 1966. En 1984 llegué a Guadalajara a estudiar la licenciatura en Administración de Empresas. En 1992 me fui a vivir a Mazatlán, Sinaloa. Regresé a Guadalajara en 1995 y desde entonces vivo aquí.
Ingresé a la SOGEM en el año 2000 donde realicé el diplomado en Creación Literaria. He publicado cuento en el periódico El Informador y en la antología de cuento De tanto contar II que en el año 2002 editó la Universidad de Salta, Argentina, compilada por Martha Cerda.
He participado en talleres de narrativa con Martha Cerda, Mario Heredia, Eduardo Heras, Francisco López Sacha y Agustín Monsreal. Estuve en talleres de poesía con Jorge Souza y actualmente asisto al taller José Gorostiza que dirige Luis Armenta Malpica.

 

Poemas

Uno

VIVIMOS A LA ESPERA DEL MILAGRO
del fulgor que nos dará
la pauta
recuerda:
hay una luz que no
se agota
en la oscuridad finge apagarse

(en tu ojo derecho cabe el mundo
y los significados
recientes que le dimos
en el izquierdo
un pabilo
imperceptible casi
arde)

El sol
entre tus párpados
amanece

Dos

OIGO EL RUMOR DE LAS HORAS QUE SE ALEJAN
su tenue palpitar
casi vacío
casi invisible
polvo que recién se deposita en la memoria
sombra tibia que opaca un parpadeo
una gota
oscureciendo
el rostro

¿Cuál instante permanece en mi piel
que no sea ya ceniza?

El último crepitar del día se extingue.

Tres

BAJO UN TOLDO DE NUBES
permanece encendido
el día
más frío
segundo
a
segundo
el tic
tac
del reloj
incide en mi muñeca
en el silencio de la habitación
alargo la mirada
detrás del cristal
la lluvia
tarda

Seis

ÁRBOL INMENSO DES
ho
ján
do
se
su cuerpo
bajo tu mirada:
jardín de otoño

ERNESTO LUMBRERAS

A
hualulco de Mercado, Jalisco, 10 de junio de 1966.
Hablar de poesía en la primera persona del singular da lugar a muchos excesos. ¿Desde qué mesura referirme al hábito de escribir poemas sin tropezar con la falsa modestia o, peor aún, con la saga hiperbólica de un anecdotario empalagoso y pueril? Soy un convencido de que la mejor explicación, si ésta sirviera para algo, se encuentra ineludiblemente en la misma escritura; y desde luego que no desestimo la carga del contexto histórico y subjetivo donde aparecen los poemas, pero me temo que la verdad última, y también primera, se localiza en esa trama de sonidos y silencios que nos llevan “a otros lugares”.
Empecé a leer poesía entre los 15 o 16 años. Tuve que pasar varias pruebas para decidirme a dar el salto de la lectura a la escritura; el examen principal para tomar esa decisión fue preguntarme si realmente tenía, tengo, algo que decir y si ese deseo de expresión me era exclusivo e intransferible. Con distintos grados de conciencia esa pregunta me sigue rondando y quizá, por necedad o por orgullo, he contestado que sí tengo y que sí deseo “hablar de esa colina de trébol donde mi osamenta me aguarda cantando”.
He publicado hasta el año 1999 cuatro libros de poesía: Clamor de agua, 1990, Espuela para demorar el viaje, 1993, El cielo, 1998 y Encaminador de almas, 1999; como se ve, soy un poeta del siglo pasado. Mi idea de la poesía, desde mis primeros poemas a los que escribo ahora, no ha cambiado esencialmente; en un pequeño libro de ensayos, Del verbo dar. Emboscadas a la poesía, trato de preguntarme qué significa esa realidad gráfica y verbal que me trasmite una experiencia, cómo decirlo sin paradoja, inquietante pero inocente, de una complejidad sublime y también elemental, familiar y al mismo tiempo extraña. De entonces a la fecha, creo que el trabajo del poeta consiste esencialmente en saber formular las preguntas; en mis poemas, incluso en las afirmaciones más seguras de sí (“El cielo es un sauce desbordado”, por ejemplo), se concentra el espíritu de la interrogación.
Publiqué mi primer libro de poemas, un colectivo del taller Elías Nandino, en 1986. He publicado ensayo y crítica literaria, teatro y algunos textos sobre artes plásticas; realicé un par de antologías, una en colaboración con Eduardo Milán, sobre poesía hispanoamericana; y la otra, con Hernán Bravo Varela, sobre poesía joven de México. Vivo en la ciudad de México desde 1989; seguramente regresaré a Jalisco, a mi pueblo, para presenciar las lluvias de “triples rizos” y dormir la siesta de las cuatro de la tarde, buscando hallar en ese sueño la herradura del caballo que galopa por un empedrado azul y momentáneo.

Libros de poemas: Clamor de agua, México, DF, Fondo Editorial Tierra Adentro, 1990. Espuela para demorar el viaje, México, DF, Joaquín Mortiz-INBA, 1993. El cielo, México, DF, Fondo de Cultura Económica, 1998. Encaminador de almas, México, DF, El oro de la noche, 1999. Peligro: Rimas rumorosas, México, DF, Fernández Editores, 2002.

 

(h e l e n a)

Ni humedad de bosque o fragor de duna. Una campana de incienso es su coño. Montarla de mediodía: labio asediado por flamas: ámbar tras la música. Sorbe un plantón de astillas. Lava mi glande en su ponzoña trémula. Ni humedad de bosque o fragor de duna. Su placer: hiel, alfileres, escarabajos. Se revuelca saturada de un corazón larvado. Montarla de noche: su rendija de boca de sapo: su landa de nenúfares: su oráculo que fuella. Hacerle llover en su claraboya rota. Mover los follajes.

Lo que dijeron las estrellas en el ojo de un sapo

18
TE LLAMARÉ PIEDRA DE ÁMBAR DENTRO DE UN VASO DE AGUA. Ni salvación de ánimas en un huerto de granados. Ni noria de sapos azules. Desde antes de despertar tuve ese nombre, hecho con una alegría fácil como de campana a la hora del ángelus. Busqué una música de patio interior y un abanico de viaje largo para que al llamarte estuvieras aquí, sin haberte ido, despertando apenas con cara de haber soñado un jaguar abriendo a canal tu propio sueño. De algún modo así ya te llamabas, en la otra vida, sin que mis palabras te inventaran saliendo de la tina de baño y yo me encontrará ahí para decirte, te llamaré piedra de ámbar dentro de un vaso de agua.

19
(Ozumba)
SUBIMOS LA MONTAÑA DONDE DUERMEN, A PLENO SOL, LOS MUERTOS. Como río turbio o mercado de domingo, el otoño cantaba su luz en nuestros ojos. Llevados por san Miguel Arcángel, la tarde que caía nos iluminaba por dentro. Entre aquellas tumbas, tu pie marcaba su rastro en un camino de arena que para el regreso ya no era un camino de arena. Yo tenía mi mano en tu mano. Tú tenías pensamientos de callar y muchos nombres de flores. Subimos la montaña buscando una aparición que ya no estaba: ¿un niño tocando un tambor?, ¿un perro orinando una piedra negra? ¿un templo sostenido por abejas? Cuando la realidad nos habla así, en el lenguaje de la poesía, me resulta embarazoso contrariarla, creerle la mitad, tirarla de loca. Yo tenía mi mano en tu mano. Tú tenías un corazón que deseaba dormir en la hierba. La realidad nos hablaba de esa forma, en ese camposanto mojado de polen, en esa iglesia que ya no estaría cuando abriéramos los ojos. Entonces, yo te hablé, abusando de la literatura, de la Antología de Spon River de Edgar Lee Master donde los difuntos de ese poblado del medio oeste norteamericano “todos, todos están durmiendo en la colina.” La belleza que sabe cortar hierba de anís estaba en tu rostro. Yo te miré hondo porque el dolor de la verdad es también lo bello de tu rostro. Luego callamos, callamos un silencio al que pudimos rotularle un verso que dijera: el amor es la luz que los muertos ven. Pero realmente no estábamos para escribir sino para presenciar, corpóreamente, el espíritu de la poesía.

Diáfano

EN LA HORA GRIS DEL PAISAJE
un hombre piensa
y concluye:
el amor es un cristal.

Por eso
los ojos de su mujer
conservan el instante del agua.

El amor es un cristal
—repite—

y ya el día se ha poblado de pájaros.

Cotidiano es amar

COTIDIANO ES AMAR
temer a la prisa de las manos
al suicidio de la noche
a la vejación del espejo.

Seducir a plena calle
reconvenir a las estatuas
a la mujer que nos pasa la mano por el sueño.

Llamarte trozo de luz ahumada
muchacha, y no perder
el tren de las altas horas.

Observar ambos una película
jamás los labios, salir del cine
para entrar sin rostro a un cuarto blanco.

Cotidiano es amar
ir más adentro
sin perder el tacto
atisbando sobre el amor y el día.

Es un saberlo todo
y acostumbrarse a los ojos y a la lluvia
como si fuera —felizmente— jugar a los enamorados.

La corrida de Muriel

TRAS LA LLUVIA
las sirenas caen sobre los tímpanos
aparece la rutina del viento con paraguas
en espirales de aire se disuelven los cláxones
a saltos el crepúsculo cruza antenas.

Se anuncia el ocaso
quietud de la tarde:
a esta hora la avenida es un ruedo de sangre.
Tras la lluvia
nadie recuerda las gaitas.

Como pistones marchan los chavos
recogiendo sus huellas en un saco de sombras.
Pasan los carrujos entre manos negras
entre bocas talladas,
esa sed de los hombres que inhalan

la columna, la bocanada
siempre perdida a través de la tarde.

El humo del cigarrillo es la cuerda de un suicida
profecía sobre la arena.

A dos manos la chamarra del “Pato” taja la aspereza del aire
la playera de Isidro ondula
entre un tráfico que zigzaguea.
Huele a incienso la plaza cotidiana
una campanada a lo lejos quiebra
se abre una guitarra destemplada.

Muriel es el matador. Traje azul mezclilla
de su antebrazo se desprende una camisa púrpura,
temple sereno y gallardo
pisa firme con sus botas de obrero;
gentil a la hora del brindis
su cachucha de beisbol surca el espacio
hacia las manos de un ciego.

A guisa de relámpago la faena estalla
todo un arte:
con limpia verónica esquiva al Volkswaguen azul,
a la izquierda el matador
los oles se disipan a través del humo;
el de la ganadería Renol arremete
bufa con su escape abierto
la tierra negra tiembla
arraiga su figura:
frente al cielo, rodilla en el asfalto
y el móvil pasa en banda bajo un parpadeo verde.
El tercero, un Mustan de ébano
desde las praderas de Detroit
es burlado a ras de camellones.

En un claroscuro lentamente el paisaje se desdobla
el sol se ha puesto la piyama.

Hay un silencio como si fuera a parir la tierra
los semáforos se han entumido
las ventanas son cuadro de cinco rostros.

El último de la tarde
apareciendo como una saeta por el carril de rápidos:
Un Cugard con guadaña
a través de la luz
en busca de un blanco.

Residentes del humo

ALGUIEN TARAREA UN CORRIDO MEXICANO
el agua que bebemos nos vislumbra
nuestro sueño se bifurca lentamente esquivando secoyas;
la luna de zinc se extiende
del suburbio de cristal a barrio mestizo.
Soledad borrando nombres.

En el Colorado van nuestras guitarras
la carta de Julio
una postal regateada en español
y algunos dólares;
nosotros no vamos, allá abajo el país se deshidrata
—hace calor—.

Por ahora la noche gringa huele a whisky
a cabellera rubia como una bandera de todos.
La noche gringa es una carrera sin obstáculos
un jonrón a bases llenas
es rápida como hot dog en avenida
y fresca como el viaje de Acapulco en el verano.

Sin embargo, la noche latina es una botella de angustia
una prostituta negra pagada en coperacha
un autogol en el primer minuto de juego.

