Cero y van cuatro Año: 2004 Director(es):Alejandro Gamboa CERO Y VAN CUATRO Dirección: Alejandro Gamboa, Antonio Serrano, Carlos Carrera, Fernando Sariñana; Guión: Antonio Armonía; Producción: Eckehardt von Damm; Fotografía: Chava Cartas, Andrés León Becker; Edición: Oscar Figueroa; Compañía Productora: Tres Piedras Producciones; Compañía Distribuidora: Decine; Con: René Campero, Guillermo Iván Dueñas, Juan Pablo Medina, Alexis Ayala, Raquel Morell, Gastón Melo, Dino García, Silverio Palacios, Gustavo Sánchez Parra, Ana Cioccheti, Martha Cristiana, Paty Muñoz, Guillermo Quintanilla México, 2004, 100 min Cero y Van Cuatro (diciembre 14, 2004) Por: Marco González Ambriz marco@revistacinefagia.com El cine mexicano cierra un catastrófico 2004 de manera decorosa con esta película de corte netamente comercial, que aborda el socorridísimo tema de la inseguridad en el D.F. y que es producida por Eckehart Von Damm, escrita por Arturo Armonía y dirigida por los responsables de éxitos comerciales recientes: Alejandro Gamboa, Antonio Serrano, Carlos Carrera y Fernando Sariñana. Si se preguntan por qué mencioné en primer lugar al productor, seguido del guionista y sólo al final a los directores es porque Cero y Van Cuatro es un buen ejemplo de que en el cine los encargados de la producción hacen más que conseguir el dinero e interferir con las decisiones artísticas -acertadísimas todas, quién puede dudarlo- del señor director. Este no es el lugar para hablar de los crímenes contra la cultura cinematográfica perpetrados por André Bazin pero si existiera un tribunal del séptimo arte la teoría del autor sería razón suficiente para quemarlo en efigie. Para no extenderme en este tema y acabar por hablar poco de la cinta, sólo diré que el mito del director como genio creador es algo que hay que enterrar porque ya apesta. Con este pretexto los cineastas de todo el mundo se han dedicado a filmar bochornosos e incomprensibles bodrios para el disfrute exclusivo de ellos mismos, sin tomar en cuenta al público. Los tics y los errores recurrentes se confunden con el estilo personal y basta con que un realizador se aferre a un tema, por intrascendente que éste sea, para que los analistas le apliquen todo el rigor de la exégesis. Por eso hay que saludar a Cero y Van Cuatro como una prueba más de que la teoría del autor no se sostiene, ya que sólo los que conozcan a fondo el estilo de cada uno de estos cuatro directores podrá adivinar quién fue el encargado de cada segmento. Gran parte del mérito de lo que vemos en pantalla hay que dárselo al productor, encargado de gestar el proyecto, y al guionista, que ideó un libreto que carece de los altibajos que son demasiado evidentes en otros trabajos colectivos. Existen cintas de este tipo que reúnen a lumbreras del cine y no son del todo satisfactorias. Un ejemplo de esto es Histoires Extraordinaires (1968), adaptación de relatos de Edgar Allan Poe, donde todos concuerdan que los segmentos de Louis Malle y Roger Vadim son bastante malitos pero que el de Federico Fellini, Toby Dammit, es una obra maestra. Paso a hablar de cada uno de los segmentos: El Torzón Un par de jóvenes son sorprendidos quemándole las patas al diablo a bordo de un vocho por un judicial ojete. A cambio de dejarlos ir y no remitirlos a los separos, donde les esperan todo tipo de vejaciones, el judas les pide cinco kilos por piocha para no atorarlos. Mientras uno de ellos recorre desesperado la ciudad, pidiendo ayuda a sus amigos y familiares, el otro tiene que soportar al judicial. Alejandro Gamboa utiliza aquí el tono de comedia con mejor fortuna que en la mamoncísima El Tigre de Santa Julia y sus adolescentes mariguanos son más auténticos que las bobas niñas nice de La Primera Noche. No sólo eso, el segmento incluye al personaje más memorable de Cero y Van Cuatro, El Danas, que no es otro que el judicial que extorsiona a los chavos y quien confiesa tener amoríos con una escultural mujer que tiene ambiciones artísticas y es machín. Vida Express Una empresaria gorda es secuestrada y su marido intenta reunir el dinero que le