Escritores Mexicanos

Tablada Juan José

Lugar y Fecha de Nacimiento(Defunción):México DF (1871-1945)

José Juan Tablada
José Juan de Aguilar Acuña Tablada nació en la ciudad de México el 3 de abril de 1871. Estudió en varias escuelas particulares de Puebla y de la ciudad de México, y desde los trece años fue alumno del Colegio Militar, que entonces se encontraba en el Castillo de Chapultepec. De allí pasó a la Escuela Nacional Preparatoria y tomó también clases de pintura, que fue una de sus aficiones.
   Comenzó a trabajar en modestos empleos en la administración de los ferrocarriles. En Puebla, siendo niño, conoció al poeta ciego Manuel M. Flores, y años más tarde llegó a intimar con Manuel Gutiérrez Nájera, por el que sentía admiración.
   A los diecinueve años se inició en el periodismo con poemas y crónicas dominicales, "Rostros y máscaras", que publicaba en El Universal de Reyes Spíndola. En aquellas colaboraciones pueden advertirse ya algunos de los que serán intereses y rasgos dominantes de su obra: estampas de la vida mexicana, traducciones de Edmond de Goncourt sobre arte japonés, crónicas de temas internacionales, poemas audaces y refinados. A lo largo de medio siglo escribiría más de diez mil artículos y emplearía varios seudónimos. Colaboró asimismo en otros periódicos y revistas de la capital: El Mundo Ilustrado, Revista de Revistas, Excélsior y El Universal Ilustrado; en periódicos de Caracas, Bogotá, La Habana y Nueva York; en revistas literarias como la Revista Azul, la Revista Moderna, La Falange y El Maestro, y fundó la excelente revista ilustrada, Mexican Art and Life (México, 1938-9).
   Sus sátiras políticas, Tiros al blanco (Actualidades políticas), se coleccionaron en 1909; su novela, La resurrección de los ídolos, se publicó como folletín de El Universal Ilustrado en 1924 (doce cuadernos). En prosa publicó también la Historia de la campaña de la División del Norte (México, 1913), para exaltar los triunfos militares del general Huerta; la monografía sobre Hiroshigué, el pintor de la nieve y de la lluvia, de la noche y de la luna (México, 1914); la Historia del arte en México (México, 1927); la primera parte de sus memorias, La feria de la vida (México, 1937), y Del humorismo a la carcajada (México, 1944).
   Su poema "Ónix", publicado en 1894 en la Revista Azul, inició su prestigio como poeta. A raíz de la publicación de "Misa negra", en 1898, Tablada escribió una carta, dirigida a varios escritores, en la que sugirió la creación de la Revista Moderna, que llegaría a ser una de las más importantes de México. Su primer libro de poesía, El florilegio, se publicó en 1899 (luego reimpreso y aumentado en la 2ª ed. de 1904).
   De junio a octubre de 1900 visitó el Japón, cuyas letras, artes y costumbres dejarían una huella persistente en su obra. Algunas de sus impresiones de ese viaje quedan en las crónicas de El país del sol (Nueva York, 1919). En Coyoacán se construyó una casa de estilo japonés. A otra de sus mecas intelectuales, París, viajó del otoño de 1911 a la primavera de 1912 y de estas experiencias surgieron las crónicas de Los días y las noches de París (México, 1918).    Opuesto a Madero desde el inicio de su campaña política, y contra el cual había publicado un sátira en verso, Madero-Chantecler (México, 1910), Tablada colaboró en cambio con el gobierno de Victoriano Huerta. A la caída del usurpador, emigró a Nueva York, que habría de ser su residencia permanente durante largos años. Cuando los zapatistas entraron en la ciudad de México, un tal Montes de Oca, a quien Tablada había protegido y que se hacía pasar por general zapatista, saqueó la casa japonesa de Coyoacán y destruyó entre otros bienes el manuscrito de la novela La Nao de la China.
   En 1918 el presidente Carranza lo nombró secretario del Servicio Exterior, y Tablada pasó algunos años en Bogotá y en Caracas. Realizó entonces una activa labor cultural, dio conferencias, publicó artículos y editó en Caracas dos de sus libros más importantes: Un día... (1919), con poemas sintéticos a la manera de los hai kais japoneses, que reveló en lengua española, y Li-Po y otros poemas (1920), de composiciones "ideográficas", paralelas a los Calligrammes (1918) de Guillaume Apollinaire. José María González de Mendoza ha hecho notar que, en este caso, se trata de una coincidencia, pues los primeros "madrigales ideográficos" del poeta mexicano son de 1911, en tanto que los caligramas de Apollinaire son coetáneos de la guerra de 1914 a 1918.
   Trasladado en 1920 a Quito, Tablada renunció a su puesto diplomático a causa de la altura de esta capital; pasó algunos días en México y volvió a Nueva York, donde fundó la Librería de los Latinos. Su estancia en esta última ciudad fue muy provechosa para el mejor conocimiento de México, entonces mal visto a causa de la Revolución, y para llamar la atención de los Estados Unidos sobre los nuevos artistas mexicanos como José Clemente Orozco, Diego Rivera, Miguel Covarrubias y Adolfo Best Maugard, a los que destacaría también en su Historia del arte en México. Uno de los poemas en francés de Tablada, "La croix du sud", fue puesto en música por Edgar Varèse.
   En 1922 y 1923 volvió a México, y en este último año un grupo de escritores jóvenes le dio un homenaje, en el que se le llamó "poeta representativo de la juventud". La Academia Mexicana lo designó Miembro Correspondiente en 1928 y de Número en 1941. Se instaló de nuevo en México y luego en Cuernavaca en 1935. Retornó a Nueva York como vicecónsul a mediados de 1945, y allá murió el 2 de agosto del mismo año. Por gestiones de la Academia Mexicana, sus restos fueron repatriados y sepultados en la Rotonda de los Hombres Ilustres, el 5 de noviembre de 1946.
   La poesía de Tablada es importante por su calidad estéticas, y su originalidad, y también por haber sido una ventana abierta a perspectivas siempre renovadas. Comenzó siendo un poeta modernista, en El florilegio, y ya desde entonces algunos de sus poemas más audaces fueron piedra de escándalo. Los poemas sintéticos a la japonesa, los "ideográficos", las "disociaciones líricas" de El jarro de flores (Nueva York, 1922) o los "poemas mexicanos" de La feria (Nueva York, 1928), fueron experimentación, renovación formal, ruptura de tradiciones, sorpresa siempre y, muchas veces, espléndidas realizaciones líricas. En el último de sus libros sintió la atracción del López Velarde de "La suave patria", pero no imitó la intimidad sentimental del poema, sino que la convirtió en colorido rabioso y humor, en alegría y algarabía. Él mismo sintetizó su credo estético en estas frases de una carta a González de Mendoza, publicada en mayo de 1919 en Álbum Salón: "Todo depende del concepto que se tenga del arte. Hay quien lo cree estático y definitivo; yo lo creo en perpetuo movimiento y en continua renovación, como los astros y como las células de nuestro cuerpo mismo. La vida universal puede sintetizarse en una sola palabra: movimiento. El arte moderno está en marcha, y dentro de él la obra personal lo está también sobre sí misma, como el Planeta, alrededor del Sol".
José Luis Martínez
 Semblanzas de Académicos. Ediciones del Centenario de la Academia Mexicana. México, 1975, 313 pp.
Fuente: http://www.academia.org.mx/Academicos/AcaSemblanza/Tablada.htm


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