 

Comercio nocturno

1
Se duda de la sombra, amor del cuerpo.
Tienes los pies calientes
la llovizna te borra el sueño
la noche te besa junto al lunar azul.
Pides un cigarrillo, un trozo de metal
una lámpara sin flama
a todo hombre pides un deseo no concedido
mientras escuchas tu corazón a través de las vitrinas.

2
Ayer suspirabas por el hombre alto
había en tus ojos mariposas y arañas de humo
además cantabas como si la tierra gruñera.

3
Cuando te das al insomnio
eres el toque entre la niebla y la noche.
Entonces te preguntas más enferma que nunca
con la voz líquida como una orilla
con una entera preocupación
que te cubre, que te hace inmensa
lúcida para una batalla que no sabe de tu cuerpo.

Conmemoración al Séptimo Día
Y bendijo Dios al séptimo
día, y santificólo porque
en él reposó de toda su
obra ...
Génesis, 2

EN LA PUREZA MÁS TENUE DEL CREPÚSCULO
se desciñe una lluvia sin gas, ni calorías.
La ciudad entonces tiembla, palpita, se balancea;
más de pronto gime entre oscuros placeres
como una virgen azorada por el ébano.

Es la afable novedad de saberse en sábado
libre y sin presagios
con el deseo a punta de ojos
alzando vuelo con alas de papel moneda
oteando el laberinto .
para fundirse en el crisol difuminado de un dulce tugurio.

La noche está lavada en promesas rústicas
libera el sexto tibio de la venda blanca
abre una boca del tamaño del cielo
—oscuridad perpetua —
una mueca cómplice del silencio
—y me cai carnalito que ya la hiciste,
vas en barco marinero—.

Pero decíamos de la ciudad, ahora, desvaneciendo
sudando a borbotones
como las axilas de una vieja prostituta que danza;
un rato más y las calles se poblarán de anhelos cautivos
perfecto horario cuando nos adentramos juntos
bueno, cada quien en su bicicleta
cada mono paga su boleto.

Como buenas almas sacras-proletarias
santo día en tu aureola pataleamos
bajo libertad condicional para reos fieles.

A la salsa mis amigos
cerveza para un corazón alucinado
y para las manos mecánicas un par de nalgas.
Soledad que se ahoga en la vehemencia de un sueldo en catarata
prófugo, hacia un mar de labios imantados.
¡Hay que chuparle hasta la médula!
en esta ya madrugada agotadora de silencio
para luego pensar
que el cansancio fue de amor y olvido en tregua.


JORGE ORENDÁIN

G
uadalajara, 1967.
De niño me gustaba mucho estar en la azotea de mi casa para encontrar silencio. ¿Cómo era eso? Estaba seguro de que entre tanto ruido (motores, gritos, pitidos, afrenones, etc.) había un instante de silencio que podía captar. Muchas veces creí encontrar ese instante, y recuerdo que sentía mucha alegría.
Después de varios años, he pensado que ese instante de silencio que buscaba en la azotea, es el mismo que busco cuando quiero escribir poemas. Muchas veces —quizás la mayoría— ha sido imposible encontrarlo, pero me he aferrado a atraparlo para no dejar ir a las palabras. De ahí, quizás, lo que muchos llaman el oficio.
En los últimos años me ha resultado muy difícil encontrar ese instante de silencio. Me he subido a varias azoteas, pero no logro mucho. Tal vez, Alí Chumacero tenía razón al decir que la poesía es una enfermedad de juventud. Yo me aferro a lo contrario; quiero seguir enfermo de poesía —si es que lo he estado— para no perderme de más palabras entrelazadas en los silencios de las azoteas. Los libros publicados, estudios, lugar y fecha de nacimiento, becas, traducciones, amigos, viajes y antologías no garantizan nada. La poesía es la incertidumbre que dice la verdad, y con ella cumplimos cualquier confesión.
Un proverbio judío dice que mientras el hombre piensa, Dios ríe. Pero mientras escribe poemas, Dios lo contempla en silencio. No dejemos reír a Dios. Nuestro oficio es “ser todas las voces del universo”.

Libros de poemas: Animalías, Guadalajara, Secretaría de Cultura de Jalisco, 1994. Telescopios de papel, México, DF, Fondo Editorial Tierra Adentro, 1996. Por demás la lluvia, Guadalajara, Ediciones Arlequín, 1996. Ciudad a cuatro ríos, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1999.

 

Pulpo

TANTA POSIBILIDAD DE ABRAZOS
y siempre solo en un rincón del mar

Sueños del tren

EL SUEÑO DEL TREN VIAJA EN LA LLUVIA
Lo descubrimos en el espejo
escuchando su imagen
que se interna en cada ojo

En el tren viajan todas las noches
y oculto lleva un vuelo
para las aves cansadas del sur

En la memoria llevamos un tren
en dirección opuesta a los sueños

De Dios sabemos que en el tren
llora su distancia con el cielo
y reza con un crucifijo en silencio

El tren cruza ciudades inventadas
Se detiene en cada llanto de nosotros
Busca un viento para volar su papalote
por si llegara un mar en su viaje

No hay tren que no resucite en el silencio
No hay silencio que no espere a su tren

Paradoja en rana

LA RANA MIRA DESDE SU PIEDRA
venir la lluvia.
Se sumerge en el estanque:
no se moja.

De tanto mirar el árbol
fui árbol un instante

Me queda un nido de pájaros
para recordar

Coleccionista de sombras
A don José, el de Todos los nombres

LOS COLECCIONISTAS ANDAN POR LA VIDA
en su intento constante de ordenar el mundo.
Los hay que gustan de hojas de árboles,
estampillas postales, llaveros, monedas,
jarrones antiguos, pelos de gato, miniaturas,
cartas nunca enviadas, corcholatas con futbolistas,
rosarios, piedras de río, alas de mosca.

Ellos andan por todos los rincones de la ciudad.
Se les mira conversar con extraños,
forman asociaciones para discutir, mostrar,
intercambiar y presumirse sus cosas, entendibles
sólo para el mundo que han construido.

El coleccionista es un desesperado
en busca de algo que siempre le falta;
siente que si no lo encuentra
el mundo se dispersará
y todo volverá al principio.

Todos deberíamos ser coleccionistas.
No importa el objeto, si es de este mundo
o del otro.

Yo elijo desde este momento
coleccionar sombras de árboles.
Las guardaré en la memoria todos los días.
Si alguien piensa derribar uno
hábleme con urgencia. Estaré puntual
para recoger su sombra.
Prometo sembrarla en otro árbol,
darle un pájaro, una raíz
y agua de lluvia que algún poeta me regale.

Ciprés
Con Roberto Juarroz

EL CIPRÉS NO RECIBE PÁJAROS
pero les señala la ruta de aire
que su vuelo necesita.

Su lenguaje es vertical,
su fruto, la quietud.

El ciprés sólo recibe
la mirada del mundo
y algunas semillas de agua.

Avión de madera

SI MI PADRE ESTUVIERA
aunque fuera un momento
yo le preguntaría:

¿De qué color es el avión de madera
con el que juegas con Dios?

Marsella 80
Qué lejos hay que ir
para encontrar la llave
de nuestra propia casa.
José Fernández Granados

GRACIAS PADRE, MADRE,
por la casa de mis primeros,
únicos, veinte años y sus días,
por sus cuatro pisos que guardaban
la raíz del cielo, por las escaleras
donde jugaba la distancia
y por la covacha y sus secretos.

Gracias hermanos y mascotas
por jugar conmigo a ser niño
y su costumbre, por compartir
la azotea y su infinito,
por enseñarme a volar ojos en tierra
y a caminar en un pie.

Gracias ciudad, enemiga del sueño,
por esa casa que me cobijó en su vientre
y me nombró su hijo,
cimiento único
y habitante vitalicio de sus ventanas.

Gracias casa por tu puerta de aire,
por tu abrazo de muro y tus rincones,
porque supiste guardar mis juegos
y sus llaves.

Escúchale a la ciudad

CANTA SU MUERTE LA CIUDAD POR LAS CALLES

Por la ventana arrojamos
trozos de vida inservibles en nuestra sangre

Los hijos de los padres que murieron
inventan un padre desde un papalote

Las madres sostienen su vida
en el recuerdo de un beso

la ciudad lleva muerte entre su cielo

Cada cual inventa su canto
cada cual es un aire derribado
cada cual es un cabizbajo descubriendo
estrellas reflejadas en los charcos

canta su muerte la ciudad por las calles

Este día parece el de ayer
el de mañana no se parece a ninguno

Nadie sabe de su hermano ni de su madre

Nadie sabe que existo ni que existes
pero ni tú ni yo sabemos de existencia

Si miras a la ciudad te grita
Si no la miras no existes

Mira los perros
háblale al gato
imita al árbol

Siente que aquí no eres más que ellos
Nunca lo serás
por más que los quemes en tu memoria

Detén tu prisa un momento

escúchale la muerte a la ciudad

No te persignes
no reces
no mires al cielo

escúchale a la ciudad su muerte

No te tapes los oídos
no cierres los ojos
no toques tu cuerpo

escúchale a la ciudad tu muerte

PEDRO GOCHÉ

T
laquepaque, 16 de octubre de 1967. Aprovecho el requisito, que de manera lúdica impone la presente antología (una autobiografía de veinte líneas) para solucionar públicamente el equívoco sobre mis apellidos, su presunto orden y jerarquía:
Pedro Goché acentúa su segundo apellido a fin de fabular desde el principio: desde él mismo, tratando con ello de superar los primeros límites: los de lo necesario-familiar. El arte como conducta, y la poesía como saco puesto, trata de sugerir desde sus primeros textos que datan de la época de secundaria. Su primer apellido, el Paredes, queda en suspensión desde entonces, y actúa sólo de manera implícita, conservando, sin embargo, intactas las evocaciones paternas, su infancia en el campo cuando Tlaquepaque empezaba a ensayar ritmos distintos del agrario.
Desde los diecisiete años ha intentado instalarse en infinidad de lugares que no van más allá de Guanajuato o el DF. Sin embargo, su intención radical es en Guadalajara, y en ella cultiva su poca o mucha monta.

Libros de poemas: Motivos para errar, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1994. Figuraciones, Guadalajara, Alimaña, 1995. ¿Qué?, Guadalajara, Ediciones Arlequín, 1998. La mano verde de tu edad, Guadalajara, Digna, 2003.

 

Caen...

CAEN.
También pueden subir
pero su ascenso es ya otra cosa,
una extraña manera
del desplome, un signo invertido,
casi herético.
Nacen del suelo
como las legumbres y el cansancio.
Beben presurosos.
Voltean.
Dan maromas sobre el centro
de su inmovilidad portátil.
Caen.
Nacen del suelo.
Gimen y, a veces, en mitad
de alguna tonada se detienen y lloran,
piensan en una o varias mujeres
y abren las ventanas
para que sus corazones se reubiquen
en sus ritmos opacos y casi
siempre anodinos.
Vuelven.
Detrás de los inviernos siempre regresan
cargados de perfumes y de vegetales,
de músicas roncas y de recuerdos
y de hijos y de millares de
tristezas de ojos abiertos y secos.
También pueden subir
pero eso es más bien nunca,
sólo en fábulas
o en ciertos mitos que los sostienen
ellos,
sin ser pájaros ni ángeles,
incendian su cuerpo
y olvidan su nombre,
y, entonces, como signos retorcidos,
como nudos de agua y de tiempo,
como colores o como pensamientos,
los hombres, sentados
en alguna esquina
del agrio mundo
dejan de caer.