exigen por dejarla en libertad. Para completar el rescate el tipo tiene que pedirle a su hija que le preste los ahorros que ella tiene en su propia cuenta bancaria y cuando lo acompaña a pedirle más dinero a sus socios la chavita se da cuenta de que su padre es alguien muy distinto a lo que ella imaginaba. El corto cuenta con la participación de Guillermo Quintanilla, un buen actor que se ha desempeñado en videohomes, y también aparecen otros rostros que uno no suele asociar con el cine mexicano de 35mm, como es el caso de Alexis Ayala. Por lo demás, el trabajo de Antonio Serrano se limita a ilustrar un secuestro express con buen ritmo, eficiencia narrativa, con alusiones a la corrupción policiaca que por fortuna no le dejan mucho tiempo para ahondar en las neurosis de los mexican yuppies, como en la insoportable Sexo, Pudor y Lágrimas. Barbacoa de Chivo En los alrededores del D.F., un profesor universitario toma fotos en el atrio de la iglesia. Al mismo tiempo, un albañil desesperado porque no tiene los medios para comprar medicinas para su hija intenta robar una imagen de la virgen. El padre nota el robo al instante pero cree que el responsable es el profesor y todo acaba en un intento de linchamiento. Dentro de la uniformidad que mantiene Cero y Van Cuatro el trabajo de Carlos Carrera es el más flojo. No tanto por el hecho de que todavía tengamos fresco el recuerdo de los tiras quemados en Tláhuac, que por supuesto no hará sino generar un mayor interés por la cinta, sino por el anticuado tono anticlerical con el que retrata al sacerdote, demasiado caricaturesco y forzado para ser efectivo fuera de ciertos círculos jacobinos. A Garrido Canabal le encantaría. Además, hay varios errores, por ejemplo, las sonrisas colgate de varios integrantes de la turbamulta, cuando se supone que están enfurecidos por el sacrilegio. Comida para Perros En un restaurante vemos a algunos personajes de los dos primeros cortos, cuando irrumpe en el lugar un sujeto pistola en mano y, tras informarles que eso es un asalto chido, les ordena que suelten las carteras y demás objetos de valor. Una vez consumado el atraco, la tensión hace que los comensales se echen en cara todas sus broncas personales, incluso cuando el asaltante regresa y vuelve a robar el lugar. Fernando Sariñana cierra Cero y Van Cuatro con uno de sus acostumbrados intentos por narrar historias de manera poco convencional, pero con un lenguaje visual más sencillo que en Amarte Duele y Ciudades Oscuras. Esto es, sin fotografía en blanco y negro, abuso de filtros y lentes pachecos, etc. El resultado es divertido a secas, como las anécdotas de asaltos frustrados o insólitos que los chilangos hemos vivido o escuchado en tantas ocasiones, pero que no van más allá de la risa nerviosa. Para los que piensan que la originalidad es condición sine qua non del buen cine, seguramente Cero y Van Cuatro les parecerá una pérdida de tiempo. La película no dice nada que no se haya dicho ya en obras anteriores. Desde otro punto de vista, todas las historias posibles ya han sido contadas, en un cuento, una novela o en un escenario, y la exigencia de la singularidad se debe a la ignorancia de ciertas personas, que saben mucho de cine e ignoran todo lo demás. Como el grueso del público no se preocupa por estas cuestiones, Cero y Van Cuatro tiene muchas posibilidades de ser una película taquillera, lo que no le viene mal a una industria que necesita ser rentable antes de intentar los experimentos personales. Sitio Oficial: www.ceroyvancuatro.com/ CERO Y VAN CUATRO Dirección: Alejandro Gamboa, Antonio Serrano, Carlos Carrera, Fernando Sariñana; Guión: Antonio Armonía; Producción: Eckehardt von Damm; Fotografía: Chava Cartas, Andrés León Becker; Edición: Oscar Figueroa; Compañía Productora: Tres Piedras Producciones; Compañía Distribuidora: Decine; Con: René Campero, Guillermo Iván Dueñas, Juan Pablo Medina, Alexis Ayala, Raquel Morell, Gastón Melo, Dino García, Silverio Palacios, Gustavo Sánchez Parra, Ana Cioccheti, Martha Cristiana, Paty Muñoz, Guillermo Quintanilla México, 2004, 100 min |