Seis

QUE NO SE ACABE NUNCA EL MUNDO. Que su redondel nos siga y nos vigile. Que su cráneo infantil suceda a las estaciones y que ningún juicio lo altere. Que siga convocando espasmos y fatigas. Que piedras y huesos lo carguen y no le festejen. Solícito, el hombre aprenderá su edad nueva, su nueva estatura. Que autos y edificios los vigilen y le den albergue. Que dentro de los frutos se confunda con su azúcar. Que no se vaya, ni se acabe, ni la terca macicez del hombre lo apabulle. Que se despoje en una mañana sonriente de todos sus nombres. Que rote y se estremezca. Que sobre sembradíos abra su música y chasquee la lengua. Que navegue y se deje tocar dormido en una piedra. Que un buen día nos desconozca, nos olvide o nos devore pero que no se acabe.

Siete

DIME QUIÉN SOY QUE POR AÑOS ENTEROS PUEDO ESCONDER bajo escombros mi cuerpo. Que en estaciones quemadas un recuerdo de agua me permanece y me ciega. Dime quién soy que una mueca sonriente o dolorosa me hurta día con día del sepulcro y me instala en una luminosidad que no soporta memoria ni nombre. El verde, el vuelo, los patios, la arcilla, los trenes largos como su propio silbido, los pozos como ojos abismados por donde la tierra nos hechiza, la sal y la harina, blancas hacia adentro ¿qué decir las inventa? La ciudad levanta sus brazos de diosa sonámbula y susurra entre dientes su respuesta. Dime quién soy que del Abrir al Cerrar dejo una zanja por donde me sigue la sombra, que dioses y astros bajo su escombro me esconden sin despertarme.

Díptico ciudadano

I
DESPUÉS DE TODO
a alguien
que cuerta chistes a su sombra, rechina
los dientes parchando su memoria antes
de dormir y arrea, de vigilia a vigilia, un
hato difuso y engañoso de sueños
y despierta
y piensa que no puede ser posible,
que otra vez el sol extremó su exactitud
hasta coincidir con el carro de la basura.
con los barridos en la calle de doña Equis,
con el claxon de la camioneta de la leche...
A alguien que fuma
y, a veces, entre bostezo y bostezo, piensa
que no está bien, que hay algo que no acaba de
cuadrar en todo esto. Pero bien... Después de todo
a alguien que hace sus tres comidas y
sale a que el humo de la ciudad le
raspe los pulmones, y va al cine y toma camiones... Qué
le puede importar
que algo se pudra, que un ojo nos mire con
lupa desde la torre de fin de siglo
y nos salga con que todo muy bien, que la
tranquilidad tiene un nombre manchado de pus y
el amor apostó a la carta equivocada.

II
Y TODO MUY BIEN. TODO, TODO PODRÍA
acabar en un largo y afilado “a mí qué”, pero
la bronca es que no acaba y hay una especie de
flojera mezclada con un inicio de rabia
en tener que empezar a romper hocicos metafísicos.
En la ciudad las soluciones se venden
en cada esquina, y sólo los muy tontos, los
muy necios. No sé. No sé si en
algún rincón de este circo
alguien siga soñando con las fabulosas ventanas
de un solo Absoluto, con los momentos de un
ademán en que cada segundo
de su especie emputecida se detenga y dé
un salto mortal.
En esta provincia del miedo
un temblor
nos entra por todos los agujeros del cuerpo
y uno quién es para decir que no, que
los pájaros pueden ser capaces de sonreír, que
nadie nos asegura el mutismo de la piedra, que
hay niños que han paseado por
el reverso de las cosas, que
tanto ruido no prueba nada, que
la contundencia del motor se rompe
delante de la fugacidad de un insecto, que
nada prueba que el mundo sea cierto.

Herencia

PALOMA CERRABA INSTINTIVAMENTE LAS PIERNAS
cuando la sombra aquella pasaba detrás de la
puerta. Cuando oíamos retirarse sus pasos
noche adentro el miedo se convertía en pasión
haciéndonos un lío las cuerdas del tacto.
Penetrada por mi deseo olía la ruina cernida sobre el instante
como un ave de rapiña y su sonrisa
quería preguntarme “¿Estoy loca?”, quería
y no podía
más que dejarme indefenso delante de tanta
vida suelta.
Tímido, el día se convertía en un caracol trepando
por la espalda de el desayuno. Esto es importante
ya que afuera los niños corrían y gritaban
a salvo de los folios sagrados en que la especie ha
fijado su amargura. Amor se volvía
entonces
un cuchillo, un tenedor pinchando la uva
del sol para llevarla a la boca de un hijo ausente,
presentido.
Por los pasillos del insomnio un extraño iba y venía
como la cuerda de un reloj asimétrico. La cama surgía
de pronto
como una isla en mitad del naufragio.

Siete animales

SEMEJANTES A DOS BRANQUIAS TERRIBLES
la Tierra abre sus puertas en esta hora marcada
desde el inicio del mundo.
Dos gorriones bajan
a atestiguar el milagro y dejan
una mancha azul en los ojos de los hombres.
Siete animales
vienen a rociarnos su veneno
y a darnos avisos de un invierno
que durará más de veinticinco años.
“No habrá dioses que los escuchen”, nos dicen
dos de los animales sosteniendo un péndulo
y una esfera. “Vendrá la siembra negra y la
esperanza tendrá sonidos malditos”, dicen
los demás animales
al tiempo en que los gorriones
vuelven a bajar
y comen de las manos de un niño.
La Tierra, como dos branquias, dos ombligos,
dos párpados misteriosos, abre y cierra sus puertas.
El niño conversa con dos gorriones
que han bajado a comer de su mano. Siete
animales terribles vociferan, hablan de Dios
y de los orígenes del mundo. “No habrá Paraíso”, dicen
los animales. “Una mano alta y siniestra
paseará su figura entre los corazones
y la dulce Tierra, cansada, dejará de soñar
con los bosques y las selvas; el mar recordará, desde
cada uno de sus ojos, una a una, sus profecías.”
“Habrá Paraíso”, nos dice el último animal
señalando a dos gorriones que han bajado
en esta hora milagrosa
a comer de la mano de un niño.

Diez

CIUDAD DE CANTO GRIS O ENROJECIDO, de aviones parpadeantes. Humaredas en tus esquinas, escalas donde el aire se deposita para volverse ruido o centella. Pasan tus hijos, tus nietos transparentes y te saludan con una mirada oblicua, cegados por tu belleza, ciudad destruida y vuelta a construir con cenizas propias o ajenas. Una palabra y explotarías, ciudad. Una palabra es tu zócalo aunque el agua pasee entubada en tu noche de ratas. Manos confiadas te levantan y te sacuden con un ronco buenos días, te sepultan como botín o como semilla bajo tu puñado de efemérides. Diosa joven, nacida apenas este día que por tu gracia corre y se estanca como una avenida sembrada de semáforos. Alzas tu pupila un instante, diosa sin párpados, y todos callamos y nos saludamos llenos de confianza y de dulce barbarie. Arrojas tu moneda al aire, diosa lila, y todos tus ladrillos se apagan y se prenden como queriendo prevenirnos de sucesos inmedibles. Míranos caminar por tu palma enrojecida y decirnos nuevamente que nada pasa, que tu sangre invicta da una maroma perfecta y se detiene en el viento de la tarde como una visión terrible. Míranos sacudirnos nuestros apellidos, nuestros números todos y solicitar a un dios taciturno la ceguera buena. Míranos silbar y mover cuellos y rodillas y no sostenernos en articulación alguna. Ciudad de ríos desterrados, de campos de antenas, de valles constelados, de distancias posibles, de caminantes grises y a veces enrojecidos por tu tosca y entrañable sangre.

LEÓN PLASCENCIA ÑOL

A
meca, Jalisco, 1968. Hizo estudios de teatro y cine. Sus textos han aparecido en revistas y periódicos nacionales e internacionales. Fue editor de cultura y columnista del periódico Siglo 21. Colaboró durante varios años para el programa radiofónico La cuenta de los guías de radio UdeG, con las secciones “Fábulas domésticas” y “El viajero más lento”.
Obtuvo los siguientes reconocimientos: Premio Nacional de Poesía Amado Nervo 1996; Premio de Poesía Álvaro Mutis 1996 (México-Colombia); Premio Nacional de Poesía Clemencia Isaura 2001 y las becas de jóvenes creadores, área poesía del FECA (Fondo Estatal para la Cultura y las Artes), período 1998-1999; Fonca (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes), períodos 1999-2000 y 2001-2002; beca de intercambio México-Colombia, periodo 2003-2004.
Es director literario y editor de Filodecaballos y director de la revista Parque Nandino, co-director del Centro de Especialización para Escritores.

Libros de poemas: El desorden de tu nombre, Zacatecas, Universidad Autónoma de Zacatecas-Dos filos, 1989. Bitácora de anunciaciones, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1997. Arden las bestias al costado del insomnio, Guadalajara, Mala estrella, 1993. Estación llena de pájaros, México, DF, Tierra Adentro, 1993. En los párpados del aire, Guadalajara, Secretaría de Cultura de Jalisco, 1994. Enjambres, México, DF, Fondo de Cultura Económica-Universidad de Guadalajara, 1998. La frágil insistencia, Guadalajara, Filodecaballos. 2001. El árbol la orilla, Québec, Écrits des forges-Filodecaballos, 2003.

 

Enjambres
[Fragmentos]

AIRE ANTES QUE NADA:
transparentes los pasos de la doncella,
armazón de relicarios que caen entre la niebla, entre el humus de la razón portuaria;
árboles marinos dejando su olor en la proa de los galeotes. Viento. Agua.
Dijo aire; los pájaros veloces del aturdimiento: aire (afuera el viento aturdía a los
sobrevivientes): canto ofendido de la turba;
lodo en la válvula, en la hélice y el descanso, en la cuenca vacía, en la vértebra.

Viste entre la puerta abierta un establo amenazante,
un infante fiero y tres codornices degolladas.
(Afuera la mañana es parda y estás a media luz.)

Apenas se recuerda ahora la sensación de vértigo en el coto de caza,
los perdigones sepultados en un tronco marchito,
la señal y la huella de la zorra.
De nuevo el viento: patos sobrevolando con vergüenza su agonía: naturaleza muerta.

Si todo fuera resplandor y suceso como el fuego de San Telmo y en esta isla (donde la
isla es una mesa y un invierno) no existieran los fuegos y la ligereza cicatrizara
las palabras, brillaría el aire: aire en la piedra: viento.

Fiel al júbilo aéreo, a su murmullo de espuma hipnótica,
a la cadencia magnética de la piedra: ojo: ojos: estela y viento:
resplandor de labios: ángeles los labios, serafines huyendo de la luz del mediodía.

La música es un astro y un cuchillo, ventisca palpitante en la corteza de los árboles.
La música: sueño de tordos.

Humo aéreo, humo mortal que sabe ser fiel a su insistencia,
a su risa pálida y burlona. Dijo aire; eres la bruma y la fronda (a ella nada puedes
negarle sicario del viento).
¿A dónde va el suave tabaco que fuman los fantasmas?

Entre el roquedal un abrazo cálido (allá un estuario febril y una llama certera).
La luz ignora los momentos fugaces del arcángel,
desciende por los muros,
sube por los navíos invisibles para el aire,
avanza con pies de liquen por la piedra, por la piedra la luz: esperanza.

Todos los sucesos en la bruma:
(ella desnuda frene a la ventana)
la noche dicta tus insomnios, frente a las sirenas sólo cubrir los ojos queda; el rostro
difuso de la memoria avanza como aire herido y nostalgia.
Vienes de un lugar profundo donde los cirios iluminan la caverna.
Vienes creciendo frente a la brisa marina y frente al polvo:
gris en el estrado, verde el eucalipto de las bambalinas.

En el puente los amantes miran,
y un grito cubre la orilla del río.
Más allá de todos los dominios, el chacuaco arroja el humo del cañaveral.
Dijo aire; pájaros en la palabra.

***

Fiebre de abril lo que queda de nosotros,
lluvia en la carne, relámpago de polvo que habita el instante.
No mencionemos a los pájaros que dejan sus migajas en el laberinto de los cuerpos.
¿Todo fue quedarse a un costado?
El aire soborna los rostros de la ausencia.
No somos nosotros el lugar del abandono, no somos sangre, ni huella: viento.
Abril es la oscuridad del vuelo.
Rumbo a la sábana una tersura como de paisaje,
un papel inmenso en el costillar de la saliva.
En los cuerpos trascurre la certeza: luz precisa en donde las aves alzan su vuelo frágil,
porque volver tiene algo de suave golpeteo en la puerta.
Dijo aire; lluvia de nombres en las alas del pájaro.
En esta trama recurrente los árboles tiene su verano, su temporal antiguo,
cuerpos que se reconocen como juguetes asombrados,
como labios que lanzan su triunfo en el hálito,
como sangre que es sangre: cuerpos empecinados en encontrar lo otro,
aquí donde el amor usurpa todo y el viento es un baharí herido.
No mencionemos los torrentes: palabras que están para después y el aire es todavía un
venado asustado.
Las frases se balancean acariciadas por el aliento.
Hay un gris que sobresale por tus ojos, un leve encuentro suscitado hace horas, es decir,
todavía queda entre nosotros un escenario esperando su combate.
¿Acaso el resplandor enciende la saliva de lo nocturno?

Seis bocetos para un solo de sax

...esto lo estoy tocando mañana.
Julio Cortázar

1
BRANFORD MARSALIS DIBUJA SOMBRAS
alrededor del aire,
fragmenta el cielo vertical.
Invoca. Hoy
cae la lluvia: un bar

2
3:25 DE LA MADRUGADA.
Charlie Parker encerrado en su fotografía
trata de escapar al tiempo:
un torbellino emerge de su sax,
be-bop,
una calle vacía,
una jeringa:
un pájaro su sombra.

3
EN UN CALLEJÓN MALOLIENTE DE PARÍS
las manos de Dexter Gordon son alas
agitándose alrededor del sax.

4
UN TREN TOCA LAS NOTAS DE UN SAX HACIA EL ABISMO.
Frío el aire de la mañana.
Coltrane: vagón de aire enrerecido.

5
CAE BAJO ESTE PESO
una nota,
se expande en el viento de enero.
John Lurie
atraganta este pequeño espacio.

6
TIEMBLAN ESTAS LÍNEAS,
un gozo
salta por la escotilla.
Allá
en ese extremo de la noche
Paquito D'Rivera sopla su alegría.
para Gaspar Aguilera,
quien también conoce estas latitudes

Barton Fink

POBRE GORDO, QUIÉN IBA A DECIR QUE FUERA UN MULTIASESINO
y guardara en su caja un dragón
o la cabeza de su víctima; y el otro
Fink, Barton,
escritor,
flaquísimo como el aire,
vecinos los dos en un sueño
en donde las paredes segregan pus
y todo arde,
incluso los fantasmas.
Este es un hotel, un laberinto azul.
En la máquina las manos
de Fin k teclean únicamente: Fade in,
como si el mundo
se aclarara en una botella de alcohol tirada por Faulkner
o en las fauces de Hollywood
y en un Ford que parte por Sunset Boulevard hacia el averno.
Un subterráneo gris son los oídos
de Charlie Meadows;
un pájaro en abril la habitación vacía,
y allá al fondo,
en un close-up a media luz,
la mujer dentro del cuadro,
¿recuerdo de Edward Hopper
o mera ilustración de un vacío?
En la playa las gaviotas son el reloj de la tarde
y esa mujer tan extraña se levanta
hundiendo sus hermosísimos dedos en la arena.
Son los ojos de Barton
los que han entrado al cuadro
junto con su figura. Un sueño.
Fade out. Punto Final.

CARLOS TREJO PECH

1
968, 29 de mayo. Yucateco. Radica en Guadalajara desde 1990. Ha vivido también en Yucatán, Estado de México, Venezuela y Mississippi, EU.
Desde principios de los noventa participa en actividades poéticas en Jalisco. Asistió a los talleres de poesía en el Instituto Cultural Cabañas, bajo la coordinación de la poeta Érika Ramírez Diez y en el Departamento de Estudios Literarios de la Universidad de Guadalajara bajo la coordinación del poeta Raúl Bañuelos. Cursó el diplomado en literatura en el Centro de Educación Continua y Abierta de la Universidad de Guadalajara. Ha participado en diversas lecturas de poesía en la ciudad.
En periódicos, ha publicado poesía en el suplemento cultural de El Informador, en el suplemento Armario de El Occidental, en el periódico Siglo 21, en el suplemento ea! de El Jalisciense, y en el suplemento Hablapalabra del periódico El Informador. En revistas, ha publicado en Trashumancia, Juglares y Alarifes y Diserta, revista cultural de la Escuela Preparatoria Número 7 de la Universidad de Guadalajara.
Comparte con el oficio de poeta el de profesor universitario de agronegocios y finanzas.

 

AL POSARSE EL SOL
en cada objeto
va nombrando.

Dice lluvia,
manzana,
dice sol.

Todo se entiende
y se vuelve amarillo.

La piel
recibe
la carne
del sol.

El sol se posa
y nombra,
va nombrando.
Pero al posarse en el mar
no dice nada:
El mar lo nombra todo.

AQUEL SONIDO INDÍGENA DE LA VAQUERÍA sólo lo volveré a escuchar con los ojos cerrados de frente al mundo. En Yucatán se irán las tardes y arrastraremos las manos mientras miremos volar los papagayos. No el croar de ranas nos despertará ni el olor de mar inquieto de ventana, si no el tambor tímido y la mano perdida entre tanto llanto que se lleva en los ojos. Vendrán muchos meses que se llamen julio y los recordaré con goteras, con ninguna flor en la mesa, pero con la certeza que mis ojos estarán en las vaquerías, y en la tarde oscureciendo en mis esquinas. Volverá sin duda esa luna que queremos y ese olor a mierda detrás de la lluvia; y ese correr sin rumbo hacia donde se guarda el sol para mañana.
Ayer había llovido igual que julio y en cada flor se metía el agua que había lavado las hojas de la mata de ramón; el venado había sido regalado porque era animal de malagüero y papá había muerto por su culpa y Pablo lloraba más que su primer llanto. En el solar las hormigas hacían procesión por la muerte de papá y los minutos me crecían la tristeza y me hacían correr de la lluvia que amenazaba caer en el chac lum. Mamá pasa lista a las gallinas y llora quedito mientras las mete al gallinero que fabricó abuelo que usa bastón porque es el más viejo, mientras abuela crece menos y sus ojos se van a los luceros.
Dormiré para que nunca más amanezca julio. Se acerca ya el sonecito de la vaquería. Abuelo usa sus alpargatas y acecha desde el horcón de la casa. Afuera, destilan las mariposas.

EN EL FONDO DE UNA CASA
hay siempre
un paraguas
esperando el tiempo de lluvias.

En la mía
hay un pez.
Su boca dice agua
y el agua le llena el corazón.

Ahora que ha crecido
y es época de lluvias
me pregunto:
¿cómo haré para ocultarle
que no sólo
el mar
llueve?

LOS PÁJAROS SE IBAN TRAS LOS ALISIOS Y HOY SÉ QUE TAMBIÉN TU SONRISA.
Nos contábamos todo lo que nunca ha sucedido mientras caía fuerte el aguacero y nuestros papagayos eran destrozados como relámpagos tímidos de la primavera.
La iglesia fue nuestro refugio de tanto tiempo de lluvias, luego los pájaros azulejos se anidaban en tus trenzas y la delicia del mar enorme tanta veces fue nuestra sorpresa.
Mamá decía “eres un niño para esas cosas”. Pero poco importaba cómo mis papagayos en los charcos y corríamos a escondernos en la milpa que recién crecía, que había plantado abuelo y pedíamos —juntando piedras y palos en una fogata que nunca encendimos— por la salud de las tardes, por los días cargados de sol, por el henequén que crecía lento y era necesario.
Así nos cogieron tantas noches en que decidimos amanecer como los gallos, en que fue menester tocarnos las manos a la luz de los cocuyos, a la tempestad del sapo que se movía como vaso a punto de rebosar de agua.
Era la noche un baúl que siempre tú abrías, y era para mí tu falda enorme también llena de estrellas como lunares en tus muslos tibios y pequeños. Qué importaba entonces que las cosas no se dijeran en aquellas cartas que intuíamos escribirnos, qué nostalgia la de esperar el tiempo de aguas, ver crecer el henequén y luego matar renacuajos con toda la rabia porque tu odio a las ranas era tanto como mi miedo. “Es el tiempo de estanques”, decías, y era fácil contar los hormigones que hacían procesión en los naranjos.
Una amapola y un niño eran tus ojos
— sí —:
un campo pleno para sembrar y esperar mejor el siglo.


ÁNGEL RAFAEL NUNGARAY

N
ací en Yahualica, Jalisco, el 1 de octubre de 1968. Al año siguiente mis padres se trasladan a Guadalajara, y aquí hice estudios de primaria, secundaria, preparatoria y cuarto semestre en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Guadalajara. El acercamiento a la poesía fue a partir de mi encuentro con la muerte en 1996, pero pasaron tres años más para que asistiera al primer taller literario con el maestro Artemio González García. Desde entonces he participado en cursos sobre poesía con Ricardo Yáñez, Javier Sicilia, Raúl Bañuelos, Franc Ducros, Marco Fonz y León Plascencia Ñol. Desde 1999 empecé a publicar en las revistas: Orfeo, Tinta Nueva, Reverso, Última, Finisterre, La Raíz de la Voz, La Voz de la Esfinge, Ventana Interior, Tierra Adentro y en el periódico El Informador. En el año 2001 obtuve una menciones honoríficas en el primero y segundo Concurso de Poesía ITESO, y para el 2002 se dan las publicaciones de Estaciones de la noche, por la Secretaría de Cultura de Jalisco y En el vacío de la luz por la editorial Tierra Adentro. Actualmente trabajo en el poemario que tiene el título de Carne rodeada de geranios, donde hablo de mis vivencias en el Hospital Civil.

Libros de poemas: Estaciones de la noche, Guadalajara, Secretaría de Cultura de Jalisco, 2002. En el vacío de la luz, México, DF, Fondo Editorial Tierra Adentro, 2002.

 

ESTOY LEJOS
no hay vocablo
que pueda sumir mi residencia.
En mi voz me he perdido de vista

EL HOMBRE SE LLENA DE VOCES;
la casa, de ecos.
En la casa de las voces
el hombre es el eco.

Ciega voz

ALGUIEN GOLPEA MI VOZ
con la fuerza de mi carne.

Alguien en mí
no me reconoce como parte de él,
no se reconoce como parte mía.

Alguien se viste de mí
y anda por el mundo con mi voz en sus manos.

Alguien muere en mí,
y eso que escucho al fondo de mis pasos,
¿será su último grito
o su nuevo nacimiento?

UNA MUJER Y UN HOMBRE
nacen de la boca del abismo,
de la boca del cielo,
de la boca de ellos mismos.

Una mujer y un hombre
salen del infierno
con su cargamento de besos,
de muerte a poblar la Tierra.

Una mujer y un hombre
saben que los besos no son eternos,
ni la muerte, que sólo Dios
establece una alianza
duradera con ellos.

Eva y Adán expulsados del paraíso
besándose saben que sólo el destierro
sí es eterno.

TENGO TREINTA Y UN AÑOS QUE RECORRO LA TIERRA,
pero la verdad es que no he salido del infierno.
Lo sé porque Cerbero no ha dejado de seguirme,
porque la luz me ha mostrado su otro rostro,
porque busco a tientas mi corazón inútilmente,
porque sólo en ti, hija de Perséfone,
he encontrado esmeraldas interiores,
y en tus senos el agua eterna
me da la seguridad que el infierno
no termina donde empieza el paraíso.

HEME AQUÍ, BESTIA.
He recorrido tu reino
y he vuelto a la Tierra
sin ser Dante,
no existe el Aqueronte,
ni Carón, ni Cerbero.
No existes tú, ni yo,
todo esto es un juego de Dios.

LA NOCHE ME RECLAMA SUS ESPEJISMOS,
su maleza de estrellas enfermas.
No me intimida su luz,
puedo sentir su peso frío
manando sin cesar
en mis ojos.

La noche no es el sustento de los dioses
ni siquiera de los espíritus impuros,
es sólo una ráfaga interior
que no termina con la muerte.
Y uno
un espejismo vagando entre sus páramos.

AMANECIÓ MI NOMBRE, SIN ALAS, MALTRECHO,
colgado del final de la noche,
amaneció sin dedos, sin rostro,
con el pensamiento como una isla
devastada por un huracán,
amaneció en el filo de la luz
goteando la sangre de sus ancestros,
amaneció sobre mi vida
que se esconde en él para después matarlo.

Sí, me trago mi saliva,
me trago mi vida,
me trago mi nombre.

ÁNGEL ORTUÑO

G
uadalajara, Jalisco, 1969. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara (actualmente reducida a departamento de algún centro cuyo nombre suena como un estornudo). ¿Por qué lo hizo? Porque le gusta leer. Además, le gusta hablar de sí mismo en tercera persona. En realidad, escribir no le gusta tanto. Tampoco le gusta que le llamen poemas a lo que escribe (¡cuidado!). Ha publicado dos libros (pero si pone los datos aquí, ¿qué va a poner en el apartado de bibliografía?) y está escribiendo otro que no tiene para cuándo. Por férreas convicciones —y que conste que no por otra cosa— no ha ganado concursos, ni obtenido premios ni usufructuado beca alguna. Su obra no se ha traducido a ningún idioma (según sus malquerientes, ni siquiera al español). ¿Alguien sabe por qué los antologadores lo invitaron a participar? Me dijo que les dijera que dice que muchas gracias.
(Cita los títulos de memoria y seguramente mal, es un ingrato.)

Libros de poemas: Las bodas químicas, Guadalajara, Secretaría de Cultura de Jalisco, 1994. Siam, Guadalajara, Filodecaballos, 2001. Aleta dorsal, Guadalajara, Arlequín-UdeG.

 

CON LOS LABERINTOS DEL GATO EN LAS PISADAS
arborescen los palpos
verdes de ser la rabia
un muñón que se mece caramelos
Sangre
cuajada en pico carne roja
clavos canoros
babea el aire
y así mata

EL VÉRTICE ES LA LUNA EN UN CRÁNEO DE INSECTO
se suicidan los muebles, las cajas
cumplen años bocabajo sobre el suelo

¿Te brotará un reloj?

La luna siembra árboles de giros

Lapidación de la actriz iraní

QUEDAN LIBRES LOS BRAZOS, LA CABEZA,
el cuello, los hombros, las axilas
(seguramente como detalle estético)

la mujer manotea
(35 años y escaso talento dramático)
Los jueces imaginan
el olor de su sexo enterrado.
Recuerdan.
Las escenas, los jadeos de la cinta pornográfica.
Según la ley islámica
la mujer será libre si consigue
desenterrarse durante el suplicio.

Corrupción en la tierra y adulterio, los cargos.

Kenia
En Kenia, según creencias milenarias vigentes
en algunas tribus, la manifestación masiva de
mujeres desnudas es considerada como una
maldición contra aquellos que va dirigida.
(Cable de la Agencia EFE)

ESTO NO DICE NADA. NO PODRÍA.
Las huríes son vírgenes por la bondad del opio
cuya mano —chino de utilería,
largos dedos que son tan sólo uñas—
se vuelve madre nuestra dolorosa.

Esto no dice nada.
Deben ser oncemil, tener cuchillos a manera
de enloquecidos marcapasos tiernos
y cuidarnos la fiebre: concebirnos
intactas.

Esto no dice nada, ya no hay tiempo.
Una jauría y alguna otra vana
alusión mitológica
que se atora entre los dientes.

Miedo número uno

EL CUERPO SE DIVIDE EN DIMINUTOS/
huesos/ todos dentro del pie que la mujer/
ha metido en las medias./ El zapato/
es una catedral sobre la mano/
que reclama y que teme/ limosna, penitencia./
¿A dónde se fue el aire/ que sale
del tacón hacia los pasos?/ No parece
que pueda/ sino así
sobre la lengua rápida saberse/ Empieza por los pies/
y debe terminar/ feroz, llena de bocas.

Joseph Goebbels

SOY EL SUCESOR.
Las sorprendentes ruinas de este imperio,
como renglón de muestra
en la tarea
de algún niño frenético,
me pertenecen.

Omito las fotografías.

Fotosíntesis
A Ximena

CIRCULARÁ TU RISA
sus jardines colgantes
y sabremos
que las nubes son sueños de alacranes
en cubetas de plástico,
en la playa
de los colores vivos, literales.

El aire es quebradizo y será bueno.

JAIME CASILLAS

G
uadalajara, 23 de marzo de 1969.

Libros de poemas: Folios de aguatinta, Guadalajara, Ediciones Arlequín, 1994. Palabras de Casandra, Guadalajara, edición de autor, 1996.

 

El copista en la arquitectura de cristal

EL ALIENTO DE UNA COMPUTADORA ASOLA EL SUEÑO del letrado, no le dice el nombre del capturador de textos, ni signo y cruz de identidad. El cristal es un poliedro de granada que se fragmenta en gotas, traspasa la diestra y funda islas rojas. Los monjes atraviesan la
pantalla desafiando los actos de santidad; el unicornio tras la desbandada focaliza a un centauro, en los corredores secretos se intuye la humedad de su antiguo deseo. Dos monjes buscando a
Dios en los renglones de sus miradas.
El letrado se despertará si el sobresalto dellatinista y la recta razón en reposo le han satisfecho.

El cuadro de la epifanía

UN MONTÓN DE HENO. ESPLENDOR DE UN CUENTO DE HADAS.

Tríptico de la vida visual

Postigo izquierdo
En un punto distante de sí mismo, Dios es un acuarelista, en los frescos del firmamento raso, con su lenguaje silente, transforma el caos en apagados verdes grisáceos, llega al tenebroso reino del amor: la luz.

Tabla central
Bosque como quien traza un sendero que va a un panorama, rebosante de hombres y mujeres desnudos, mordisquean frutas gigantes, se relacionan con pájaros y animales gráficos, retozan en el agua. Figuras de alas delicadas se remontan al cielo. Ambiente alegre es la luminación clara y pareja, ausencia de sombras y colores chillantes y reverberantes. Los cuerpos pálidos son flores lunares contra la hierba y el follaje. Una cadena de suaves colinas se desvanece a la distancia.

Postigo derecho
Desarmar al absorto de sutil luminosidad. Alas inconsistentes, ha dejado caer el último vestigio de su estado corpóreo.

Arcángel blue
Los siete ángeles de las siete
trompetas se preparan para tocar
Apocalipsis 8, 6

AMIGO, AQUEL MIGUEL EN EL QUE ALUCINAS EN LOS PASILLOS
de la facultad de filosofía y letras
no es Ulises, la bestia, que destruye
ni es Juan, el bienamado, que escondió
su deseo en evangélicas palabras

ese Miguel, estudiante de sociología
es un arcángel
que te tiene emputecido,

pero, si somos justos, te hace semejante a
los pájaros que son libres y vulnerables

no te arrojará con su fuerza viril y enervante
al infierno del cual procedes
pues sus miembros, están moldeados para
dar hermosura y calidez


ENRIQUE GALLEGOS

A
los 13 años descubrí que la familia era un enjambre de formulismos y cómodas costumbres. A los 15 me di cuenta de que no tenía patria; en mi minoría de edad, comprendí que jamás sería ciudadano. A los 17 entendí que Dios no se preocupaba en lo más mínimo de los asuntos humanos. Retraído en un silencio inmutable, era tan improbable su existencia como su inexistencia.
Así, en menos de una década rompí ataduras. Hoy soy tan libre que estoy atado a la irreverencia, al martirio del escepticismo. Soy, con mucho, un teólogo de la duda.
Consciente de la fragilidad de la vida, abracé la poesía con tanta fuerza que la única reacción posible fue su rechazo. A un tiempo alimento y estiércol de mi inquietud, la poesía, a pesar de todo, se ha tornado en la patria, la familia y la deidad impuesta: madrastra que, al golpear, mima; al desdeñar, obsesiona; al ausentarse, incita la ansiedad.
Sólo los falsos poetas, impostores como yo, entenderían este laberinto: inevitable línea que va de un vacío a otro: del dogma y la fe, a la poesía.
Nací en 1969, en Tijuana. He realizado estudios de derechos, historia del arte y filosofía.

Libros de poemas: Cantera o el mito del hombre, Guadalajara, Alimaña Drunk, 1994. Cannán, México, DF, Fondo Editorial Tierra Adentro, 1999.

 

4
Agua fundacional

LLUVIA INCIERTA QUE MAGNIFICA LA NOCHE.
Invisible goteo del pensamiento,
llena no llena la alegre palabra,
la lenta configuración del momento.

Espera silenciosa del nacimiento;
súbito trueno recrea su ámbito,
el resplandor inunda la morada:
inmensa intuición tiene rostro: habla.

Agua hablante susurra historias,
impuestas intuiciones de aristócrata;
pero sólo hay un origen al pie del árbol,
sólo un resplandor determina el perfil.

Más que la retahíla de palabras,
más que el incoloro premeditado
ya el agua anticipa, configura
el mundo del antes y el después.

UNA OBRA DE ARTE ESTÁ SIEMPRE bien escrita desde una única dimensión. En cambio, desde cualquier dimensión puede estar mal escrita.

MIS ACUERDOS CON LOS OTROS ME DEPRIMEN. La diferencia, el desacuerdo me cimbra y alegra.

EN LA RAÍZ DE LAS NEUROSIS Y PSICOSIS modernas está nuestra incapacidad para asimilar y compensar el fenómeno de la muerte.

CULTIVO EL PENSAMIENTO porque es de lo único que jamás podré jubilarme.

MI VIDA ESTÁ ENSOMBRECIDA, y, a la vez impulsada, por dos absurdos: la poesía y la muerte. Entre esos dos extremos, la razón se siente humillada.

EL VERDADERO CONSTRUCTOR de la poesía y la filosofía es la soledad.

ANTES QUE TODO SOY UN LECTOR parcial: leo lo que me refleja indecisamente.

ES HORRIBLE PENSAR EN UNA VIDA TERRENAL ETERNA. La posibilidad de la muerte nos libera del tedio cotidiano.

LA INCOMPRENSIÓN HACIA UN ARTISTA PRELUDIA su probable grandeza.
Un artista comprendido es un artista agotado y limitado, es otra forma de ser útil y por lo tanto desechable, constreñido a un espacio y un momento.

GEOMÉTRICAMENTE SE PUEDE DECIR QUE UN POEMA es un círculo abierto.

LA POESÍA TIENE ALGO DE ESPONTANEIDAD y deliberación, de azar y certeza, de ingeniería y artesanía, de fatalidad y libertad.
La poesía es el mundo donde convergen las antípodas.

PIENSO EN LA POESÍA COMO EN UN IMPULSO originario por ser y devenir.

DESPUÉS DE LA POESÍA, LA ÚNICA CERTEZA que debe tener el hombre es la de su muerte.

EN POESÍA ADQUIERE SU VERDADERO Y REAL SIGNIFICADO y extensión, lo ordinario y extraordinario, lo racional e irracional, el statu quo y la rebelión, la civilización y la barbarie.

OSCILO ENTRE EL RAZONAMIENTO Y EL POEMA, entre la belleza y la verdad: quizás así sea el nacimiento de la poesía: un onduleo femenino, tenaz, una dialéctica que no se atreve a ser, sino más bien en perpetuo devenir: Quizás en el fondo todo razonamiento conduce al poema y cada poema es una razón, la más original y problemática: la del vivir.

PIENSO EN LA POESÍA COMO EN UNA ENORME ESTRUCTURA metafísica. Buscamos ascender a sus últimos escalones, pocos alcanzan, otros caen, pero la muerte siempre nos gana en el último escalón. La inmortalidad de un poeta es precisamente eso: la posibilidad de alcanzar el último peldaño; de otra forma seríamos más que dioses.

“¿QUÉ ES LA POESÍA?”, SE ME PUEDE PREGUNTAR. No sé. Acaso, al igual que cuando se pregunta respecto de dios, sólo se pueden dar adjetivaciones imprecisas, tanteos de ciegos o cuasidefiniciones de académicos. Sí. Dios es omnipresente, omnisciente, soberano, bondadoso y terrible, clarividente y dador, Dios es lo que fue y lo que será. ¿Existe mejor acercamiento a la poesía?

MI NECESIDAD ARTÍSTICA ES SIEMPRE BRUMOSA, imprecisa y con tintes de angustia metafísica. ¿Aspiración a la indeterminación?, no sé. Quizás por eso mi escritura deliberada e intencional es escasa. No siempre alcanzo a distinguir el qué. Pero cuando llega el golpe azul, el canto toraxal, me siento como si abriera las compuertas de una enorme presa, participo de un infinito. La necesidad se funde con lo espontáneo y lo angustioso en un constante avanzar hacia el poema, insólito jaguar que rara vez está quieto, perceptible.

LA MUERTE ES UN HECHO QUE SIMPLEMENTE OCURRE. Como la lluvia o la maduración del fruto. Pero su circunstancia particular y específica, dramática, somos nosotros.

DIOS: EL MÁS GRANDE SILENCIO que he experimentado.

LA LEJANÍA ENTRE DOS PERSONAS QUE SE AMAN es inmensa, incruzable. Los sistemas ordinarios de ponderación son un fracaso para medirla. Sin embargo, podemos tocar la mano o besar la boca del amado, con ello creemos poseer la persona. Pero en lo más profundo de nuestro ser, sabemos que es solo eso: una creencia, de ahí que constantemente nos sintamos invadidos por un sentimiento de imposibilidad, de constante fracaso ¿pues qué otro significado tiene el perenne requerimiento del amante por escuchar que le digan que lo aman?

MARÍA ALEJANDRINA TORRES CAMBEROS

M
i madre decidió el nombre, de eso tengo la certeza, María Alejandrina Torres Camberos. Nací en Zapotlán el Grande, el 17 de julio de 1969. La poesía es un injerto de mi corazón, una llovizna de cristales líquidos y caja musical. Actualmente trabajo como ingeniero y dedico mi alma al ejercicio Literario.
Premios: Premio de poesía Tijuana, 1995.

Libros de poemas: Calle interior, Tijuana, H. Ayuntamiento, 1995. De brevedad y acercamiento, Guadalajara, Mala Estrella, 1995. El reflejo en el espejo, Tijuana, H. Ayuntamiento, 1996.

 

LLUEVE
Y las lámparas alumbran
En vano las calles,
¿en dónde quedaron todos?
Llueve
Y aunque no tengo ganas
Voy a trabajar
Y me levanto de la nada
Y aúllo
Y llevo conmigo todos los contenidos recíprocos
De la noche
De los resentimientos del alba
Y salgo y sorbo el aliento milenario del día.
No tengo la intención de morir hoy
He puesto mis manos bajo la lluvia
Y me siento viva,
Capaz de llegar a la obscuridad de la noche,
Voy a caminar un poco sobre el agua
A vigilar la carga pesada de los grafitis en las paredes
Y de paso
Voy a partirle en su madre a todos los pequeños moluscos que me joden el alma.

YO NO TENGO EL INSTINTO DEL GATO
Que advierte el peligro de la luna
No puedo decir que muero sin negarme hasta el último momento;
Qué días son éstos,
De piedras desoladas y fuentes secas,
No hay más variedad en el alma
Más que pensar en ti y no poder borrar el mundo
Para qué soy
La crueldad consume la pregunta
Y esta angustia que viene de la punta de los dedos hasta las vísceras
Se adelanta y me ignora
Y vuelvo a pensar en ti
En la grieta de tus pasos
En tus mansos pesadas cayendo quien sabe dónde
Esta vida tiene razón, estoy cubierta
Tengo el esquema del mundo
El aire, ese pedazo de tierra, esa gota de agua
Y en la incisión maldita del corazón,
Este fuego.

NO HAY SOLUCIÓN ALGUNA,
Las ventanas entran por la puerta trasera
Cómo caminar sin asco entre la basura
Hay catarinas en las cerezas del durazno
Y en las venas azules de los cerdos.
Viene de reojo la libélula
Tarde soleada en el cementerio.
De frente hay un espejo
Un sol bajo la montaña
Una caminata a lo largo de las estrellas
Dame la mano de una paloma en el corazón
Toma el cabello crespo de las manzanas
Mi corazón es una herida sangrante
El privilegio de vivir a la vuelta y vuelta de un carrusel.
Ábrete sésamo
Esta adoración de la libertad se viene abajo.

JORGE OCTAVIO OCARANZA

G
uadalajara, 11 de octubre de 1969.
Nací en 1969, cuando supuestamente había personas caminando sobre la Luna. No sé por qué, pero durante algún tiempo estuve obsesionado por hacer el retrato de una persona vaciando el contenido de sus bolsillos, es decir, mostrando sus pertenencias. Pensaba que los objetos personales nos revelan, y que en cierta forma cuentan nuestra historia. Hace un momento me sometí a este ejercicio y comprobé que no siempre funciona. Sobre la mesa no hay nada y como me niego a la aceptación de este hecho tan simple, he recurrido a lo que no quería: el viejo truco de una hoja que pide ser llenada, mediante el cual las letras convierten a los otros en escucha. Así que sin saber siquiera si lo que sigue significa o no algo, lo cuento por igual. Mientras dormía, alguien se acercó a mí. Al abrir los ojos me pregunté quién podría ser aquella persona que me miraba tan fijamente, y ese es el primer recuerdo que tengo de mi padre, asomando su cara sobre mi cuna.

Libros de poemas: Ojos que tienden albas, México, DF, Fondo Editorial Tierra Adentro, 1993. Libro de los poemas imaginados, Guadalajara, Nyesma Editores, 2001.

 

Poema del ogro de Manchecool, una mañana de 1440
A Jacques Robichon, autor de Extraordinarias historias verídicas.

GILLES DE RAIS, MARISCAL DE FRANCIA, ESCUCHA tu sentencia sobre un banco de madera en la torre Negra de Nantes. Es una mañana de otoño, Gilles de Rais, Teniente General de Bretaña. Sal y divisa la pradera de Biesse en las orillas del río Loira, entona un salmo y alza la vista, que quizás encuentres el brillo acerado de una espada en las nubes. Tal vez nadie comprenderá la razón de tus actos. Dejas en testamento ciento cuarenta osamentas de primavera, plantadas en el césped de Anjou y Vendeé. Guilles de Rais, Caballero y Barón, aléjate de las mujeres y de los hombres de la tierra; mas pronto, sube al patíbulo y no le aceptes ayuda al verdugo. Tú crees en el amor, ata tu cuello con la soga y da un puntapié al escabel que te alza. Mas pronto, sobre el prado, tu cuerpo en el vacío frente a los puentes. El aire mueve tu cabellera azul y parece decirte que serás rescatado de la hoguera, que ya arde ante ti. Tu cuerpo conocerá trescientos años de paz en la iglesia de Notre-Dame-du-Carmel, y cuando hecho polvo la revolución te disperse, tu nombre se secará, como una obscura flor de lis.

Del monje irlandés

AL LEVANTARME MIRO AQUELLAS LUCES DEL ALBA. El viento adormece nuestra rosa oscura y chiquita y sólo la voz del mar nos reconforta. No hay tierra más amable que nuestra hermosa rosa, ni canto tan alegre como el que escucho en nuestra casa. ¡Ea, vamos al campo helado sin que importe el frío, aquí viene el rumor de grandes guerreadores! Yo, hijo de la oscura rosa, no aprendí a tocar el arpa; mi canto es breve como la vida del hombre. ¡Ea, el sol se levanta y los pájaros vuelan a sus nidos!

Poema de la curación de la locura
Cura de la demencia
de Jheronimus Bosch, pintor holandés del siglo XV
Madrid, museo del Prado
Óleo sobre tabla 48x35
1475-80

—”BIEN HACE EL CIRUJANO EN SACAR DE LA CABEZA DE LOS TONTOS la piedra de la locura”— dice Jerónimo Bosco de mañana, cuando unta paleta y pincel de color para crear el prodigio. En el retablo, un hombre de vientre inflado reposa en el sillón, mientras el médico portando por corona un embudo, conversa alegre con su par. Y ambos, de la herida practicada por el cirujano, miran crecer una flor, en tanto la mujer frente a ellos se instruye, tocando su testa con el mágico influjo de un libro. —“Qué día tan azul para nosotros, Maestro. Lanza fuera de mí las piedras dementes! Y que el vino no tarde en correr del botellón a los labios.” Y qué hombre más necio! Allá en su pueblo los hombres se cuidan de sí mismos, y armados de puñal se lanzan sobre otros, dispuestos todos a perecer, con tal de apresar un puñado de heno. Una piedra, deliciosa y llena de hormigas, flota en los oscuros rincones de nosotros.

Poema de Mr. Dyar andando bajo la lluvia en medio de un paisaje de arbustos y guijarros
A partir de la novela Déjala que caiga de Paul Bowles

¿QUÉ PIENSA UN HOMBRE SOBRE LA INFAMIA DE OTRO que avanza con el corazón hundido en la desesperanza? El cielo arrojó los charcos que anegan el camino y la atención reclama asegurar las pisadas en sitios más firmes. Se hace noche, se hace calor y duermen los hombres en el silencio vacío de una cabaña. Y la mente de uno vela, clavado a una peña, en unos saltos despreocupados bajo el cielo en lluvia. Duermen, pero el aire del mar trae el aroma de las cabras. Es noche, pero el viento negro semeja un martillo sobre la carne de puertas, paredes y madera. Es sueño, pero la luna en la ventana es el reflejo de una droga con forma de clavo en el bolsillo.

Del último que fui

AQUÍ, ES DONDE COMIENZO LA RELACIÓN DE MIS DÍAS, cuando los árboles se hilvanaron de pronto a mis ojos y en el pueblo corrían historias de amor baldío. Aquí, es donde arranca la nata nocturna que se posa en la sangre, donde habrá de leerse el descaro de la mortificación de los panes, el rito innoble del desamparo y el pernoctar en ayunas que en mí hicieron su reino... Hube una vez un criador de ruidos en las charcas inútiles, que tuve mis alas de cera y pluma tan amargas, una vez huesos y vestido, casa, una salita, perro y libros, luna, agua que beber, y una locura enfrascada al vidrio de mis perfumes. Pero, uno tiene sus días y todo se va al cuerno. La última vez miré al que me hube, su rostro al fondo del río. Rezo por él, lo nombro y maldigo, porque el polvo lo cerca, y grandes sombras lo soportan.

Poemas de alguna ciudad

XII

Y CLARO CIUDAD QUE HACEMOS TU RONDA SOBRE VEHÍCULOS DE TRES TIEMPOS
y este rodar transcurre como si el viaje fuera sobre tapete de mustias acelgas
(pero son ramas que lluvia y aire disputan a tu organismo ajardinado de larvas, hongos y raíces)
ladridos
herrajes de los canceles,
anegados campos baldíos
semáforos bifurcados de lengua roñosa
puentes entre el trayecto y la podredumbre,
carpas
autos parqueados como sapos de río o piedras mudas, huérfanas,
motocicletas y trocas repartidoras de ronquidos,
naves, chimeneas como tumbas de tiro
(antes de tu llegar, ciudad, otras manos veneraban aquí la muerte)
claro:
el pálido olor de los follajes discretos a contraluz,
claro:
el ojo lascivo del sol
tiempo luminoso que arde
nuestra voz.

XVII

HACE HORAS QUE EL AGUA TUERCE TODO
haciendo ronca madriguera en mi pecho,
hace horas que busca qué, en los meandros baldíos
yo la huelo hacia el color de las buganvilias y bajo sombras mojadas de laurel,
y tu cuerpo Guadalajara lo saca de entre la tierra
agua terrosa que diluvia los suelos y lame las llantas estacionales
agua lluviente delatora del signo y el dibujo que hace en la calle nombrada
la lámpara de vapor de sodio
agua de manos crispadas de solitaria agua entretenida en breve reposo
y que regresas al aire marcando un ritmo para todos.

XXVI

LICOR DE LLUVIA DE VERDADERA AGUA
que arrecia la voluntad de tu angustia,
Guadalajara climática y de la fiebre contradictoria
que acicalas al volátil y terrible espíritu acuático
y que te ahogas de sed que nunca alcanzas.

XLI

Metido en mi nave, avanzo por meridianos
al sitio horario en donde reposan los huesos del tabachín y la jacaranda.
Algunos semáforos como espinazos podridos reposan sobre el césped.
Por la mañana las nubes se van acercando a la ciudad como un resfrío.
Los trolebuses tragan y escupen el vivo nombre de la gente,
ante la escrupulosa paciencia de la Minerva.

Yo avanzo por meridianos y veo a los mercados meter los pies a la sombra,
y los panteones y circos a su manera festejan la lluvia dorada del día:
Naranjas de arpillero en las trocas,
los espectaculares de Kodak,
el macizo hiper-real color de los taxis,
guiño infinito,
cuadras largas con líneas alimonadas
estado luminoso de la prisa y el deseo,
jugo vital derramado en avenidas,
bandera de fiesta en los uniformes de los niños,
basura maloliente, sangre amarilla de la mañana,
nombre amarillo del ficus benjamina y de los cítricos de Juárez
a la altura de los Arcos,
donde a la puerta reverbera su escudo leal,
ictéricas manchas del tiempo en las ventanas viejas y
manchas del fluor
en los salitrosos baches de la fresca ciudad,
y en los mil rangos del mango y la piña,
amarillos corredores del tiempo,
los meridianos de Guadalajara.

XLIV

CON TANTOS AUTOS Y LLUVIA Y FRONDAS DE FIERAS CAMPANADAS
con cohetes, taconeos y el sonido de los motores fabriles
o la marcha de un auto,
con los cláxones y el mecanismo quebrado de los semáforos, cómo no oírte calle
avenida, trozo de bosque llevado a la ciudad.

XLV

LOS HOMBRES CRUZAN LAS CALLES CON EL ADEMÁN DEL TIEMPO EN LAS MANOS
los hombres de paso blanco y estatura mediana
cruzan como una mancha de pintura borrosa que se destiñe
cromatismo del bermellón rojo óxido y blanco de titanio
cruzan la calle
al golpe incierto de un óleo a la espátula cruzan la calle y al centro del río, rectifican oteando
las copas y el aire, y regresan a la banqueta y de nuevo cruzan y luego
los autos que absuelven del vacío que sus cuerpos dejan en la mirada.

XLVII

3:20 PASADO MERIDIANO DE UN VIERNES DE MAYO, POR LA CALLE DE GARIBALDI,
cuando el cielo es una cisterna incandescente
las horas inagotables de espléndido calor
se sostienen desde lo alto, fruto dorado de las banquetas estrechas
Desde el lado delgado de la sombra
hasta el fondo sutil de los patios de follajes
verdes y negros
la voz de las mujeres de las casas de Guadalajara
saliendo como detrás de un valle
sea el de Atemajac o el de más allá de Zapopan
y que llaman de Tesistán
voz de entremurmullos y de frases largas
como las horas del calor
cubiertas de oscuridad y musgo y protegidas
por los aleros y los salientes y los resquicios
y huecos en los muros
por los umbrales y el alféizar que toda casa sueña tener
voz de mujeres entre murmullos de motores
palabras claras de años atrás mil veces sonadas
como voz de río entre piedras, entre soles y nubes,
voz explosiva de risotadas detrás de las mesas
a cielo abierto
voz de edad variopinta, salidas de jarros
y pozos entre murmullos de perros y mecanismos
movidos por Diesel, voz recortada sobre el chirriar
de frenos que siempre acompaña a las esquinas
Guadalajara a todas horas se cubre de aromas y ruidos
nombres y oficios y mercaderías, pero a las 3 p.m.
las azoteas rasgan el viento en la ropa y el detergente
es sólo un nombre más esparcido en el azul tapatío
Entonces si, la voz intramuros es de mujeres
y los zapatos se empeñan en viajes de norte a sur
y de oriente a poniente. Alguna moneda cae
y el golpe se escapa, es un eco en llama,
que con vapores terribles calcina la memoria.

OLGA MARGARITA RIVERA

N
ació en Guadalajara, el 2 de noviembre de 1969.

 

Furia infancia

RUEDO EN ESPIRAL,
bajo a gatas
hasta la infancia.
Sopla un aliento
de chiquilla
que hace gestos
tenebrosos.
Camina con alacranes
patea el montón
de ternura
que le ofrezco:
le hace un orificio
en la piel por donde
le duele el mundo.
Aquí dentro hay una niña
que me arroja serpientes
del tamaño del odio.

Umbrales

BROTÉ DEL ALBA
entre precipitadas formas.
Con fuego en la voz,
surgí del silencioso latir
de los cuerpos vivos,
con un grito destinado a emerger
como el rumor del río
que no decrece.
Aún estoy aquí
esperando a que venga
el pálido invierno
y acabe con esta historia.

Veneración

HOY ESPÍO A MI NIÑA
desde un huerto
de trigos y texturas,
desde el tierno
alarido de la historia
y las raíces destruidas
de este útero.
Contemplo a mi hija
de eternos horizontes
con espanto,
temiendo que caiga
más lumbre de su cruz.

Inercia pendular

DESTERRADA VA POR LAS CALLES
esta criatura de agua dulce.
Ha visto su rostro en un espejo
tan ajeno y tan caído.
Entre la tierra,
el barro y los pedruscos,
ve resucitar el caliente
cadáver de su infancia.
En algún puente roto de la urbe
oscila vertical
la niña de noche.

Simetría lunar

SUENA BAJO LAS SÁBANAS
un sudor hambriento
de pájaros lunares.
Sube en oleadas
tu relámpago de sangre.

Tiempo de juegos

CUANDO ERA PEQUEÑA MI PADRE
me golpeaba hasta sangrar.
Recuerdo mi rostro con rasguños
escondido bajo la escaldada
lengua de la tarde.
A diario el violento juego
se repetía.
Desde entonces me persigue
como desnudo hostigador
a través de la memoria.
Que se vaya al infierno
mientras yo me quedo
en donde habite el destino.

Madre sierpe

MI MADRE ES UNA COBRA ENFERMA,
cava en su vientre obstinado
de hembra enjaulada.
Llora miel, escupe miedo,
me corta el alma como la piel
de una fruta envenenada.
Sólo me concedió la fuerza
para presenciar este bautizo
sangriento, toda rota
y quebrantada.
Madre enemiga,
devuélveme mi muerte.

GUSTAVO HERNÁNDEZ

N
ació en Ocotlán, Jalisco, el 29 de diciembre de 1969. Es músico; ha sido percusionista del grupo Fulanos de Tal. Sus amigos lo conocen como “Pato”; así firmó su primer libro.

Libros de poemas: Póngale usted el título que quiera, Guadalajara, Ediciones Arlequín, 1994. Poemas de amor y muerte, España, 2002.

 

CAMBIAR A UN CARACOL MÁS GRANDE
o salir del huevo

Caminar lento,
arrastrando los pies,
o dejar que te lleve la corriente.

Mostrarte ante el público
a través de las rejas
o aprisionar los aplausos
en la bolsa interior del saco.

Mirar fotografías
o calzar huaraches.

Limpiarte la lengua con lija
o apretar el vaso hasta romperlo.

Hacer cadenas
con sangre y lodo
o calentar
(a baño maría, por supuesto)
las hojas de tus libros y cuadernos.

Tu mueca sangrante
o sus dulces palabras.

El pobre bracito roto
de la muñeca
o el silencio de la noche.

Decídete.
Decide ya.

 

EMPEZAR POR DECIR
“buey el que llegue al último”
y .no arrancar.

Empezar por decir
“aguas que ahí viene el diluvio”
y correr a guardar el paraguas
y ponerse el bañador.

Empezar por decir
“a que no me matas”
y prestarle la pistola.

Empezar por decir
“no tengo hambre”
y abrir la boca.

Empezar por decir
“buenos días”
y volverse a dormir.

EN ESTA CIUDAD
que no es la tuya
¿cuántas calles
que no has caminado
no te conducen
a barrios
que no conoces,
llenos todos con las casas que no habitas,
con camas
donde no duermes,
baños
que tú no encharcas,
espejos
que no te reflejan
y roperos cuidando las camisas
que no te pones?

¿Cuántas camisas no tienes
en las que no hay
mil bolsillos para no echar
las llaves que no abren
las chapas del cofre que no tienes
en donde no guardas
un tesoro que no posees?

Instrucciones para el lector

PÓNGALE USTED EL TÍTULO QUE QUIERA
justo sobre la línea punteada.
(Se sugiere hacerlo con lápiz:
todos somos susceptibles de cambiar de opinión.)

Al igual que con el título,
numere a su elección los puntos del recuadro
y únales con una línea
para obtener la ilustración de la portada.

Forme una ronda
con todos los niños de la casa
antes y después
de leer cada página.
Al término de ésta,
pregúnteles
qué es la Vida y quién es Dios.
Puede también,
si lo desea,
cuestionarles
sobre el origen del Dolor o de los Sueños
y de Dónde Venimos y hacia Dónde Vamos.

Le advertimos que las respuestas
le quitarán un día de vida cada una,
pero le ayudarán a comprender mejor el libro.

Cuando encuentre un /
escoja Usted la opción
que más le guste.

En caso de encontrar algo más que un silencio
en las páginas en blanco,
remita su queja de inmediato
a la empresa editorial.
Su queja no será atendida,
pero por lo menos le quedará el consuelo
de saber que alguien la leyó.

Por el contrario
si algún poema le resultara francamente
deplorable / abominable / deleznable / vomitable / despreciable
existe una cláusula en cl contrato
del autor con la compañía,
en el cual, se obliga a éste a resarcir su falta
remitiéndole al usuario
un catálogo de mil poemas
para sustituir al defectuoso.

Categóricamente,
se prohíbe acompañarlo con leche.
Se sugiere
un café / una botella de tequila / un trago de cicuta / una cerveza / un té.

De igual forma,
se prohíbe hacer alusión al Himno Nacional
cuando se encuentren frases salidas
de la Sabiduría Popular.

Al leer el libro,
déjese caer en tentación,
no se libre del mal.

Ni por
error / curiosidad / güevos
tenga la ocurrencia de alterar
el sentido original de lectura.
De hacerlo,
los Demonios le perseguirán mientras exista.

Haga media pausa después de cada ,
una después de cada ;
y dos después de cada. , ,

Se advierte que este libro
es sólo cuchillito de palo:
quien intente cortarse las venas,
matar al vecino,
cazar al nahual
o torturar al ser amado con él
se llevará una gran desilusión.

Consideramos prudente también advertir
que no se encontrará prólogo alguno:
los prólogos sólo sirven
para facilitarle el trabajo
a los reseñadores de los diarios
ya los maestros de ceremonias de las presentaciones.

Igualmente se omite la dedicatoria
porque la musa a quien está dedicado este poemario
tiene una pareja celosa / murió / se fue con otro / no le importa para nada esta edición.

Escriba con sangre en la pared,
sobre la cabecera de la cama,
todos los poemas que merezcan ser leídos.
En caso contrario
anotarlos con gris
en la lengua
del zapato.

Si se decide a leerlo de día,
ármese con una linterna y una brújula.
De noche serán necesarias
una vela y una mujer.

Al término de la lectura,
si se decide a reprobar la publicación de este libro,
no lo rompa ni lo queme:
de cada trozo o ceniza
surgirá un nuevo libro.

Se recomienda hacerlo rollito
y meterlo en una botella:
cuando todos naufraguemos,
ésta será la botella que usted encuentre:
con el hallazgo Usted
se convertirá en cenzontle o se volverá loco:
las dos opciones son buenas.

Pero,
en caso de que llegara a gustarle,
corra a mirarse al espejo más próximo:
notará que Usted no será ya nunca más el mismo:
habrán empezado a brotarle alas en la espalda.


KARLA SANDOMINGO

G
uadalajara, 14 de marzo de 1970.
Comencé desde muy chica y sin saberlo, y ni modo, comenzaré con un lugar común, a escribir por necesidad de decir, pero básicamente por una necesidad de decirme a mí. Después descubrí que lo que me decía podía decirlo por otro. Incluso otro podía hablar por mí como si fuera mi palabra. Esto lo supe por la primera lectura con el primer libro que tuve de poesía. Mi contacto con la poesía fue, al menos muy ingenuamente, con mi escritura, pero luego supe de la verdadera poesía, la de los escritores. Meditación en el umbral, de Rosario Castellanos fue mi primera lectura junto con El grado cero de la escritura de Roland Barthes. Ambos libros llegaron a mí como regalo por un casi desconocido a mis 17 años. Por supuesto, no entendí un carajo del segundo libro, pero me parecía que lo desconocido de ese lenguaje era algo a lo que yo quería aspirar: el entendimiento de todo lo que había a mi alrededor. Aunque esto fue también muy intuitivo. De intelectual no tengo nada, así que sigo sin entender. Así que seguía en la oscuridad y en una isla pequeñísima. Pero tres o cuatro años después, otro amigo menos desconocido pero casi, me llevó sin saber la trascendencia del hecho, hacia una reunión sabatina donde se juntaban varios escritores. Entre ellos, Raúl Aceves, Arturo Suárez y Raúl Bañuelos. No recuerdo de qué manera, pero un año después estaba ya en el taller de este último, y participé casi sin tregua durante cinco años (podría darme ya mi documento de licenciatura, porque no tengo estudios superiores, salvo ése). Y he de decirlo, pese a lo que sea: gracias a ese taller (porque asistí a muchos más) sigo escribiendo. Y aquí sigo, no sé durante cuánto tiempo, parece que otros años más, por lo menos.

Libros de poemas: Afonía de la lengua, Guadalajara, edición de autor, 1995. Venir del agua, Guadalajara, El Hoyo, 1996. Los círculos del fuego, Sonora, Instituto Sonorense de Cultura, 1997. Tríptico del ángel, Guadalajara, edición de autor, 1997. Salomé, del cauce al vuelo, Guadalajara, El Cálamo, 2000. Instrucciones para dividir pájaros, Morelia, Universidad Michoacana, 2002.

 

Árbol

EL AIRE NO TERMINA
crece en arruga pedazo a pedazo
sin días ni brazos que lo anuden.

Voy a darle sal, arena
agua salina y arenosa
de ésa que se estira en el rostro solitario
andamio de memoria que se estaciona como nido
y le vuelan las alas, las raíces.

Anclado
hasta que la raíz
alcance una de las ramas
diluirse con la tierra habitada por el mar
abajo
sin sal, sin caracola, sin océano
abajo
sin raíz, sin rama, siendo árbol

todo árbol.

Sillones

SON TRES Y SE MIRAN DE FRENTE
siempre tres
unos a otros se contemplan mugre y lodo.
En medio la mesa desahoga un poco el espacio
pero se sostienen solos
pesados
en el silencio de su vastedad.
Nada saben el uno del otro
se saben desde los demás
que descansan su viaje sobre ellos.
Pero se ignoran.
Desconocen de qué están hechos
si la negrura es parte de su cuerpo
o si son las horas y los meses los que pasan.

No son infelices
pero no sienten.

Uno logra mirar hacia fuera
por la ventana
pero odia su paisaje repetido,
el otro mira siempre el muro carcomido en naranjas
esperaría cambiar de sitio, mirar por la ventana;
el tercero mira hacia la cocina,
quisiera dejar su pesadez, su vida sola
y ponerse a elaborar, él sí podría,
con la sopa que nunca le sale a la muchacha triste
que mira la olla una y otra vez
y no puede con el guiso.

Lámpara

LLEVA EL CALAMBRE PEGADO
la altura de su pie casi inerte
extiende el mismo instante silencioso de la luz.

Llena la habitación
pone memoria a los objetos negros
hasta pone selva, río, humedad y planta.

El suceso acompañó su pie
y el mío se quedó inmune a la noche.

Supe que después fundió sus dedos largos
que los calambres la incendiaron
el mismo punto en el dedo exacto
el mismo punto en la voz intacta.

Este suceso nos hará otra vez innumerables.

Cuarto de niños

MIS DOS HIJOS
se ponen anteojos de ciego
hacen que no ven
corren por los pasillos
los brazos por delante.

Y la estufa está allí
con la llama encendida.

No sé qué hacer con los niños
me miran como a una fotografía
como foto de un billete
de carne y fósforo.

Y si la estufa abierta de horno y fogata extinta
hablara con su lumbre.

Nada sé de los niños que se queman la carne
sus dedos se aproximan
para conocer el fuego.

Mis dos hijos
nunca se han quemado
bien necesiten un poco
para saber que es cierto
que el incendio está en cada esquina
de la habitación .

Por la noche

EL SUCIO ESTÁ MUY PISO
no pies con el pises
te bañas de acabar
y no ensucio que te quiero
cénense a sentar
está cena la lista
chile con quesadillas
un choco de pocomil
y luego caman a la van
ya es tarde
son casi las diez
once doce trece
escalérense en la subida
sin correr
bésenme el dar
acuéstense
día es otro mañana.

Mesa

QUIERO HORNEAR PAN
ser una mujer ordinaria
decir vete que te quiero vete
y en sollozos dejarte ir

pero no

me entretengo en lavabos
y en el instante voy tras la planta
riego el patio
voy vengo
hago análisis de ventanas y molduras
soy como una cocina desahuciada
llena de panes tristes
empacados
lacios
que se vuelven duros
de tan airosos

y llena de hijos
sólo dos
pero tantos

cada noche quiero amasarles pan
pero sólo extiendo platos de cartón
y ofrezco mesas de plástico.

FRANCISCO JAVIER PÉREZ ROMO

G
uadalajara, Jalisco, 1970. ¿Un instante prístino? Me gustaría escribir que fue el Estanque: estancias y caídas/ cuando el miedo es cabellera de ninfeta con quince agostos; pero no creo en el Estanque; él sólo aguarda. Entonces pregunto en otra voz: ¿Cuándo fue el inicio-mi inicio? Como sólo madre lo sabe, y de sus sueños nunca habla, confabulo con los dioses que perpetran las vigilias... A veces tengo una respuesta que sostiene versos, verbos y gorgoteos: en mi principio fue la Explosión del Siempre Presente Abril; luego conocí el silencio. Ahora me disperso en la mudez.
Mi madre leía poesía en sus horas vivas; la escribía en las muertas. En sus aposentos ocultaba al Viejo-Pound, al Mudo-Celan, al Estudioso-Levisohn, al místico Moisés Luzzatto; ellos, la Palabra en espera de los próximos muertos. Mi madre me leía y me escribía versos; esto era en mis horas vivas.
Perdí mi infancia en la escuela, ¿a quién he de culpar? Tuve por amigo, confidente y guardián, a un anciano salesiano; por las noches recuerdo su iterativa pregunta: “¿Eres Francisco, de Sales, de Asís o Javier?” Mi respuesta: “Ninguno de los tres”; luego, sin decirme adiós, el viejo amigo se marchaba cargando el fardo de los tristes.
En mi adolescencia odié la escuela, ¿a quién he de agradecer? Las lecturas, la escritura de los olvidos (mis olvidos) y la práctica disciplinada en afinados pianos no me negaron las buenas calificaciones, pero sí marginaron mi rostro imberbe del Cuadro de Honor. ¿Una carrera de provecho —hombre de bien / muy productivo?
Con cuatro años de estudio me nombraron profesor de lengua y literatura. “La docencia —me aconsejo sin tormentos ni arrepentimientos— hace de los jóvenes rebeldes, apóstoles decrépitos”.
De noche en noche le ruego al piano —hoy desafinado— viejos valses, polonesas, Bach, Chopin, Castro y otros tantos muertos de hambre. Luego escribo.
Ahora prefiero tocar el acordeón.

Libros de poemas: Maitreya no es la sombra de la marmota, Guadalajara, Tegrafik Digital, 2000.

 

FatHeR Z

a Frank Zappa,
músico en todo el sin-sentido de la palabra.

 

Good bye, Chic- ago…!
Oh, so long, San Giovanni da Strimmel!
Black-black-blackStrimmel /
Only the baffi-Strimmel die young
Bla — BlA — bla

Ahora sí dicen Sí vociferan
los ajadizos buitres

Y te has ido
Y los perros núbiles aún preguntan:
¿Quién es / Quienfue?

Y rama de olivo por vesícula,
regresarás como sueño húmedo,
[Nenúfar]
para dar de puntapiés
al spleendelpubisdeNeÓn

Regresarás sin fardo de bucólicas cartillas
Passaporti / visas / bombetta-e-registratore
(«The torture never stops»)
para domeñar ardores & locuras que sólo tus pupilas
digitaron

Tú tornarás col permesso di soggiorno
del signor SATIRICÓN
y aquellos rosáceos intestinos que ya no tañiste
reptarán por el flojo fiambre que columpia
Él- Vér
ti
go

Tú, que podrías ser una luciérnaga
ahora
te detienes (Sorry, famiglia!)
a libar en el garage de Joe

Habrías sido —desnudo—
el gigante-toro-rosa de Dalí
si hubieses venido
por pasta / nafta o cera
/ / /
pero sólo viniste a o-este reino
de andurriales verdes orinados
y hospitales divertidos
a calarte el bombín de un Satán cristiano
non è vero, zombi-Zappa?

You are not alone, Father Z:
My cigar wants to-kill-your-mamma!

II

DESPUÉS DE TODO
Dios
está con Ellos

Presente en su recámara
en la sala en el jardín
y en su Gran-Gran-Gran Cocina

y uno es ese maldito adefesio
que carga
por las calles
el fardo de los gajes alcohólicos
(De hecho, cargará por siempre ese afán de fiagelos en el aire)

Y Dios les reparte bendiciones
Cuando Comen / Cuando Cogen / Cuando Cagan
Mientras uno se granjea maldiciones
Porque Come / Porque Coge / Porque Caga

¿Cada cosa en su lugar?
Sí, Todo en Su-Lugar:
El pan en su Mesa

Un Saco [ebriotiradoculto] en la mugre
El Chancro en el Pene y el Pene en el Chancro
El vientre-obeso G -de todos tan temido-
en la Cabeza / nella mia Testa
dicen que en el mío Chapitel
dicen / ya no sé / si en el mío Chapitel

II
[Fragmento]

CADÁVERES?
¿los muertos no tienen sexo?
eh, Mordekai?

colillas nocturnas / cenizas de alas-mariposas
estrecha luz que ya no pinta persianas
anélidos en reposada multitud
regazo de grisácea esposa

Yo-sí-sé la historia,
de catorce entresijos que escapan de la pubertad
por un bocado de atisbadas formas
¡los gatos por un bocado!

en dondequiera que sea, b u s c a n :
sus sueños ya no pernoctan en hornacinas
ni reciben flores de momentáneas esencias
devoran macilentos pechos
no hablan tu idioma,
no recitan tus encabalgadas fórmulas,
no inventan un decálogo,
ni se adormecen en sus postreras promesas

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